La Emperatriz

15 1 0
                                    




Diez años después.

Dominica, Pequeñas Antillas.

La noche era silenciosa y alguien de la misma manera esperaba. La mujer estaba trepada en una de las ramas más firmes de ese roble, esperaba con paciencia en la penumbra. Charles le había dicho que jamás perdiera de vista a El Fantasma del Galeón ni a su tripulación ni a su capitán, al que apodaban "La Salamandra" el malnacido tenía una deuda que pagar y aunque ya estaba viejo no sería la horca la que se hiciera cargo de él sino ella misma. Estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviese en sus manos sin permitir que nada se le interpusiera. Alentada por el deseo de venganza lo había perseguido por años, el único propósito de su existencia era obtener la cabeza de ese hombre y lo iba a lograr así fuera su última hazaña. De ese placer no iba a privarla nadie.

Cansada de esperar como vigía y tener las noticias que deseaba saber, estaba próxima a irse cuando los gritos de otra mujer la alertaron. Se paró en la misma rama y trató de seguir el sonido, parecía venir en dirección de la playa. Sin pensarlo saltó del árbol y como los gatos cayó de pie a tierra, con sigilo corrió siguiendo el sonido de los gritos que cada vez se hacían más fuertes. Con cuidado se escondió en un monto de arena para no ser vista por enemigos pero al observar que no había nadie más —salvo los gritos que pedían auxilio— preparó su sable y caminó con lentitud hacia la dirección que el sonido le indicaba.

El tipo tenía sometida a una mujer bajo su cuerpo, ella forcejeaba intentando liberarse y evitar el acercamiento pero le era inútil. El hombre sucio, maloliente y jadeante buscaba saciarse la lujuria con ella. Le había rasgado ya la poca tela del vestido, sus piernas abiertas y sus pechos al descubierto lo tenían excitado y en descontrol.

—Vamos india mulata, dame lo que quiero, ya verás cómo te va a gustar. —Le decía con fulminante aliento a alcohol.

La mujer lloraba sin dejar de gritar, al tipo las manos no le ajustaban para taparle la boca, mantenerla quieta y desnudarla.

—Déjala en paz. —Le ordenó la mujer armada que lo había tomado desprevenido apuntándole al cuello con la punta del sable, el tipo reaccionó—. No dudaré en atravesarte el cuello y dejarte aquí retorciéndote hasta que te desangres.

Cuando el tipo lentamente soltó a la mujer que tenía debajo de él y levantó la cabeza, su presa aprovechó para apartarse de él arrastrándose entre la arena. El asqueroso borracho levantó la mirada hacia quien estaba osando amenazarlo y hacia quien le había interrumpido el momento.

—¡Já! —Bufó al reconocerla—. Miren nada más lo que trajo la marea, pero si es su alteza real, la reina del mar, nada más y nada menos que "La Emperatriz" ¿Qué hará esta belleza en Dominica?

—Cállate perro sarnoso. —Empujó la punta del arma en su cuello, el tipo tragó levantando las manos también.

—¿No quieres que nadie lo sepa? —Sonrió mostrándole sus podridos dientes—. Creo que a los franceses les gustaría saberte aquí.

—Si me reconoces significa que no eres un lugareño de aquí. —Le dijo la mujer al mismo tiempo que miraba a la otra que aún temblando y secándose las lágrimas se cubría la desnudez con lo poco que le había quedado de la ropa—. Y por la aberrante lujuria que cargas imagino que eres una sabandija del mar como tus demás compañeros. ¿Dónde están? —Empujó amenazante aún más la punta de su sable, poco le faltaba ya atravesar la carne del cuello.

—¿Compañeros? —Sonrió con burla para no demostrarle miedo—. ¿Acaso no te basto yo dulzura? ¿Quieres hacerlo en grupo?

La mujer se enfureció más y sin pensarlo le soltó una patada en la cara que lo hizo rodar varias veces, el estar completamente ebrio le impedía al hombre ponerse de pie.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 12, 2019 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

La EmperatrizWhere stories live. Discover now