Lienzo vacío

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Cualquier ser humano le tiene miedo al cambio. Desde el niño que va a comenzar la escuela hasta el adulto que encuentra un nuevo trabajo. Para algunos es mínima esa sensación, para otros un gran obstáculo. ¿Y por qué comparar a un niño con un adulto? Porque la madurez no depende de la edad en la mayoría de sus aspectos. Y con madurez no se hace referencia a la consciencia o la capacidad de entender las circunstancias de la vida (en ese aspecto, obviamente, el adulto será mucho más maduro que el niño), sino a aquella que se obtiene con experiencias y cambios, esos cambios a los cuales justamente se suele temer, pero que habrán que ser vividos para lograr una vida madura.

• El simple hecho de no ilusionarse demasiado por hechos insignificantes hará que la consciencia se acostumbre a una ligera posibilidad de ser defraudada, evitando grandes decepciones, pero tampoco volviéndose negativa con la vida.  

• Aprender a disfrutar de las pequeñas cosas que quizá el día de mañana no estén a nuestro alcance.             

• Comenzar a demostrar gestos de cariño a las personas que de verdad queremos en nuestra vida, alejando a quienes solo están por estar y evitando a aquellos que solo buscan arruinar la felicidad ajena para no ser los únicos infelices (cuando pueden aprovechar e invertir su propia infelicidad siendo felices con quienes ya lo son).

• Empezar a vivir para nosotros mismos, sin buscar demostrar o justificar a otros lo que hacemos o decimos, sin buscar adaptarnos a nada ni nadie. 

• Ser productivos, aunque sea en algún segundo del día. Y con productividad  no referirse únicamente a responsabilidades u obligaciones agotadoras, sino también a simples instantes a los cuales dedicándonos sabremos que estamos haciendo lo correcto.                          Para muchos esto será socializar o salir a alguna parte, para otros viajar o tocar algún instrumento, habrá quienes preferirán leer o cocinar. Da igual el tipo de personalidad que uno tenga, la cuestión siempre es procurar apoyar la cabeza en la almohada cada noche y poder decir "Hoy hice algo productivo".

  • Animarse a sociabilizar con personas con las que no solemos hacerlo: diferentes edades, países, culturas o ideologías.

 Y el último detalle y más significativo de todos:

  • Imaginarse a cada uno de nosotros como la mancha de un color y al resto del mundo (personas, objetos, gustos, hobbies, idiomas, etc) como otros colores, todos esparcidos sobre un gran lienzo de dibujo en el que cada color tiene su área, apartado del resto.                               

Tratar de dibujar, mezclándonos con otros colores y dejar que otros también se mezclen con nosotros. Generar matices, comenzando a cambiar nuestro propio color y el de los demás, convertirnos en un "color maduro".

Porque madurar significa animarse al cambio y habremos comenzado a cambiar cuando nuestro lienzo vacío comience a llenarse de diferentes colores, logrando así, poco a poco, tomar la forma de un dibujo de la vida.

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⏰ Last updated: Feb 13, 2017 ⏰

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