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Créditos del fanart: @mbdtz en Twitter.

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Un nuevo día comenzaba en el Hotel Hazbin.

Mientras los residentes comenzaban a despertar perezosamente, daban vueltas en sus camas y se preguntaban por qué demonios tenían que despertar una vez más, Charlie estaba en la cocina haciendo el desayuno para todos. Se había hecho una coleta alta y tenía puesto un delantal negro ya manchado con jugo, aceite, masa y otros ingredientes. En esos momentos ya había terminado con los huevos con tocino y jugo de naranja para Angel, Husk, Niffty y Pentious; para ella y su novia estaba haciendo un batido de frutas y panqueques con fresas y miel. Y por último pero no menos importante, para Alastor prepararía un bistec con un poco de café.

Aquello último no la convencía mucho para un desayuno ideal, pero ya había visto más de una vez al demonio comer carne en horarios sin sentido, por lo que no creyó que habría problema.

Pero cocinar no era su fuerte.

— ¡No, no, no! — De nuevo se había pegado un panqueque en la sartén, apagó el fuego y con una espátula trató de despegarlo mientras rogaba mentalmente que no se hubiera quemado.

Quería que todos convivieran en un momento tan tranquilo e intimo como lo era una mañana, sentía que si conocían como eran de vulnerables al apenas despertar podría mejorar la confianza entre compañeros y así tener una mejor relación entre todos. Y claro, un rico desayuno podría hacerlo incluso más ameno y disfrutable, y teniendo en cuenta que el hotel y todo el asunto de la redención era su responsabilidad, quería encargarse en lo posible ella sola. Ella siempre lo pensó así, cualquier cosa podía ser especial siempre y cuando le pongas todo su esfuerzo.

Pero no pudo, de nuevo.

— ¿Charlie? — La nombrada dió un salto del susto, soltó la espátula y la volvió a atrapar en un torpe movimiento, miró estupefacta a su pareja que acababa de entrar a la cocina, aún en pijama. Ella la miraba con una sonrisa enternecida. — ¿Qué estás haciendo?

— Emm... ¿Preparo el desayuno? — Respondió nerviosa, era consciente de lo caótica que se veía con tantos ingredientes diferentes en la encimera.

En la mesa ya estaban los cuatro primeros platos servidos junto a sus bebidas, en esos momentos estaba haciendo el suyo y el de Vaggie.

— ¿Por qué no me pediste ayuda, cielo? — Se acercó y puso sus manos en los hombros de la más alta, acariciandolos.

Hizó un puchero. — Se supone que sería una sorpresa...

— ¡Es una maravillosa sorpresa!

La mitad del cuerpo de Alastor se asomó por la puerta, veía a la pareja de chicas con su característica sonrisa mientras sus orejas se movían atraídas por el sonido del manejo de los utensilios de cocina.

El novio de papá. [RadioApple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora