Capítulo 2: Silencio

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Aquella misma noche, a altas horas de la madrugada, Ellis se despertó bruscamente, con respiración rápida y temblando. Se levantó de la cama y, tras comprobar que Winifred estaba dormida, se dirigió a la entrada. Cogió su abrigo y abrió la puerta, junto con la cual sintió todo el frío repentino del exterior. Sin siquiera ponerse los zapatos, pisó la fría nieve y cerró la puerta tras él.

Caminó durante casi una hora, a pesar del frío extremo que le llegaba a doler, llegó a una laguna separada de las casas del pueblo. Se quitó el abrigo, y, tras el abrigo, el resto de su ropa. Se metió en el agua por completo, y, con su cabeza sumergida, aguantó sin respirar un minuto entero.

En cuanto no pudo más, sacó la cabeza y tosió por la falta de aire. El frío del agua y del aire le estaba matando de dolor, pero, por alguna razón, no hacía nada. Sacó sus brazos y observó las múltiples cicatrices marcadas en ellos, para después frotarlos con el agua. Le quemaban del frío, pero no hacía nada al respecto. Aquella noche había luna creciente, lo suficiente para permitirle ver a su alrededor.

De repente, notó la misma presencia que la última vez: era como si el silencio extremo le atormentara en aquel momento, como si alguien respirara en la cercanía. Aun así, nunca oía pasos, era un silencio insoportable que agobiaba con facilidad, por no saber qué podría haber cerca. Los únicos momentos en los que oía algo eran aquellos en los que sonaba el viento. Curioso, pues acababa escuchando viento siempre, aunque no hubiera. Era como una brisa rápida, como si algo más rápido que una flecha y más ligero que una pluma recorriera sus alrededores.

Ellis no le tenía miedo al frío, a la noche o al dolor, pero esa presencia era uno de sus mayores temores.

Rápidamente, salió del agua y se vistió de nuevo. Corrió todo lo que pudo, con el denso aire hiriéndole la garganta con cara inhalación, intentando no tropezarse con la nieve que le dificultaba el paso. Subió la cuesta que llevaba a una de las calles del poblado, donde, por lo menos, habría gente que le oiría. Pero ¿y si no llegaba? ¿Y si le atrapaban? ¿Qué le pasaría? Desde que comenzaron las desapariciones en el poblado, no se encontró ni un solo cadáver, ni sangre, ni rastros que pudieran demostrar que alguien fue asesinado. Si "eso" le alcanzase, puede que no muriera, pero Ellis le tenía mucho más miedo a algunas cosas que a la muerte, y le podría ocurrir.

No lo permitiría. No de nuevo.

La sangre del corazónWhere stories live. Discover now