Capítulo 41: Elefante.

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Los colores del arcoíris estaban desordenados en el inmenso cajón con los discos de la tienda a la que había ido a la desesperada. En la forma en que había esquinas todavía sin tocar, podías notar que los dependientes los habían colocado por orden cromático, mucho más bonito que el alfabético al que solían recurrir el resto de tiendas de música, o incluso los grandes almacenes.

Más bonito, sí, pero también más inútil y desesperante. Los clientes en potencia enseguida rompían el delicado equilibrio que se formaba en las olas de color.

Suspiré mientras pasaba los dedos por las carátulas de los discos, maldiciéndome a mí misma por no haber insistido un poco más en Internet. Después de buscar en todas las tiendas que se me ocurrió en Oxford Street, había decidido usar el bono de transporte para venir hasta Camden y perderme en sus puestos de mercadillo interminables, pero ni por ésas había conseguido encontrar lo que buscaba: un disco de una banda coreana con la que Shasha había decidido obsesionarse después de vaciar, literalmente, las estanterías de las tiendas de música de las secciones de música extranjera.

Me estaban entrando ganas de llorar pensando en que no conseguiría encontrarle el disco, y eso le chafaría el regalo a mi hermana. Me había acercado a los vendedores de los puestos, de rasgos asiáticos y aspecto aburrido, y les había preguntado por el nombre de la banda completo.

-Hola, perdona, ¿tendrás algo de Bangtan Sonyeondan?

El chico había parpadeado en mi dirección, masticando un chicle.

-¿Quién?

-Bangtan Sonyeondan. Es un grupo de la década de 2010-le tendí el móvil con una foto del logo de la banda, con la esperanza de que le sonara de algo. El chico chasqueó la lengua y se dio una palmada en la frente.

-¡Te refieres a BTS!-se acercó a uno de sus cajoncitos de verja de metal y examinó por encima los títulos. Me sentí estúpida creyendo que Shasha llamaba a la banda BTS por abreviarlo, y que nadie me entendería si no usaba su nombre completo-. No, lo siento-negó con la cabeza-. Toda su discografía está descatalogada. Por los problemas que tuvieron con las empresas de entretenimiento más grandes. Es casi imposible encontrar nada-se encogió de hombros y seleccionó un disco del que tenía un montón de copias-. Pero, ¡oye! Esta banda tiene un sonido bastante parecido, quizás te guste...

-Lo siento. Necesito que sea de BTS. Es para mi hermana.

-Es una lástima-respondió en tono cortante el chico, y dejó que me fuera sin tan siquiera responder a mi despedida.

Había caminado por el barrio esquivando a los turistas, tragándome el nudo de mi garganta, hasta que encontré la tienda en la que me encontraba ahora. Había bastante gente en su interior y parecía tener varios pisos, así que me animé a entrar, sólo para descubrir un santuario del rock y del indie en el que la música que Shasha solía escuchar quedaba relegada a la sección de curiosidades. Y allí estaba yo, revolviendo en un cajón de ofertas con la esperanza de encontrarme con las caras de los chicos con los que Shash había decidido obsesionarse, angustiándome porque ya veía que mi regalo tremendamente bien planeado no podría ser tal.

Shasha nos había contado a Scott y a mí que quería ponerse pañuelo, y después de comentárselo a papá y mamá y decirle ellos que esperaran, a mí se me había ocurrido que podría regalarle su primera prenda con tintes religiosos. Aunque no pudiera ponérsela hasta dentro de un par de años (cuando estuviera "realmente preparada"), sabía que le haría ilusión tener una pieza de suave seda con la que fantasear. Y llevaba varios meses navegando por Internet en busca del disco que yo ahora buscaba a la desesperada en Camden, así que no podía dejar de sonreír pensando en la cara que pondría cuando le entregara la carátula del disco que tanto le había costado encontrar, con un pañuelo de seda doblado cuidadosamente dentro a modo de sorpresa.

S a b r a e (Sabrae I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora