Capítulo 24

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Los días transcurrían con una calma casi irreal entre los Sezwa, el clan que me había ofrecido refugio temporal. Aunque había llegado con el thanator, una criatura temida por todos, los Sezwa me habían aceptado con respeto debido a mi herencia Sarentu. No era común que los forasteros se quedaran con ellos, pero la conexión con mi thanator y mi procedencia me habían ganado su confianza, al menos lo suficiente como para permitirme aprender de ellos.

Una mañana, después de varios días viviendo entre ellos, el líder del clan se acercó a mí. -Hoy, te enseñaremos a montar un pali. Es una habilidad fundamental para moverte rápidamente a través de Pandora y estar en armonía con las criaturas que habitan nuestra tierra.

Su oferta me tomó por sorpresa, pero no pude ocultar la emoción que sentí al escuchar esas palabras. Montar un pali era una tradición sagrada entre los Na'vi, y aunque yo ya tenía una conexión especial con mi thanator, sabía que esta experiencia me acercaría más a la cultura de los Sezwa y me ayudaría a integrarme mejor.

-Gracias- respondí, inclinando la cabeza en señal de respeto. -Estoy lista para aprender.

El líder me llevó a un claro en las afueras del campamento, donde varios pali pastaban en calma, sus largas patas y cuerpos robustos reflejando la elegancia de las criaturas de Pandora. Eran animales majestuosos, con crines de colores vivos que parecían brillar bajo la luz del sol. A pesar de su tamaño, se movían con una gracia natural, sus grandes ojos atentos a cada detalle del entorno.

-Lo primero que debes aprender-comenzó el líder, -es a conectarte con el pali a través de tsaheylu. Como sabes, es la conexión que compartimos con todas las criaturas de Pandora. Sin esa unión, no podrás controlar sus movimientos ni sentir lo que ellos sienten.

Asentí, recordando mis experiencias anteriores de conexión, especialmente con mi thanator, pero sabía que cada criatura era diferente. Cada vínculo requería respeto, confianza y un profundo entendimiento de la vida que compartíamos.

El líder me indicó que me acercara a uno de los pali. -Este es Ralu, un pali joven, pero fuerte. Ha sido entrenado bien y es confiable. Acércate a él con calma, deja que te sienta.

Me acerqué lentamente, mis manos levantadas para que Ralu pudiera olerme. Sus grandes ojos me observaron con atención, y luego, para mi sorpresa, inclinó su cabeza hacia mí, permitiéndome acercarme más. Podía sentir su respiración rítmica, el calor que emanaba de su cuerpo. Era un ser lleno de vida, y sentí un profundo respeto por él.

Con manos temblorosas, extendí mi trenza neural, acercándola al enlace que tenía en la parte posterior de su cabeza. Ralu se movió ligeramente, como si también estuviera nervioso, pero no se alejó. Finalmente, los filamentos se entrelazaron, y sentí el latido de su corazón sincronizarse con el mío. Un torrente de sensaciones me invadió: la fuerza de sus músculos, la firmeza de sus patas contra el suelo, y una extraña serenidad que nunca había experimentado antes.

El líder sonrió al ver nuestra conexión. -Bien hecho, Sarentu. Ahora que has formado el tsaheylu, puedes comenzar a aprender a montar.

Subí lentamente al lomo de Ralu, cuidando de no alterarlo. Podía sentir cada uno de sus movimientos como si fueran una extensión de mi propio cuerpo. El líder me explicó los gestos básicos para guiar al pali, pero en realidad, la mayoría de la comunicación se hacía a través del vínculo mental que habíamos formado. No necesitaba decirle qué hacer; Ralu ya sabía lo que yo quería antes de que siquiera lo pensara.

Comenzamos a caminar por el claro, despacio al principio. Sentía cada paso resonar a través de mí, como si fuéramos uno. Poco a poco, aumentamos la velocidad, moviéndonos en perfecta armonía. Ralu era ágil, y pronto me di cuenta de que estaba respondiendo no solo a mis indicaciones físicas, sino también a mis emociones. Si me sentía tensa, él se detenía. Si me relajaba, él avanzaba con mayor fluidez.

-Ahora intenta algo más rápido-me indicó el líder desde el suelo. Con una leve inclinación hacia adelante, sentí a Ralu acelerar. Galopábamos por el claro con una velocidad que me hizo sentir libre, como si estuviera volando sobre el suelo de Pandora. El viento acariciaba mi rostro, y el sonido de las patas de Ralu golpeando la tierra se convirtió en un ritmo constante que resonaba dentro de mí.

Me dejé llevar por la experiencia, permitiendo que el vínculo entre nosotros fluyera sin esfuerzo. Ralu parecía disfrutar de la libertad tanto como yo, y por un momento, sentí que no había barreras entre nosotros. Éramos una sola entidad, moviéndonos con la gracia y fuerza de la naturaleza misma.

Después de un tiempo, el líder me pidió que detuviera a Ralu. Con un simple pensamiento, transmití mi deseo de parar, y él lo hizo sin dudar. Bajé con cuidado, todavía maravillada por la experiencia que acababa de tener.

-Lo has hecho muy bien-dijo el líder, acercándose con una sonrisa de aprobación. -No muchos logran una conexión tan rápida y fuerte con un pali. Tienes un don, Sarentu.

Le agradecí, sintiendo una mezcla de orgullo y gratitud. Montar un pali no era solo una habilidad práctica, era una forma de conectarse más profundamente con Pandora, de ser parte del ciclo de la vida en este mundo. Sabía que, aunque mi vínculo con mi thanator era especial, aprender a montar y conectarme con otras criaturas como el pali me ayudaría a integrarme mejor en la vida de los Sezwa y en la de cualquier otra tribu a la que me uniera en el futuro.

Durante los siguientes días, seguí practicando con Ralu bajo la supervisión de los Sezwa. Me enseñaron cómo cuidar de los pali, cómo entender sus necesidades y respetar su lugar en el ecosistema de Pandora. Aprendí a moverme con más fluidez, a interpretar sus movimientos y a confiar en el vínculo que compartíamos.

Marcas Del Alma || NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora