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Jackson PV

    La cúpula submarina se creó en el año 2046. Por esa época yo tenía tres años, creo. Es difícil discernir los recuerdos de los sueños, y aún más llevar la cuenta de los años. Uno deja de llevar una buena noción del tiempo cuando pierde su razón de ser, o un motivo para llevarla, aparte de eso, no habían aparatos con los cuales medir el tiempo. En cuanto la cúpula fue construida, todos los ricos, poderosos, y descendientes de héroes de guerra se mudaron a esta. Tomaron sus pertenencias, su dinero, que seguramente allí no podrían utilizar, pero, dejaron a sus familiares enfermos porque en la cúpula no se admitían personas con enfermedades, ya que no querían gastar dinero en medicamentos y cuidar enfermos. A parte, faltaban recursos, o eso decían, pero después veías sus cargamentos a reventar de suministros y medicamentos. Se rebelaron contra el anterior gobierno acusándolo de hipócrita y de ladrón... pero ellos eran más de lo mismo. Al fin y al cabo, todos los que adquieren el poder se transforman dejando sus principales ideales y principios de lado.

     Yo era un niño, y miraba esa escena con esperanzas, no me habían dicho que no podría entrar a esa de ensueño cúpula,creo recordar que tenía un hermano, el cual, con mucha suerte logró entrar a la cúpula. En el caso de que este recuerdo fuese verdad, no sé cómo lo hizo, pero me sigue sorprendiendo que a él le dejasen y a mi no, o quizá me esté confundiendo con el rico que me saludó aquel día. No sé, ni lo quiero saber. Como ya he dicho, en este mundo, los recuerdos son lo menos fiable. Puedes recordar haber estado toda la vida con una mujer que es tu "madre", y tan solo llevar con ella un par de horas. ¿Por qué? No sé, quizás ayuda a tener esperanzas en algo, y en el fondo, eso es lo que necesitamos, ¿no?

   Recuerdo que en aquella época era un niño bastante miedoso y cada noche abrazaba mis piernas para no sentir el frío que envolvía la ciudad y mi inseguro corazón. Las nubes de la contaminación habían hecho que el Sol quedase totalmente tapado, no importaba la hora que fuese, era siempre oscuro, otra razón por la cual la noción del tiempo es tan ambigua. Tenía miedo de todo lo que pasaba a mi alrededor, los jardines de los ricos dejaron de ser aquellos verdes rincones en los cuales aún existía algo de vegetación, los árboles se secaron, el cesped tambien y poco a poco la arena se fue oscureciendo y secando. A veces, tomaba la arena de los jardines para jugar y hacía castillos, túneles, o hacía muñecos con tela, hilo, una aguja, y arena. Un día, mientras recogía arena, divisé a un hombre mirando fijamente algo que tenía en la mano. Era muy raro encontrar a alguien por esa zona, sobretodo a una persona de media edad. Me acerqué, y le pregunté que qué era eso que tenía en la mano.

—¿Esto? Esto es un libro, pequeño. ¿Nunca has leído o visto uno? −respondió con un tono afable.

—No, señor. Nunca.

—Bueno, tengo bastantes, y vivo cerca de aquí...

—No voy a ir a su casa —Le corté. No era un evento anormal que se secuestrase así a los niños... para comerlos. Escaseaba el alimento, y había gente realmente demente.

—Tranquilo —Dijo el hombre, parecía divertido— no tenía esa intención. ¿Puedes esperar aquí? Ahora te traigo algún libro.

   Tras estas palabras, el hombre se fue. Realmente no esperaba que volviese, era común que los adultos dijeran cosas y no las cumpliesen, pero decidí esperar, por si acaso. Mientras esperaba, me puse a recolectar arena, y piedras bonitas, y alguna concha. No solíamos entrar al mar, porque no sabíamos nadar, y por la contaminación que había en la superficie marina. Empezó a oscurecer más, y a hacer más frío, lo que significaba que era tarde, ya estaba empezando a desistir de esperar, cuando lo vi. Era el adulto de antes, con uno de esos "libros" en la mano. Se situó a mi lado.

—Toma, chico, esto es para ti —dijo, mientras me tendía ese extraño objeto rectangular.

   En la parte delantera no había nada, y en la trasera, tampoco. Era totalmente rojo, salvo por uno de los costados, en el que habían unas manchas doradas.

—¿Que son esas manchas? —pregunté, curioso, al ver esas formas.

—Se llaman letras —respondió el hombre, con una sonrisa. — ¿Te las leo?

—¿Leer? —inquirí, confundido— ¿Qué es eso?

—Es como... descifrar lo que dice. Por ejemplo, ahí pone "Los Miserables".

—¡Oh! ¡Así que esas manchas son palabras! —exclamé, maravillado, por un instante sentí una chispa recorrer mi cuerpo.

—Sí, chico —dijo el hombre, mientras reía— ¿Te interesaría aprender a leer?

—Oh, ¿es eso posible?

—Claro, cualquiera puede aprender, si se lo propone y confía en que es capaz.

—Entonces, sí —respondí, muy emocionado—. Sí, por favor.

—Bien, entonces, mañana estáte aquí en cuanto despiertes. Yo estaré esperando, o, en caso de que seas más madrugador que yo, me esperarás tú.

—¿Madrugador?

—Sí, es alguien que se despierta temprano.

—¡Oh! Muchas gracias por explicármelo, señor. Mañana vendré aquí en cuanto despierte.

—Por cierto, es tarde. Te acompaño hasta tu casa,¿vale?

  Al principio dudé un poco, pero el hombre parecía amable, así que le dije que podía acompañarme.

   Camino a mi casa fuimos observando el trayecto, ya que no sabíamos de qué hablar Era un acto de mala educación preguntar por el pasado de las personas, ya que después de una guerra, nadie quiere recordar nada, y mi mente era demasiado simple como para entablar una conversación con ese hombre tan sabio.

   No era un paisaje muy acogedor, se veían las casas de los ricos en malas condiciones, en tan solo 6 años, todo el barrio había adquirido un color totalmente gris y seco, era como si la vida no existiese ahi, solo existía el olor de la muerte, Era fuerte y agrio, como el amoniaco. Cada vez que pasaba por ahí, solo tenía ganas de irme corriendo, lejos, donde ese mal olor no me alcanzase, donde las lluvias ácidas no dejasen ese rastro, la prueba de que estuvimos aquí, la que nos castiga. A veces se veían dos hojas de color verde, pero era un verde apagado y denotaba la vejez del cuerpo mencionado. Pasamos cerca de un contenedor, había cantidades de hormigas aglomeradas a su alrededor, parecían la marabunta. Me acerqué al hombre, siempre me habían dado miedo los bichos, nunca había entendido como esos seres pudieron nacer. A medida que avanzabamos, el camino se hacía estrecho y las casas empezaban a carecer de jardines y otros complementos que habían en las anteriores. Algunas estaban totalmente oxidadas y enmohecidas, otras no tenían nada, eran simplemente un muro con una especie de metal que se utilizaba de puerta, me asomé a uno de esos muros para mirar si había alguien. Encontré una familia, el nefastas condiciones, intente cerrar los ojos y olvidar lo que había visto, pero no podía, esa imagen se me había quedado grabada en la mente. Mi acompañante tomó mi brazo y me miró con comprensión. Decidí seguir y llegamos a mi refugio.

—Ya está, puede marcharse.

—¿No quieres que le explique a tu familia que mañana saldrás temprano?

—Disculpe, señor, pero, ¿de verdad cree que tengo familia?

MACUEDONWhere stories live. Discover now