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Jacob

Debo tener una especie de radar o algo parecido con el fin de identificar dónde está el peligro.

O bien, el peligro me llama a mí.

Lo bueno de esto es que hace las cosas un poco más divertidas. Vamos, he estado demasiado aburrido todo este tiempo, necesito algo de acción sanguinaria para mi rutinaria vida de andar entre escondites.

Colgarme de la parte trasera de un camión tras salir del cementerio y llegar hasta la ciudad fue algo no sin dificultades pero valió la pena ya que me arrojó a unas cuantas cuadras de este barrio de mala muerte y me eché a correr un par de cuadras con el rifle colgado al hombro.

Hasta dar finalmente con una linda fiesta en la Bad House cual parece haberse salido de las manos.

Hay gritos de horror, gente que intenta escapar corriendo y humo desde una de las ventanas. Además, de todos los sujetos fuera de sí que divagan drogados y eufóricos a risotadas en medio de la euforia.

El punto es que... ¿Nuevamente fuego? ¿Really? Vaya si estos pirómanos siempre la cagan del mismo modo.

Mi viejo escondite para entrar a la casa es un árbol que linda un extremo de la misma y escalarlo con cuchillos clavados en el tronco, me permite subir. Llego hasta la única ventana de la casa sin rejas (la de mi vieja habitación) e intento entrar. Aunque descubro que el seguro está puesto.

Casi entre juegos malabares para no caer del maldito árbol, debo hacer estallar el cañón del rifle contra el vidrio. Me encargo de quitar al máximo todos los cristales que puedo y me arrojo de un salto.

Caigo rodando en la alfombra de la habitación y en el envión, mi chaqueta se ha rasgado en la manga. Mierda, no es que tenga tanta ropa últimamente...

Me la intento acomodar lo mejor que puedo al igual que el rifle en mi hombro.

Entonces, escucho desde afuera un grito que articula ciertas palabras. Vaya milagro.

-¡ABRAN LA MALDITA PUERTA, SABANDIJAS!

Distingo que se trata de alguien que se encuentra usando un desfigurador de voz. ¿A quién han venido a buscar?

Hay tantas personas en mi lista de suposiciones.

Desde el momento que entré a mi viejo cuarto, he podido distinguir que ahora todo se encuentra limpio (y la ventana con seguro). Acto seguido intento abrir la puerta pero tiene llave. Mierda, ¿acaso pensaban poner mi habitación en disposición de alguien más que quisiera llegar? Desgraciados, debe haber sido Cedric o Neo. Nunca me cayeron en gracia esos dos.

Debo darle un disparo a la cerradura para volar el picaporte y destrabar la puerta.

Entonces, percibo otro grito que proviene desde otro pasillo en el primer piso:

-¡AHÍ ESTÁS, ZORRA!

¡Ouuu, pero qué ternura! ¡Tanto que me emocionan estos reencuentros! Quisiera derretirme como una frutilla bañada en chocolate pero no tengo tiempo para tonterías.

Creo que una «zorra» necesita que la ayuden.

Cuando salgo del pasillo de mi habitación, llego a la barandilla que da con la sala en la planta baja y veo un cadáver en llamas. Desgraciadamente es un sujeto al que alcanzo a reconocer, es un Delta al que vi en ocasiones. ¿John? ¿Joshua? Da igual, llegó a la fiesta equivocada en el día equivocado.

Sólo esperemos que los Delta no se enojen por la pérdida de su amiguito.

El estallido de unas tablas llama mi atención y distingo desde la habitación de Audrey que alguien se trepa desde la parte superior de la puerta hecha pedazos y se mete. Pero qué manera más sofisticada de entrar al cuarto de una dama.

BOY TOY #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora