22. MORTEM

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ÁNGELES


—Annie, ven aquí.

La voz de mamá era dulce, gentil. Estaba de nuevo en ese campo amplio, flores coloridas entre el verde de su pasto. Tuve que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarla porque yo era muy pequeña. Le devolví la sonrisa.

—¿Dónde están mis hermanos? —pregunté notando las manchas en su vestido blanco. Un líquido carmesí goteaba de sus dedos; ella se agachó para que su rostro estuviera a nivel del mío.

—Están en la escuela, cariño —dijo acariciándome la mejilla con su mano teñida de carmesí; sus dedos se sentían pegajosos contra mi piel.

—Pero es fin de semana —ladeé la cabeza confundida. Mamá me sonrió.

—Eres tan inteligente, Ann. —Ella me pellizcó la mejilla y me besó la frente—. Vamos a jugar.

—¿Qué vamos a jugar? —Traté de ocultar mi emoción.

—Un juego sobre verdades y mentiras —respondió ella.

Abrí los ojos para encontrarme con un techo azul desconocido. Los rayos de sol daban en el vidrio de una ventana y estas reflejaban la luz en el techo y las paredes. Estreché los ojos hasta que se acostumbraron a tanta iluminación. Estaba acostada de espaldas, las cubiertas y sábanas cálidas me envolvían. Me sentía mareada y débil, mi cuerpo adolorido, mis labios estaban tan secos que me ardieron cuando traté de lamerlos. Moví la cabeza hacia un lado lentamente y vi una ventana, y la luz del sol brillante al otro lado. Era extraño tener un día tan soleado en invierno.

¿Dónde estaba? Entonces escuché un pitido y vi una máquina conectada a mí a través de unos cables extraños.

Qué...

Me senté, y jadeé al sentir un dolor insoportable en mis muñecas. Me quejé y bajé la mirada a mis manos. Mis ojos se ensancharon cuando vi vendas en ambas muñecas. ¿Qué diablos pasó? Jalé una de las vendas hacia abajo para echar un vistazo y lo que vi me dejó helada.

Era un corte profundo en mi muñeca, que tuvo puntos y ya estaba casi completamente curado. Mi respiración se aceleró.

¿Qué significaba esto? ¿Había intentado... acabar con mi vida? No, eso no tenía sentido.

Nunca haría eso, nunca... mi cabeza palpitaba dolorosamente mientras trataba de recordar lo que había sucedido. Había algo importante que estaba olvidando.

Una ola de mareos contrajo mi estómago; me incliné sobre la cama y vomité en el suelo. Mi cuerpo se sacudía y temblaba mientras vomitaba más y más líquidos, una sustancia negra manchó el piso, pero no tuve tiempo para evaluarla. Me recosté respirando agitadamente, mi pulso era errático; la máquina a mi lado aumentó sus pitidos. Oí que se abría una puerta.

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