No soy un farmacéutico

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Si alguien está leyendo esto, nuevos capítulos los lunes.

—¿Por que te persigue la policía?

Doofenhsmirtz había vuelto a tomar el control del vehículo y conducía con la mirada fija en la carretera, por una vez había logrado sumar dos y dos.

La mandíbula tensa del ahora humano y los sonidos policiales.

Bueno, en realidad era uno y uno pero ¿Por qué huía su enemigo de la policía?

Se suponía que el ornitorrinco...humano, era el bueno en todo lo que conocía.

La idea de que el agente hubiese decidido hacer algo lo suficiente grave como para provocar una persecución policial le enervó haciéndole apretar los puños en el volante y que sus nudillo se tornasen blancos.

Un silencio incomodo era lo único que podía escucharse.

—¿No vas a decírmelo? Te persigue la policía, secuestras mi coche, me utilizas como chófer y ahora te haces el mudo ¡Yo siempre te cuento mis historietas! ¿Dónde están tus modales? ¡No me mires así, sabes que tengo razón!

Perry le dedicó una de esas miradas de "Deja de hablar, por favor", mientras se sobaba la cabeza. La adrenalina se había empezado a esfumar dejando detrás solo un dolor de cabeza que no había sido capaz de notar aquella mañana con tanto movimiento.

Aparcó el coche frente a la puerta de su característico edificio ya antes de que el agente pudiese hacer algún ademán de bajarse Heinz pulsó el pestillo bloqueando las puertas.

—No vas a salir de aquí hasta que me digas que está pasando.

Dedicandole una mirada entre dolida y cansada suspiró, era raro ver al doctor tomándose algo en serio que no fuese un trauma infantil o alguna represalia absurda contra un desconocido.

—CaAAnnsufioooooOh..rajlof.

Nunca en su vida había hablado, y que tuviese ahora unas cuerdas vocales que lo permitieran no cambiaba aquel hecho.

El doctor le miró con los ojos entrecerrados.

—VENGA YA, ¿¡AHORA RESULTA QUE HABLAR NO ES UNA OPCIÓN?!— Manoteó en el coche alzando los brazos al techo y golpeó contra el salpicadero, frustrado.

"...pelo verde azulado, varón, atlético, sobre un metro setenta, tez morena, nariz romana, entre los veinte y treinta años, la última vez que se le vió fue en la zona de residencial de los suburbios con una sábana como única vestimenta. La policía se ha comprometido a informar de los avances en el caso aunque testifican que seguramente se trate de un caso aislado. El alcalde de nuestra ciudad ha decidido pronunciarse para calmar a los ciudadanos."

El hombre de la radio dejó pasar el clip de audio, diferenciándose gracias a los murmullos y sonidos de flashes típicos de una conferencia de prensa que se escuchaban de fondo. La voz de Roger Doofenshmirtz se alzó ante el ruido con seguridad.

"Queridos conciudadanos, me comprometo, junto a la ayuda de nuestro eficiente cuerpo de policía, a atrapar a ese depravado. La ciudad de Danville no es lugar para delincuentes de ninguna clase y menos para descorazonados capaces de entrar como dios les trajo al mundo en el dormitorio de una pobre niña..."

Perry pulsó el botón apagando la radio, sin dejar que el alcalde terminase del todo la última palabra.

Doofenshmirtz le miró sin variar la expresión, como si esperase que dijese algo que hiciese que aquello que acababa de escuchar tuviese sentido.

Un sentido totalmente distinto a lo que parecía tener.

El peli azul aprovechó para subir el pestillo de la puerta y deslizarse hacia el exterior.

Por una vez en su vida no sabía cómo expresarse sin palabras. No tenía forma de negar las palabras de la radio, eran reales aunque sacadas de contexto.

El mismo Heinz tenía una hija, incluso el con todas sus falacias sobre la maldad debía pensar que era algún tipo de monstruo depravado.

No pudo dar un paso en el pavimento cuando sus piernas se sintieron como dos columnas de gelatina y estuvo a punto de caer de boca.

El doctor le agarró del brazo tirando de él hacia arriba, pasando un brazo bajo los suyos ayudándolo a mantenerse en pie.

Estuvo a punto de decir algo más cuando una señora que pasaba cerca a ellos le cortó.

—¿Qué le pasa a este hombre? ¡Necesita ayuda! llamaré a una ambulancia.

Los ojos de Perry se agrandaron en sorpresa y miedo, una ambulancia sería el camino directo a contactar con la policía.

Se preparó para un segundo intento en el día de vocalización.

—Señora, está todo bajo control.

El más alto habló con un deje autoritario, la señora le miró entrecerrando los ojos ante la negativa.

—¿Quién es usted?

—Yo...— La voz del científico trastabilló con la duda— Soy doctor...su doctor, le estoy ayudando a llegar a su apartamento. Me gusta tratar a mis pacientes personalmente.

La señora le miró con los ojos entrecerrados sin acabar de creerlo del todo.

—¿Ves? Llevo bata, como un científico malva.... como un farmacéutico.

Esta vez la mujer se dio por contenta, y haciendo un movimiento de cabeza a modo de despedida siguió su camino.

El dúo consiguió entrar en el edificio sin más problemas que las piernas temblonas del agente.

Orange JuiceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora