25 - primera parte

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*Lean este capítulo con calma y hasta el final. Me disculpo si hay algún error. Hago todo desde el cel. Se lo dedico con mucho amor a @claudiarebek por ser una heroina sin capa y prestarme su cuenta de Netflix. 

25

La "M" era por "muerte"

Es probable que no lo recuerdes, pero durante un tiempo esta historia iniciaba así:

"Todo esto comienza con los Cash".

Después lo cambié por aquello que me dijo Artie el día que llegué a Tagus: "aquí nada es lo que parece", e hice ese cambio para advertirles. Lo modifiqué con la intención de que al menos se prepararan para desconfiar y no se sorprendieran mucho en este punto.

Si el inicio se hubiese quedado en "todo esto comienza con los Cash", habría sido cierto pero al mismo tiempo no.

Todo sí empezó con los Cash, pero no en el momento en que comencé a narrarlo. No cuando Artie y yo íbamos por aquella acera y los pillamos desempacando.

La verdad —que debí haberte contado desde el principio— es que no los conocí durante mi primer día en Tagus, sino que los volví a ver ese día.

Y... te he estado mintiendo un poco.

Un poco demasiado.

Lo sé, lo sé, debes estar con la cabeza hecha un lío. Debes estar pensando: ¡¿qué p*tas estás diciendo, Jude del Carmen Sinforona Petronila?! También sé que se supone que debes confiar en mí. ¡Todos confían en las protagonistas! Las protas nunca mienten y nunca son malas. Ellas jamás cambian la historia, de ninguna forma alteran los hechos y mucho menos omiten secretos. Y si yo hice eso...

Entonces supongo que nunca fui la protagonista.

Esta siempre fue la historia de una villana.

Porque (prepara el terreno para la bomba): el protagonista murió mucho antes del capítulo uno.

Detente ahí y controla esos instintos asesinos hacia mí.

Voy a explicártelo todo.

Voy a contarte la verdad, pero promete que no me juzgarás hasta el final de la historia, ¿de acuerdo? ¿hacemos un trato? ¿pinky promise? ¿juramento de saliva? Listo, era lo que quería.

Para que entiendas este lío junto al porqué de mis mentiras hay que volver seis años en el pasado. Debemos irnos muy pero muy lejos de Tagus, a Miami, la ciudad a la que llegan la mayoría de los inmigrantes. Tenemos que detenernos un día en el que un muchacho de diecisiete años llamado Henrik Damalet, recibió una llamada que le informaba que había sido contratado como jardinero en la casa de una familia muy importante a nivel social y empresarial.

Apenas Henrik colgó el teléfono tenía estampada en la cara una sonrisa enorme. Los ojos color avellana se le habían humedecido un poco, porque su rostro era afable, animado, y Henrik a veces no lograba ocultar las emociones. ¿Y cómo ocultar esa? Todo acababa de cambiar para él y su familia gracias a ese empleo.

—¡Mamá! —soltó al correr desde la pequeña salita a la pequeña cocina del apartamento alquilado por 500$ mensuales—. ¡Tengo el trabajo! ¡Lo tengo! ¡Me voy mañana mismo!

La madre lloró de la emoción. Era una mujer muy delgada con la piel pálida, los ojos cansados, el cabello opaco, las uñas rotas y la existencia exhausta y adolorida. Llevaba tres años enferma de algo incurable y ellos no tenían mucho dinero para pagar los medicamentos en un país en el que un seguro médico significaba exclusión para quien no lo tenía, pero con el nuevo trabajo de Henrik en esa casa de esa familia importante, sí podrían hacerlo.

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