Continuación cap #10

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  —Eso lo decidiré yo —señala Any presentándose a mis amigos—. Encantada de conoceros.

—Anahí —la saluda Andrés antes de abrazarla y alzarla.

Le da dos besos. Tras él va Zach que da dos besos a Any.

—Te necesito ya —me dice al llegar hasta mí.

—No seas capullo, aún no me he tomado nada.

—Te doy cinco minutos.

Asiento y tiro de Any hacia dónde estás las bebidas. Me abro un refresco y la pregunto qué quiere.

—Aunque si eres lista pedirás un refresco. No te sienta bien beber.

—Que te den. —Coge un refresco—. Por cierto, no eres mi niñera. Puedo quedarme sola un poco y vosotros hacer lo que supone que hagáis. Me sentiré mal si por mi culpa, te fastidio la noche.

—No me la fastidias. —En ese momento una morena escultural se dirige hacia mí pero cambia el paso al ver a Any a mi lado.

—¿Seguro? Prometo no meterme en líos y, además, yo también quiero disfrutar un poco.

—Vale, pero no te acerques ni a esos, ni a esos, ni a esos... Ni tampoco a esos. —Señalo.

—Alfonso, has señalado a todos los grupos de tíos del lugar. O te vas ya o voy a empezar a pensar que te gusto y no soportas verme ligando —me pica.

—Mira, haz lo que quieras. Si te metes en problemas, estaré abajo. Ven a buscarme y que le den a Zach y a su partida.


Asiente y reticente me marcho tras beberme el refresco de un trago. Si no tuviera que conducir, bebería algo más fuerte, pero esta noche me toca a mí conducir ya que Zach ha venido con unos amigos y se vuelve con nosotros.

Antes de bajar, miro a Any y me hace un gesto con la mano para que me vaya. Odio dejarla sola y si no supiera que en el garaje el ambiente es peor, la llevaría conmigo. ¿En qué pensaba cuando le dije de venir? No pensaba, algo que me suele pasar a menudo a su lado.

Anahí

¿En qué pensaba Alfonso cuando me dijo de venir a esta fiesta?
Miro a mi alrededor, hay música alta, bebida y gente por todos lados. Y en gran parte es lo que se espera de una fiesta, pero yo creía, en mi atolondrada cabeza, que sería una fiesta más intima y con menos mogollón de gente. Gente que no para de llegar. Hay algo en el ambiente que no me gusta. Aparte de que no dejan de mirarme algunos de los tíos presentes, tengo la sensación de que Alfonso tampoco ha pensado mucho esto y se ha dejado llevar. Cuando se alejó estaba serio y he visto en su verde mirada cómo odiaba dejarme aquí sola. Lo que me inquieta es por qué no ha querido que bajara con él al sótano del garaje. Voy hacia donde está Andrés, pues me está haciendo señas. Estoy llegando cuando choco con alguien.

—Lo siento... —Me quedo de piedra cuando veo que se trata de Valentina—. Hola.

—Hola, no recuerdo tu nombre ni si nos presentó mi hermano.

—Anahí.

—Valentina.

—Lo recuerdo. ¡Qué casualidad!

—Pues sí, perdidas en esta fiesta de la mano de Dios. No sé en qué pensaba mi novio cuando me dijo de venir aquí. —Me señala a un joven que está apostando con otro a ver quién se bebe antes un litro de cerveza—. Cuando no está haciendo el idiota es buen chico. ¿Y tú con quién has venido?

—Con unos amigos, pero me han abandonado por una partida de cartas.

—En el sótano hay liada una timba de póker increíble. He llegado a pensar que esta fiesta es una tapadera para que los dejen tranquilos jugando.

—¡Qué bien! —Nos empujan y Valentina pone mala cara.

—Ven, vamos a algún lugar más tranquilo, quiero hablar de algo.

Asiento y vamos hacia la cocina donde hay una isleta. Nos preparamos algo de beber y nos sentamos.

—Hoy he visto a tu hermano.

—Sabía que no tardaría en ir a poner las cartas sobre la mesa. Es increíble, ¿verdad?. —Muevo la cabeza afirmativamente—. Me pregunto si habrá hombres que tras una noche loca, ignoren que tienen un hijo. Suerte que mi hermano encontró a la que es su mujer y dejó de lado las fiestas y el descontrol. —Sonríe con cariño—. Gracias a eso se centró en su carrera de Medicina. Es cierto eso que dicen que los que organizan peores fiestas en la universidad son los médicos. Mi hermano da fe de ello.

Sonrío. Valentina es una personas afable que consigue que te sientas cómoda con ella enseguida. Doy un trago a mi copa. Está muy bueno.

—Yo estoy inquieta por el pequeño Pete.

—A mí también me preocupa. Es igual que mi hermano cuando era niño y tiene sus ojos.

—Y los tuyos, son idénticos. Bueno, casi iguales —digo fijándome en cómo el juego de luces a veces los hace parecer violetas.

—Casi iguales —repite sonriente—. Estoy deseando decirle a ese niño que soy su tía. Lo acabo de conocer y ya lo quiero. ¿A que es increíble?

—Lo es.

—Es la fuerza de los lazos.

—Bueno, no te creas. Hay gente que con esos mismos lazos no siente nada por sus hijos.

—Parece que lo dices por propia experiencia —señala muy observadora—. Mi padre ha hecho siempre de madre y padre, y casi siempre está de viaje.

—¿Y tu madre? —La mirada de Valentina se ensombrece—. Lo siento, no debí preguntar.

—No está. —Por la forma que tiene de decirlo sé lo que quiere decirme.

—Lo siento.

—No pasa nada. —Da un trago a su vaso y se lo acaba, y me propone que tomemos otra bebida.

—Bueno, la noche es joven —digo más sonriente que hace un rato.

Andrés viene a buscarme y nos vamos con ellos. El novio de Valentina sigue haciendo el idiota y esta no para de mirarlo reprobatoriamente. Los amigos de Alfonso son majos y, sin saber cómo, acabo jugando a meter una moneda en los vasos de chupitos. Por suerte no meto ni una y no tengo que beber tanto.

Pasado un rato, miro inquieta la hora en mi móvil y compruebo que hace más de dos horas que Alfonso me dejó aquí. Si soy sincera, me molesta un poco que me haya dejado sola sin subir ni una sola vez a ver cómo estaba o con quién estaba. Me enfado, aunque no debería, pero lo hago. Y entonces dejo de reírme por las chorradas de sus amigos. Valentina está muy callada viendo cómo su novio se bebe hasta el agua de los floreros y también lleva rato callada. Me disculpo con ellos y bajo hacia el sótano sin saber muy bien qué me voy a encontrar. Llego al final y me quedo de piedra. Hay varias mesas de partidas de póker y varios sofás donde la gente bebe más relajada y se dan el lote. Al fondo veo a una pareja que hasta llego a plantearme si se lo están montando ahí mismo. El ambiente no me gusta. Me pone los pelos de punta. Busco a Alfonso y lo veo al final de la habitación y no tiene muy buena cara. Zach tampoco. Dudo en si acercarme o no hasta que nuestras miradas se cruzan como si intuyera que lo estoy mirando. Me observa muy serio y tenso, como si le molestara que esté ahí. Herida y enfadada más que antes empiezo a subir las escaleras con la mala suerte que me estampo con un torso firme. Me separo, pero no me deja porque me agarra con fuerza.

—Mira con lo que me he topado. —Trata de tocarme el culo, pero me suelto. Él, más rápido, me pega a su cuerpo—. Vamos fiera, lo pasaremos bien.

—Déjala en paz —le ordena Alfonso, tirando de mí hacia él y librándome de su agarre.

—Vamos, Alfonso. Tranquilo hombre, solo estábamos jugando.

Se aleja y Alfonso respira agitado tras mi pecho.

—Sube arriba con Andrés y no te separes de su lado —me dice al oído. En ese momento, empiezo a pensar que Alfonso mandó a Andrés para que estuviera a mi lado y por eso me buscó sin separarse de mí ni un segundo. Lo confirmo cuando empiezo a subir y viene a buscarme. Lo sigo y me siento al lado de Valentina que mira más enfadada su novio.

—¿Todo bien? —me pregunta al ver que no tengo buena cara.

—Todo bien. Nada importante.

La Enfermedad del Amor - Moruena EstringanaWhere stories live. Discover now