Prólogo

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-¡Demonios, en qué lugar lo habré dejado!

Nerviosa, Sofía busca con gran desespero su pasaporte. Llevaba un mes que ya había preparado todo incluyendo su equipaje para emprender la más grande aventura de su vida. Ya tenía todo en orden como para que al final del momento se extraviara la pequeña libreta con papeles que le permitirían cruzar el portal y abordar el avión que la llevaría a su destino. Nunca fue muy ordenada así que pensó debía corregir ese mal hábito ahora que tenía su diploma y debía comportarse como toda una diseñadora de interiores profesional. Comenzaba a pensar que  perdería su vuelo lo cual era un lujo que no podía permitirse. Como sintió una gran ola de impaciencia busco su teléfono celular para verificar si aún estaba a tiempo y al encender su pantalla apareció un mensaje de texto.

<<Nunca podría decir que fuiste un error. Por más que pienso, no existen palabras para describir lo vivido, lo nuestro. Fuiste parte de las mejores decisiones que tome en mi vida amor mío. Pero no todas las escogidas terminan en un "juntos y felices por siempre". Espero algún día puedas perdonarme por haberte dejado y haberme marchado en busca de mi bienestar profesional. Ya son 10 meses y te cuento todo va muy bien. Espero que al igual que yo, tengas un buen futuro. Éxito en tu nueva etapa. Ya oficialmente eres una adulta y sin duda una gran artista. Te recuerda siempre, Alejandro. P.S. No culpes a Julián por haberme contado de tu nuevo empleo. >>

¿Con que ya habían pasado 10 meses desde esa dolorosa ruptura? Como estuvo tan ocupada los últimos 3 meses realizando todos los procesos que requerían las embajadas, Sofía había perdido la noción del tiempo.

<<Hola Alejandro. Espero que como dices te encuentres bien. Gracias por los buenos deseos. Saludos, Sofía.>>

Lo único que sabía de su antiguo amor era que había conseguido un empleo como ingeniero en una de las mejores firmas localizadas en la ciudad que nunca duerme, Nueva York. En los primeros tormentosos meses luego de la separación de ambos, Sofía nunca recibía respuesta alguna de los mensajes y llamadas realizadas. Así que pensó que aquella forma era la mejor de contestar el mensaje recibido.

-¡Nena, por poco y te quedas en Borinquén!... Te he dicho miles de veces que debes tener mucho cuidado con los documentos personales e importantes. Toma tu pasaporte que lo has dejado en mi habitación anoche. – dijo Celeste con una mirada triste.

-¡Ay mamá! No me he ido y ya andas con los ojos hinchados por tantas lágrimas. Te he dicho que voy a estar bien.

-Si la pasas mal o algo sucede no dudes en llamarme hija. Y nunca olvides que es mejor decir "lo intente y falle" a decir "pudo haber sido".

Sofía estaba muy agradecida con su madre por haberlos criado a ella y Diego con gran esfuerzo. Sufría por tan solo pensar que dejaba a uno de sus más grandes amores sola, ya que por la crisis económica y la alta tasa de desempleos en el país su hermano mayor decidió emigrar a los Estados Unidos terminando en Chicago, la gran ciudad de los vientos. Ahora le tocaba a ella pasar por el mismo proceso, solo que le dolía aún más porque durante los últimos 5 años solo habían sido ellas juntas ya que apenas Diego las llamaba y mucho menos las visitaba.

-Ya es hora y más vale que tengas todo listo porque de no ser así perderás tu vuelo.- anuncio Julián desde la puerta.

-Pero mira al otro, me iré por dos años a un país completamente desconocido y así es como decides tratar a tu única prima en su último día en la madre patria.

-¡Dios te reprenda niña! Ni que último día, como si no vinieras a visitarnos por navidad o en tus vacaciones. Además, recuerda que debes llamar a los abuelos semanalmente y a la tía dos veces al día.

-Pero que exagerado primo. Solo admite que me van a extrañar.

-Anda vamos, que se nos hace tarde.- suspira mientras toma el equipaje de Sofía.

Durante el trayecto hacia el aeropuerto Sofía pudo admirar por última vez el atardecer de su tierra, la mezcla de los colores naranjas, azules y rosados que solo el cielo de su país podían regalar. Por su vista paso el azul turquesa de las costas, el brillante verde de las montañas y en su tacto experimento la fresca brisa que emanaban los grandes árboles y las hermosas palmeras. Pensó en sus familiares y en aquellos amigos que dejaría atrás por un largo periodo de tiempo e inconscientemente comenzó a cantar aquella canción del jíbaro que su abuelo tanto le cantaba. Luego de dos horas de trayecto se encontró frente a la entrada principal del concurrido aeropuerto del país. Con eso supo que era hora de enfrentar el momento doloroso de las despedidas y partida. Sofía miro a su madre y primo a los ojos, los abrazo fuertemente y solo consiguió decir un te amo. Su mamá que con tanto esfuerzo la ayudo a realizar su sueño y su primo el cual habría sido más como un hermano vieron los pasos determinados de Sofía al cruzar aquel umbral acristalado ya que solo quedaban unos minutos antes de que el vuelo partiera a su destino.

- ¿Crees que estará bien?

- Claro que si tía. Es despistada, desordenada, un poco terca pero lo más que le sobra es fuerza y carácter.

Con un nudo en la garganta y ojos llorosos Sofía se encontraba ya en el asiento asignado del avión. Con pesadez y el corazón encogido decidió cerrar los ojos, tratar de dejar todo atrás, pensar en lo que depararía el futuro y descansar. Al final de cuentas siempre pensaba que el futuro era algo que por cuenta propia el ser humano desarrollaba u construía, no era hecho de casualidades. Luego de 26 horas de vuelo, dos escalas, un sin número de flechas y letreros finalmente Sofía llego a su destino.

- He llegado y solo serán dos años. Dos largos años, Corea del Sur.

Grato TrayectoWhere stories live. Discover now