La prisión, con su aire denso y su silencio inquietante, nunca había parecido tan desolada como esa noche. Los muros grises y las rejas que rodeaban a Shidou parecían ahora más una prisión para Sae que para él. Aunque su celda seguía siendo su lugar de reclusión, sentía que la verdadera cárcel era el espacio entre él y Sae. Después del beso que había dado sin previo aviso, después de las palabras cargadas de desafío, de tensión y de lo que más le costaba admitir: deseo, las cosas no podían volver a ser las mismas.
Shidou sabía que Sae se estaba retorciendo por dentro. El hombre de hielo, el calculador, el intocable... ahora era un simple hombre, alguien que, por un instante, había perdido el control. Y ese fue el detalle que Shidou más disfrutó. El poder de hacer que Sae Itoshi perdiera el control no solo lo excitaba, sino que lo desbordaba. Ya no era solo una cuestión de desafío; era más que eso. Lo sentía en lo más profundo de su ser. No había nada que pudiera detener la necesidad que sentía por él.
La mañana siguiente, Shidou estaba sentado en el banco de su celda, mirando al vacío. El silencio, el mismo que siempre le había rodeado, ahora lo sentía pesado. Pero lo que más le costaba era la inquietud que invadía cada rincón de su ser. ¿Por qué no había vuelto?
Sae, después de su incidente, no había aparecido. Ni un solo indicio de su presencia. No era común que Sae desapareciera por tanto tiempo de su ruta habitual. Normalmente, estaba ahí, justo al borde de su celda, con una mirada calculadora y fría, como si nada le afectara. Pero después de aquel beso, algo había cambiado. Algo que ni Sae podía ignorar.
Shidou sonrió para sí mismo, sabía que lo había tocado. Lo había desarmado, solo que Sae no lo admitiría. No directamente. Lo que estaba sucediendo era una lucha interna entre ambos, una guerra silenciosa entre el deseo y el orgullo, entre lo que querían y lo que temían.
En ese momento, la puerta de la celda de Shidou se abrió, y un guardia entró con un gesto rutinario, trayendo la comida. Sin embargo, el hombre se detuvo al notar que la mirada de Shidou no era la de alguien esperando el almuerzo, sino la de alguien esperando algo más.
—Aquí tienes, Shidou —dijo el guardia sin mucha emoción, dejando la bandeja en el banco. —No sé qué tan bien se te da esperar, pero parece que hoy tienes compañía.
El guardia se retiró, y antes de que Shidou pudiera procesar sus palabras, una figura familiar apareció en el umbral de la puerta. Sae.
Sae estaba allí. Con sus ojos dorados fijamente sobre él, con su rostro casi impenetrable, y la serenidad de siempre, a pesar de la ira y la confusión que probablemente recorrían su mente.
Shidou no pudo evitar soltar una risa baja. El simple hecho de que Sae estuviera de nuevo frente a él, significaba que el juego no había terminado.
—Vaya, ¿te perdiste algo? —dijo Shidou con una sonrisa desafiante, aunque su voz estaba cargada de un toque más suave, casi como si quisiera provocar algo. Lo quería más cerca, más vulnerable.
Sae no reaccionó de inmediato. Su mirada parecía demasiado fija, demasiado controlada. Pero por un segundo, Shidou pudo ver un destello de algo más en sus ojos. Era duda.
—No me hagas perder el tiempo, Shidou —respondió Sae, su tono calculador, pero con una leve vibración que solo Shidou pudo captar. —No estoy aquí para que sigas jugando. Quiero que entiendas algo de una vez.
El corazón de Shidou latió con fuerza, anticipando lo que venía. Había algo en la voz de Sae que era diferente. Algo que no podía ignorar.
—¿Y qué es eso, Sae? —Shidou se levantó lentamente, acercándose a las rejas con la sonrisa aún en su rostro. —¿Quieres que me calme? ¿Quieres que deje de jugar contigo?
Sae lo observó, su rostro imperturbable, pero había un ligero temblor en su mandíbula que delataba lo contrario. Sae no estaba tan tranquilo como parecía.
—Lo que quiero —dijo Sae, sus ojos fulgurantes— es que dejes de pensar que puedes controlarlo todo, Shidou. Porque no lo puedes hacer. No puedes jugar con algo que no entiendes.
Las palabras fueron directas y claras. Pero en ese momento, Shidou no pudo evitar sentir un impulso, una necesidad de acercarse más. ¿Lo entendía? ¿Lo entendía realmente? Quizás no. Pero sabía que Sae estaba tocado, y eso lo hacía aún más interesante.
Sin decir una palabra, Shidou dio un paso hacia él, acercándose lo suficiente para que sus rostros estuvieran a tan solo unos centímetros de distancia. La proximidad, el calor que irradiaba de sus cuerpos, y la tensión palpable en el aire... todo eso era más que suficiente para encender algo mucho más fuerte que ambos intentaban controlar.
Sae retrocedió un paso, pero antes de que pudiera dar otro, Shidou lo alcanzó, sujetando su muñeca con una fuerza suave pero firme, obligándolo a mirar directamente a sus ojos.
—Sé que te gusta el control, Sae —dijo Shidou, su voz bajo y peligrosa, mientras la otra mano acariciaba suavemente la mejilla de Sae, disfrutando del leve temblor en su rostro. —Pero te equivocas. Eres como yo.
Sae lo miró intensamente, como si pudiera quemarlo con la mirada. Esa mirada era la de alguien que estaba peleando contra sí mismo. Pero Shidou sabía que Sae nunca se libraría de lo que había comenzado.
—Y ahora... —Shidou susurró, acercándose un poco más. —Ahora, no hay vuelta atrás.
Antes de que Sae pudiera decir una palabra, Shidou lo atrajo hacia él y, con una rapidez y una decisión que le sorprendió incluso a él mismo, lo besó.
El beso fue diferente al anterior. No fue rápido ni posesivo. Fue lento, profundo, como si ambos estuvieran probando los límites del otro. Sae no lo empujó, ni intentó detenerlo, aunque Shidou podía sentir la resistencia en su cuerpo, como si aún luchara por mantener el control. Pero era inútil. Ya estaba atrapado.
Cuando se separaron, ambos respiraban entrecortadamente. Los ojos de Sae estaban dilatados, su rostro rojo como nunca antes. No podía negarlo, el control ya no existía.
Sae apartó la mirada, frustrado, incapaz de encontrar palabras que pudieran justificar lo que acababa de suceder. Lo que había querido evitar ahora lo tenía atrapado.
Shidou sonrió, satisfecho con lo que veía. Él lo había quebrado. Ahora Sae solo tenía una opción: admitir lo que sentía o seguir luchando contra sí mismo.
—Te lo dije, Sae —susurró Shidou, su tono juguetón y cargado de desafío. —No puedes escapar. Estás demasiado cerca de mí para hacerlo.
Sae giró sobre sus talones y, antes de que Shidou pudiera decir algo más, comenzó a caminar hacia la puerta. Pero algo había cambiado en él. Aunque Sae no miró atrás, algo en su postura, en la forma en que se movía, era diferente.
La puerta se cerró detrás de él, dejando a Shidou solo en la oscuridad de su celda, pero por primera vez, no se sentía solo.
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~Entre la Ley y El Gol~(Shidou x sae)
FanfictionIntroduccion en: prologo Pero voy a aclarar algo: -No tienen las mismas edades que en el anime (Shidou 19 y sae 18)