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— Disculpe, ¿podría repetirme lo que acaba de decir?

Bruce Wayne miró a la agradable mujer rubia de expresivos ojos castaños y sonrisa apenada— No podemos aceptar a Richard en clases hoy. Lo lamento mucho.

La voz de la mujer hizo eco en su cabeza, la miró largamente y luego miró a su hijo, estaba a su lado tomado de su mano, llevaba su mochila escolar en la espalda y tenía la cara llena de pequeñas ronchas rojas.

— Escuche señorita, le aseguro que no es nada contagioso, es una simple reacción alérgica a una bebida energética —Alegó tratando de mantener la calma— Y no es que yo le haya dado una bebida energética a mi hijo, él la tomó de la nevera sin mi permiso a media noche—Le dedicó una mirada severa a Dick y volvió su atención a la mujer— Le aseguro que no volveré a comprar esa porquería.

— ¡Pero Alfie ama la Kryptonite y Clark Kent también! — Dick se quejó y luego se rascó la mejilla.

La coordinadora escolar comenzó a juzgar las habilidades paternales de Bruce mientras se ponía las manos en la cintura.

— Escuche, señor Wayne, no puedo arriesgarme a una epidemia, lleve a su hijo al médico y cuando tenga una constancia de que no es algo contagioso lo dejaremos reanudar sus clases. Mientras tanto que vaya a casa a descansar.

— No puedo llevarlo a casa, tengo un desayuno importante en un par de minutos.

—Envíelo con su chofer, le ayudaré a conseguir un taxi para usted.

— No voy a enviar a mi hijo solo con el chofer, ¿conoce el índice de secuestro infantil? La mayoría de los casos se cometen en los horarios de entrada o salida de los colegios.

— Bueno, lamento no poder ayudarlo señor Wayne —La mujer dejó de mostrarse amable, era obvio que no iba a ceder.

Cuando volvieron al auto, Dick estaba eufórico.

— ¡No regresaré a la escuela nunca más! — Arrojó su mochila al suelo del automóvil e intentó saltar sobre el asiento pero se golpeó en la cabeza.

La mano de su padre lo atrapó y lo hizo sentarse debidamente, se dio prisa en apresarlo con el cinturón antes de que siguiera moviéndose— Oh, ya lo creo que volverás a la escuela Richard.

Era demasiado temprano para tener una jaqueca, Bruce recargó la nuca en el asiento y tomó aire de forma profunda. De todas las mañanas de todos los días, tenía que ser justamente aquella la mañana en que todo debía complicarse y salir mal. Comenzó a considerar la idea de suspender la cita pero si lo hacía seguramente Kent pensaría que él estaba huyendo del encuentro y no pensaba ceder terreno. No iba a ceder ni un milímetro de poder.

— ¡Papá mira!

Dick se había soltado del cinturón y había bajado la ventana de su lado, tenía la cabeza asomada fuera del vehículo.

— ¡RICHARD, NO! — Sintió una sacudida de terror que le dio un vuelco en el estómago al ver a su hijo en aquella peligrosa postura. Lo jalo dentro con fuerza— ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Eso es peligroso! ¡No vuelvas a hacerlo jamás! ¿Me escuchas? ¡JAMAS!

El silencio profundo que se quedó en el aire después de sus gritos, le hizo darse cuenta que había dejado que su tensión estallara sobre la persona equivocada. Dick lo miraba con profundo arrepentimiento, sus bonitos ojos azules se llenaron de lágrimas y un sollozo le hizo temblar los labios.

— No Richard, no llores. Lo lamento, lo lamento mucho hijo — Lo acercó a él y lo abrazó pero el niño había comenzado a llorar con verdadero sentimiento. Aquel sonido siempre lo mortificaba, necesitaba una alternativa para todo lo que estaba pasando y la única que tenía delante de él era convertir el problema en la solución— Oye, ¿te gustaría conocer a Clark Kent en persona?

Esgrima y FútbolWhere stories live. Discover now