Capítulo 1

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Volantes

Los árboles secos daban un aspecto tétrico, el cielo estaba completamente nublado, el frío se podía sentir hasta los huesos, el viento no era más que un eco en los lamentos de las familias, frente a él estaba una fila completa de ataúdes; doce para ser exactos, estaban abiertos, se despedían de los cuerpos que yacían dentro, faltaba poco para que los sepultaran, la mayoría eran jóvenes de entre dieciocho y veintidós años, eran sus muy queridos amigos... se encontraba recargado en el pilar de una tumba que tenía un ángel esculpido, sólo miraba al vacío, hundido en sus pensamientos, era un burdo intento de evadir la situación.

Uno setentaiocho de estatura, tez negra, vestía un pantalón de mezclilla negro al igual que su playera de resaque, el clima estaba fresco, pero más sin embargo él no lograba sentirlo cómo los demás que parecían estar cubiertos hasta la nariz. Una argolla dorada sobresalía de su oreja derecha, se colocó su piercing en medio del labio.

Dos hombres vestidos de una manera formal se acercaron a él, los miró con cierta indiferencia, cómo si no existieran.

—Buenas tardes —saludó uno de ellos,

—¿Qué se les ofrece? —preguntó en un tono seco y asertivo.

—Soy el detective Abraham Friedel —medía uno ochentaiocho de estatura, tez blanquecina y pelo corto castaño lacio —, y él es mi compañero Timothy Darío —señaló a su lado derecho.

—¿Qué es lo que quieren? —preguntó ahora en un tono tosco que mostraba que estaba irritado por la situación.

—No tienes por qué usar ese tono, sólo necesitamos que respondas unas preguntas —dijo Timothy quién sacaba una libreta y una pluma —, son pocas, así que no te tomará mucho tiempo.

—Que sea rápido —Abraham asintió.

—¿Qué relación tiene con esos muchachos? —preguntó Abraham.

—Eran mis amigos, teníamos un equipo de fútbol que había ganado la Copa de los Barrios hace dos semanas —respondió mirando al vacío, Timothy anotaba cada palabra que salía de la boca de este.

—¿Desde cuándo los conocías?

—De toda la vida, vivíamos en el mismo barrio.

—¿Sabe qué fue lo que les sucedió? —él se mordió los labios.

—No —Timothy arqueó una ceja sospechando de esa respuesta.

—¿Cuándo fue la última vez que los viste?

—Hace dos días.

—Bien, y por último, ¿cuál es tu nombre?

—Frank Smith.

—Bueno, muchas gracias joven, que tenga un buen día —Abraham y su compañero se fueron de ahí. Frank miró por última vez los ataúdes, los cuales fueron enterrados, los llantos aumentaron al ser tapados por las lápidas, él suspiró con tristeza y se retiró de ahí.

Las calles parecían vacías, los grandes y viejos edificios podían contemplarse, ninguna muestra de vida se percibía, ninguna esperanza, ninguna alegría, sólo estaba él y nadamás.

Faltaban tres cuadras para que llegase a su casa; seguía sin poder creer que todo lo que más quería se hubiese derrumbado en menos de un día, fue muy rápido, toda su existencia parecía desmoronarse conforme el tiempo avanzaba; sus amigos, que eran cómo su familia, habían muerto, y lo peor de todo es que él sabía la razón, pero no quería aceptarlo, algo dentro de él quería escapar de la realidad y seguir viviendo la fantasía que hasta hace dos días era perfecta.

UtopíaWhere stories live. Discover now