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–¡Luciiita, tanto tiempo sin veerte! –La mamá del Nacho sale del departamento, y me rodea calurosamente con sus brazos regordetes, cargados con bolsas negras que parecían ser de... ¡¿Basura?!

–¡Hooola, tía Alba! –respondo entre incómoda y nerviosa, tratando de evitar que me siguiera rozando con las bolsas. –No sabía que había venido a visitar al Nacho.

–Solo pasaba a saludar a mi niño, y aprovechaba de botar su basura y hacer un poco de orden. Tú sabes que si no lo hago yo, no lo hace nadie, jojojo. Pero, pasa no más Lucita, yo voy a botar esto, compro unos engañitos y vuelvo.

Entro rápidamente, aliviada de no haber prolongado más aquel encuentro y busco con la mirada a mi amigo. No está en el living jugando Play, como suele estar casi siempre que lo voy a visitar. Probablemente por la inesperada visita de su madre este escondiéndose en su pieza. ¡Lo voy a sorprender! Somos amigos, no deberíamos perder estas costumbres a pesar de que yo no pueda corresponder a su amor como él quisiera. Me quito las zapatillas y camino sigilosamente hasta su habitación, juguetona. Escucho música a través de su puerta, por lo que me imagino que debe estar dentro. Giro suavemente el pomo y apenas abro, grito con energía –¡Sorpresa!

¡Oh! Y vaya sorpresa me llevo al verlo sobre su cama, encaramado sobre una chica, besándola con la boca tan abierta que pareciera estar engulléndola, mientras que con una mano le estruja uno de sus pechos por encima de la ropa. Sí, por suerte para mí, "aún" estaban vestidos.

Escucho que me grita un "¡Lucía, espera!" que ahogo al cerrar su puerta fugazmente tras de mí.

Con dificultad y dando saltitos, intento ponerme las zapatillas que no había desatado correctamente, mientras me apresuro por el pasillo botando torpemente unos adornos que estaban en el camino. Agarro mis cosas y me dirijo hacia la entrada mientras escucho como Nacho me sigue llamando, intentando darme explicaciones. Me las ingenio para salir sin establecer diálogo alguno y logro subirme al ascensor en donde por fin logro respirar de nuevo.

El espejo me devuelve una imagen deplorable. Tengo el abrigo mal puesto, la cartera torcida, el maquillaje corrido y es ahí cuando me doy cuenta que estoy llorando.

–¡Soy la tonta más tonta! –me reprocho a mí misma, con apenas un hilo de voz –Por fin había tomado la decisión de rechazarlo, y ahora, este idiota...

–¡Pero si yo no siento nada por él! Lo estuve pensando durante todos estos malditos días y ya estaba segura que yo no... pero ahora... ¡La puta madre! ¿Y ahora, qué hago?

(In)decisionesWhere stories live. Discover now