Capítulo 11: Barajar y dar de nuevo

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No había mucho por hacer, había que escapar y cuánto antes. Martina sabía que la única opción que quedaba si querían salir vivas de allí y tener la posibilidad de salvar a las que lo necesitaban era barajar y dar de nuevo. Volver a empezar desde el inicio.

Julián y Adrián llegaron y les contaron todo lo que pasó, las inquietudes que les surgieron y teorías tontas de planes tontos que no iban a llevar a cabo.

Los chicos quedaron sorprendidos al saber que ahora se trataba de un rescate doble y que quizás Sabrina ni siquiera estaba viva.

Ya habiendo sido informados de todo el asunto y de la estrategia de Martina para escapar de la mamá de Julián, los dos jóvenes quedaron con recelo sobre aquel momento en cual a ella se le ocurrió decir que iban a ver a dos chicos para evadir las muchas más preguntas que tenía para hacer aquella señora.

Adrián se imaginó una cita entre Antonella y otra persona y no pudo evitar sentirse horrible. En cuanto a Julián, le pasó lo mismo. Se sintieron los más feos del planeta y que ya habían caído en la friend zone, no supieron entender que solo era parte de una actuación por parte de la pelirroja.

La sensación de incertidumbre respecto al caso Sabrina los agobiaba. Había que hacer algo rápido y ya habían perdido la única posibilidad que tenían, y esto fue lo que planteó Antonella al grupo cuando dijo:

- ¿Ahora qué hacemos? Ya usamos la carta del mecánico.

-No. -contestó Julián- No fue al mecánico todavía, lo seguimos hasta un supermercado y luego volvió a su casa. Es por eso que tardó menos de lo que esperábamos.

Todos se quedaron mirándo unos a otros y en la habitación se gestó la mejor idea que pudieron tener. Era hora de redoblar la apuesta y romper más ese maldito auto. Había que obligarlo a ir a aquel mecánico cueste lo que cueste. Y esta vez debía ser un plan infalible ya que no podrían volver a poner el mismo en marcha por más de dos veces porque iba a ser obvio que era alguien intentando sabotearlo.

Pero al día siguiente era el cumpleaños de Adrián y todos entendían que, con el perdón de Sabrina y esa otra chica, debían tomarse un descanso. Adrián se merecía un día de paz con su madre y sus amigos sin tener que contender contra aquel vecino siniestro.

El día ya se les hacía cuesta arriba y decidieron aflojar tensiones para poder descansar tomándose una pepsi mientras escuchaban Green Day. Para esta parte de la jornada donde todavía ni siquiera habían podido almorzar ya estaban cansados y llenos de ansiedad por el episodio vivido hace unos instantes.

Pensaban en decirle a los adultos pero se acordaron de que esto nunca fue una buena idea. Ya no sabían qué hacer, además del plan que todavía tenían. Sentían que era insuficiente. ¿Y si les salía mal?, ¿Y si ellos eran la única oportunidad para salvar a esas chicas? Era mucha presión y no contaban con más herramientas que ellos mismos y sus propios ingenios.

Luego de una tarde de jugar ajedrez y escuchar buena música cada uno se saludó y se dirigió a su hogar.

A Antonella, con la excusa de que su mejor amigo estaba a horas de festejar su cumpleaños, le devolvieron el celular. Ahora podrían comunicarse sin los walkie talkies más cómodamente mediante mensajes de texto vía WhatsApp.

Martina pensaba en regalarle una colección de mapas que le habían venido en un atlas antiguo y que ella consideraba de mucho valor.

Julián, por su parte, le iba a dar dos juegos de playstation con los que pasarían horas y horas jugando sin notar el paso del tiempo.

Antonella deseaba darle un buen beso en la boca como regalo. Quería agarrarlo de la cara y comer sus labios sin parar como si fuera el último beso que fuera a dar en su vida. Pero en vez de eso le iba a regalar un perfume. Aquel perfume de vainilla y tabaco que tanto le gustaba sentir en él y que la volvía loca.

Adrián quería solo un regalo y era el mismo que le quería dar Antonella. No quería perfumes, ni juegos, ni mapas. El deseaba tener los besos de esa morocha hermosa que lo tenía hechizado desde el primer momento en que la vió.

La noche llegó y los saludos de las doce en punto por whatsapp no tardaron en llegar. De sus amigos pero también de familiares que nunca veía ni se preocupaban por él, siempre hay de esos. Y es que odiaba las relaciones por mera formalidad, las verdaderas son aquellas que siempre están y en las que te podés apoyar cuando te sientas mal. Aquellas en las que se pueden confiar secretos, esas con las que se puede tener una aventura como la que estaba teniendo con Martina, Julián y Antonella. Ni siquiera su madre estaba de la manera en que ellos sí estaban para apoyarlo con sus crisis anímicas.

Lo que estaba pasando en la calle Alippi quedaba relegado para el día siguiente. O eso pensaban...

La casa de la calle AlippiWo Geschichten leben. Entdecke jetzt