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Me retiro la pañoleta, cuando mi vista comienza a enfocarse, no podía creer lo que veía. La vista era realmente hermosa; un jardín enorme, sacada de una película de fantasía o de la época del imperialismo. A unos metros, enfrente de nosotros estaba una mesa de cristal circular; encima de está había unos platos con sus respectivos cubiertos, y en medio, un florero alto de cristal también. Qué tenía unos lindos lirios

Pero lo que más llamo mi atención fue un árbol enorme en medio del jardín. Desconozco el tipo de árbol que es, pero sus hojas parecían como hilos colgando, además de que el color verde de sus hojas era demasiado llamativo; iluminaba el lugar junto con las flores lilas que se encontraba brotadas en algunas partes del suelo, al igual que en las paredes, que eran unas cascadas de flores.

— ¿Te gusta? —de mi boca no podía emerger una oración ni siquiera una palabra— ¿Samara te encuentras bien?

— Si. El lugar es hermoso —sonrio. Sentía unas inmensas ganas de llorar, por lo encantador que estaba el lugar— Parece como si este lugar fuera irreal

— ¿Por qué dices eso?

— En mi vida habia visto un lugar así de hermoso y reconfortante. De alguna manera —me cruzo de brazos y sigo observando el lugar— Se siente extraño. Me encanta

— Me alegra saber que te encantara —me mira y me toma del rostro— Todo esto es para tí.

— Gracias

— Lo digo en serio. Este lugar te pertenece

— ¿Qué? —me quedó perpleja— Estás bromeando conmigo

— Por supuesto que no —me responde seguro y con franqueza. No era una broma

— Pero... ¿Cómo?, ¿Y por qué?

— Porque te amo, Samara. Jamás me cansaré de decírtelo; te amo y este lugar demuestra el amor que tengo hacía tí —me toma de las manos— Esté lugar es una herencia familiar;  pensaba venderlo pero, después de conocerte, el ver nuevamente esté lugar me hizo recordarte a ti

— Oh, Harper. Esto es demasiado, no debiste

— No, para mí es justo lo que te mereces

Sin decir nada más, lo beso

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Ya era de noche, el jardín se iluminó por una serie de focos que Harper había enviado a colocar; aunque también lo ayudaba a iluminar un poco más unos postes de luz que se encontraban en algunos puntos del jardín.

Estábamos terminando de comer, Harper no terminaba de darme y sorprenderme con regalos; no eran regalos costosos, objetos valiosos, sino pequeños, como la cena. Hizo mención del postre, él se levanta de su asiento y regresa con un una pequeña bandeja; lo coloca frente mío y al destaparlo hay una pequeña tarta de frutos rojos. Mi favorito.

— Harper. ¿Cómo supiste que las tartas son mi postre favorito?

— Es un secreto

— ¿No estás vigilandome, o si? —él bufa

— Nada de eso. Disfrútalo —le doy un bocado a la tarta, que sin darme cuenta empiezo a aborasarme— ¿Tenía mucho que no comías uno?

— Disculpa —apenada, me limpio la boca con mi servilleta— ¿Se nota mucho? —sonrio

— Tienes algo... —extiende su brazo, acercándose un poco hacia mí. Con su mano me limpia un pedazo de frambuesa que tenía por la comisura de mis labios— Listo. Ya está —se lleva su dedo a su boca y come de lo que me había quitado

A pesar de ya estar en una relación con él y ya haber tenido sexo. Aún no deja de provocarme sonrojo y exitación, es como si buscará algo nuevo con que provocarme, como si se adentrará a mis más profundos deseos.

Regresó de mi trance y terminó de comer mi tarta. Una vez acabando, ambos nos quedamos conversando; veo la hora en mi celular ya eran casi las diez, que rápido se pasó el tiempo. Alzo la mirada, Harper tenía el brazo extendido.

— Señorita Sánchez. ¿Le gustaría caminar un rato por el bello jardín? —rio por lo que me acaba de decir. Decido seguirle el juego

— Sería un placer, lord Harper —tomo su mano y me levanto

Realizamos la caminata por el jardín, recorriendolo todo hasta llegar al gigantesco árbol. Un mantel de cuadros se encontraba extendido, ambos nos acomodamos para acostarnos en él.

𝐋𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora