Capítulo 29

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Los días se deslizaban lentamente, uno tras otro, como las olas del océano rompiendo suavemente en la orilla. Kiri yacía en una cabaña en el corazón del pueblo Metkayina, rodeada de un aire de preocupación y desasosiego. Ronal y Tonowari se turnaban para cuidarla, administrando hierbas y cánticos a Eywa, con la esperanza de que el espíritu de la vida volviera a fluir a través de ella. Pero, a pesar de sus esfuerzos, Kiri seguía sumida en un profundo sueño.

El sol se levantaba y se ponía, iluminando la belleza del océano que nos rodeaba, pero en mi corazón solo había inquietud. Lo'ak, Tuk y yo pasábamos horas a su lado, sosteniendo su mano, susurrando palabras de aliento. Cada vez que me inclinaba sobre su rostro, buscaba algún signo de vida, alguna señal de que ella estaba luchando por regresar a nosotros, pero sus ojos seguían cerrados, ajenos a la luz del mundo.

Una tarde, mientras el cielo se teñía de tonos anaranjados y rosas, me senté en la playa, observando las olas. Aonung y Tsireya se acercaron, sus rostros serios. -¿Cómo está?-preguntó Aonung, mirándome con preocupación.

-Todavía no despierta- respondí, sintiendo el nudo en mi garganta. -No sé qué más podemos hacer.

Tsireya se sentó a mi lado, su mirada fija en el horizonte. -A veces, el espíritu de uno necesita más tiempo para encontrar el camino de regreso. El océano puede ser un lugar de calma, pero también de tormento. La conexión que tiene con Eywa es poderosa; puede estar viajando por lugares que no entendemos.

Su voz era suave, pero no podía evitar la desesperación que me consumía. -Pero no entiendo por qué no vuelve. ¿Qué le pasó allí?

-No lo sé- admitió Aonung, suspirando. -
Solo espero que ella regrese pronto.

Lo'ak apareció desde la cabaña, su expresión sombría. -No hay cambios-dijo, su voz apagada. -Ronal dice que sigue conectada a Eywa, pero no hay señales de que esté regresando.

Sentí que mi corazón se hundía aún más. -¿Y si no vuelve?- murmuré, sin quererlo. -¿Y si se queda atrapada en ese lugar?

-Eso no sucederá-dijo Lo'ak, su tono firme. -Debemos mantener la esperanza. Ella siempre ha sido fuerte. No la conoces como yo. Siempre lucha, siempre encuentra el camino. Ella lo hará de nuevo.

La determinación de Lo'ak era admirable, pero el miedo seguía acechando en mi mente. Cada vez que me acercaba a Kiri, tocaba su mano, pero la frialdad de su piel me recordaba la profundidad de su sueño. La cabaña, aunque llena de luces suaves y aromas de hierbas curativas, se sentía como una prisión.

Al caer la noche, el aire se llenó de cantos suaves, el eco de los rituales que se realizaban para Kiri. El clan Metkayina se había reunido para rezar, para unir sus voces y enviar su energía a ella. Ronal, con su voz melodiosa, dirigía los cánticos, su mirada centrada en la cabaña donde Kiri yacía. La atmósfera estaba cargada de amor y esperanza, pero para mí, solo era un recordatorio del vacío que había dejado su ausencia.

Días se convirtieron en semanas, y la preocupación se convirtió en un peso constante en mis hombros. Tuk se mostraba más tranquila, pero no dejaba de mirar a Kiri con esos ojos grandes y llenos de preocupación. -¿Cuándo despertará?- preguntó una tarde, su voz llena de inocencia.

-No lo sé, hermana- respondí, tratando de encontrar palabras que la tranquilizaran. -Pero cuando lo haga, será más fuerte que nunca.

Sin embargo, por dentro, me preguntaba si realmente lo creía. En mis sueños, a menudo veía a Kiri en un lugar de luz, rodeada de figuras familiares que no podía distinguir. Las visiones eran hermosas y pacíficas, pero siempre me despertaba con el corazón acelerado, deseando que estuviera aquí con nosotros, en el mundo real.







Marcas Del Alma || NeteyamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora