Genghis Khan

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  Si vas a escribir algo de PyF y quieres que parezca minimamente creíble, en algún momento tienes que añadir música. Cuando veáis cursivas, esto es vuestro fondo. (Y si no conocíais la canción, buscadla, por que por el amor de dios, SU VIDEOCLIP ES ORO.)


—A ver, se que en términos legales se me considera ocelote, ya sabes, mis traumas infantiles. Pero creo que esta bastante claro que soy humano de nacimiento. Me ofendes, Perry el ornitorrinco.

Perry dirigió una mirada exasperada a Heinz y señaló violentamente a Peter. Este le miró con una ceja levantada.

—El mismo tiempo que tú, supongo que la agencia fundió nuestros relojes al mismo tiempo de forma remota.

Perry negó con la cabeza, alterado.

—Puedes habl-ar.

Sus nervios no ayudaban a que su forma de hablar fuese un poco menos patética. Las ganas de tirarse al cuello de Peter y darle un puñetazo solo iban en aumento.

—¿Y qué? ¿No se te ha ocurrido pensar que lo mismo el oso panda está más cerca de la escala evolutiva humana o algo así? Quizá es algo más fácil que eso, quizá es que simplemente yo estoy más cualificado.

La mirada de Peter fue fría y dura, sin dejar ningún espacio a que le contradijeran. Perry soltó un gruñido indignado ¿Le estaba llamando idiota? Miró a Heinz, que observaba la situación casi preparado a meterse debajo de la mesa para escapar, buscando su apoyo.

Heinz cruzó la mirada con él y se encogió de hombros, nervioso.

—Eh...no se exactamente cuales son las posibilidades de...Peter podría tener razón.

Perry no podía creérselo, le estaba dando la razón a ese panda roba-enemigos. Sintió un pinchazo de celos, sintiéndose traicionado. Ante su expresión Heinz intentó explicarse.

—Bueno, cuando yo fuí ornitorrinco era capaz de hablar...¿recuerdas haberte dado un golpe en la cabeza? Podría ser algún tipo de afasia.

Perry negó enfadado. No se había dado ningún golpe, simplemente no había hablado en toda su vida ¿Cómo narices iba a saber hacerlo sin más?

—Quizá sea mejor que seas mudo. Por tu cara puedo notar que no tendrías nada bonito que decir.

Si las miradas matasen Peter hubiese estado muerto y enterrado a kilometros bajo tierra.

Heinz miró nervioso a los agentes, presintiendo que en cualquier momento ambos se ensarzarian en una pelea violenta que no tendría forma de parar. Una cosa era salir escaldado en sus batallas diarias con Perry en forma de ornitorrinco, otra muy distinta era morir en el fuego cruzado de dos agente expertos, humanos y muy enfadados.

Tenía que cortar ese desenlace antes de que empezase siquiera.

—Perry el ornitorrinco humano, creo que estás bastante nervioso, estas sacando las cosas de quicio. No eres menos por no poder hablar...

El agente golpeó la mesa sin dejarle acabar lo que estaba diciendo y lo miró insultado ¿Nervioso? ¿NERVIOSO? ¿SACANDO LAS COSAS DE QUICIO? en lo único que tenía razón Peter es que si estuviese hablando ahora mismo diría palabras que sonrojarian al más bárbaro.

Podía entender que Peter con su naturaleza taimada le intentase dejar por un idiota paranoico, pero que Heinz se pusiera de su parte le dolía más de lo que le gustaría reconocer.

Se levantó de golpe tirando la silla hacía atrás, clavó los dedos en la mesa. Era eso o pegarle a Peter.

Tragó aire y contó hasta 10.

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1,2....7,8...10

No, no era suficiente para calmar sus ánimos.

—¡Perry el humano!, ¡podemos hablar como perso...nas!

Antes de que Heinz acabase su frase Perry ya había salido por la puerta principal y la había cerrado con un portazo.

Doofenshmirtz y Peter se quedaron en silencio.

—Estoy seguro de que volverá...a veces se agobia, ya sabes...no le caes muy bien, creo que sigue dolido por lo de aquella vez.

Peter dió un trago a lo que le quedaba de café en la taza y asintió.

—Es lo que pasa cuando no sabes controlar los celos, te enfadas por las cosas equivocadas.

El doctor le miró frunciendo los labios, por una vez no sabía qué contestar.

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El ascensor abrió sus puertas en la planta baja y Perry salió con paso decidido, esperaba que respirar un poco de aire le despejara las ideas.

La gente pasaba tranquilamente por la acera paseando, ajenos a los problemas físicos y emocionales del agente.

Porque claro, a parte de estar atrapado en un cuerpo humano, estaba atrapado en una gran bolsa de sentimientos, cada cual más intenso que el anterior.

El que más destacaba en aquel instante era el de odio al agente panda.

La rabia volvió a bombardear en una ola abrumadora y no pudo contenerse de patear al inocente parquímetro que había frente a la puerta del edificio.

Lo que sí pudo contener fue un grito indignado de dolor mientras saltaba agarrándose el pie.

"Por supuesto que sí, Perry. Dale la razón a esos dos, demuestrale a Heinz que tiene razón y que no sabes controlar tus nervios." Se reprendió a sí mismo internamente hasta que se sintió observado.

En la acera de enfrente una señora le observaba mientras hablaba con...con un guardia de tráfico.

"Mierda, la policia."

Con la irritación no se había acordado de por qué se ocultaba en la casa de Doofenshmirtz en primer lugar. Intentó mantener la calma y busco un lugar donde ocultarse sin parecer sospechoso.

Vio el cartel de una cafetería al final de la calzada y caminó lentamente hacía ella como si estuviese dando un simple paseo. Consiguió llegar a esta sin problemas, y entró no sin antes comprobar de reojo si seguía siendo observado. Después de todo quizá se estaba volviendo un poco paranoico, quizá la señora solo estaba mirando el parquímetro con la esperanza de que el guardia le quitase una multa.

No, definitivamente le seguían mirando a el.

En la cafetería no había demasiada gente, en la mesa más alejada una madre con un carrito de bebé le daba de amamantar a su hijo, cerca de la barra un chico con una gorra que le tapaba el rostro sorbía un batido de forma ruidosa, por último, junto a una puerta que debía ser el baño, otro chico tocaba la guitarra amenizando el ambiente.

Perry se sentó en la mesa que le quedaba más cerca y una camarera no tardó en acercarse para atenderle.

—Buenos días, caballero ¿Sabe lo que va a tomar?

El estómago de Perry volvió a gruñir ante la mención de poder comer algo. El agente le hizo una seña a la camarera, como si escribiese en el aire, y esta le pasó la libreta de las comandas.

"Una botella de agua, por favor.

¿Tenéis algo que no tenga ni azúcar ni sal?"

La camarera leyó la nota y luego miró a Perry, bueno, más bien a su pelo turquesa.

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