Día 4

7.3K 775 29
                                    

Jueves, 9 de octubre

Me siento extrañamente agotada. Las palabras de Georgina, la carta de ese hombre desconocido y mis estúpidos pensamientos me mantuvieron despierta gran parte de la noche consumiendo cada parte cuerda de mí, distrayéndome y alejándome de lo que realmente debería hacer... dormir.

Me doy un rápido baño y bajo para preparar el desayuno de mis niños. Les sirvo cereal, al no tener ánimos de hacer mucho hoy. Jacob me pregunta sobre cómo estoy, pero no puedo decir nada. Siento mi garganta cerrada. Beso su frente y subo a cambiarme tratando de bloquear mis pensamientos. Creo que podría volver a llorar si me detengo a pensar nuevamente en todo lo que no está sucediendo con mi esposo, y ese hombre.

Cuando bajo, John ya ha llegado.

—¿Cómo haremos cuando tengas que trabajar horas extras? —pregunta mi esposo mientras espero a los niños y reviso que esté todo lo que necesito en mi bolso.

—Lo solucionaremos. —Trato de sonreír, pero inmediatamente frunzo el ceño cuando veo como abre y cierra sus manos con algo de fuerza, ansioso por algo—. ¿Todo está bien?

—Si —dice y me da la espalda sin más.

El tema de los niños no me preocupa demasiado. Jake ya está grande y es un chico responsable. Imposible que no pueda cuidar de su hermana un rato mientras mamá trabaja y también tengo a Lucy, Amy adora ir con ella y estar sobre Matty sólo mirándolo como una acosadora. Me quedo mirando su espalda mientras camina hacia la cocina y mis manos tiemblan por la ansiedad que me recorre. No quiero dejarme llevar por ese camino. Es mi esposo y lo amo... como él a mí. ¿No?

Mis niños bajan y nos salimos. John nos acompaña hasta la puerta, como cada día, pero me niego a volver a mirarlo. No ahora. Hoy no tengo ganas de recibir un beso en la cabeza, y tal parece que a él le importa lo más mínimo. No borra su tranquila sonrisa hacia los niños y al yo no acercarme, él tampoco intenta hacerlo.

[...]

Dejo a mis hijos en sus escuelas y llego a mi trabajo, tan puntual como siempre. Cuando llego al tercer piso, me detengo al ver a Mel en mi escritorio.

—¿Tú que...? —pregunto confundida, pero no logro terminar.

Me mira con diversión y sonríe señalando hacia el elevador.

—Parece que te has levantado algo despistada, Sarah. ¿Recuerdas el quinto piso?

Tapo mi boca y ríe. Había olvidado por completo que ahora trabajaré para el señor Walker. Necesito concentrarme más o voy a terminar equivocándome y no quiero tener problemas con mi nuevo jefe. Espero que no haya llegado aún, con lo cascarrabias que dicen que es, seguro me saca volando por llegar cinco minutos tardes.

Subo al ascensor una vez se abre, despidiéndome de Mel, y tontamente tropiezo, pero un brazo me detiene.

—¿Piso equivocado, señora King?

Mi jefe me mira divertido y me suelta, pero frunce el ceño mirándome de pies a cabeza y ruedo los ojos. Le agradezco y veo detrás de él a su socio, Alexander Collins. Si hay alguien que pueda competir con el señor Walker en aspecto físico, ese es el señor Collins. Es un poco más alto que mi nuevo jefe, con su saco aferrándose a su ancho pecho y fuertes brazos, su reluciente cabello castaño oscuro y ojos ¿azules o grises?, pero lo que más me gusta de él son esas hebras canosas en su barba castaña que cubre su mandíbula cuadrada y masculina. Su cabello parece estar libre de ellas y se ve tan bien. Siempre está pulcramente vestido y peinado, a excepción de los días en que lo vemos en la cafetería donde acostumbro ir los sábados con mis amigas, allí siempre está con sudadera, pero se le ciñe a su perfecto cuerpo y tengo que controlarme para no mirarlo cuando frunce sus lindos labios levemente mientras escribe en su teléfono, lo que es casi siempre. Se ve tan perfecto.

Aventura De Una Ama De Casa Desesperada #3Where stories live. Discover now