Capitulo 1

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Tomó un poco de pintura de kohl con dos de sus dedos y se pintó el párpado en negro bajando luego su dedo índice manchado con aquel pigmento por su mejilla, creando una línea negra que empezaba debajo de su ojo hasta la altura de su boca. Así, los dos lados de su rostro estaban pintados de la forma tradicional que debía llevar.

Se rascó la barbilla con su otra mano para no mancharse. Ahí debería haber una barba frondosa, naranja, y con trenzas, pero no. Su padre fue un hombre robusto y un buen rey, pero no le dio la genética suficiente como para que le saliera una buena barba. Y eso, viniendo de un vikingo, era algo vergonzoso.

Su cuerpo fornido, con músculos tonificados gracias al gran ejercicio y luchas que tenía casi a diario, estaba lleno de tatuajes tales como un Vegvísir en el pecho, justo donde latía su corazón, y un AEgishjálmur en el brazo derecho con el que, en las batallas, sostenía su querida espada que pasó de generación en generación.

Podría decirse que el día a día de un vikingo era muy normal, aunque no tanto cuando eras el rey de tu pueblo. Pero muchos rumores hablaban sobre la forma bárbara de ser de éstos, sus formas de saquear y de matar para demostrar que eran los más fuertes del mundo. Y en cierta parte, esos rumores eran ciertos. Más de lo que pudiera pensar la gente, eran inteligentes. Las mujeres, al igual que los hombres, podían combatir en batallas como uno más.

A Sehun le daba igual los rumores. Si él quería saquear pues lo haría, si él quería matar, también. Como justo en ese momento, que una tropa de sus hombres junto con él, se dirigen por el río Liffey hacia el este de Irlanda. Iban a saquear un pueblo y, tal vez, quedarse asentados en ese lugar si las condiciones eran mejores que donde ellos residían.

El barco llegó a la costa y ellos se bajaron con ansías de guerra. A aquel pueblo les pilló algo desprevenidos pero en seguida quisieron contraatacar. Y así fue como empezó una lucha sangrienta. Las mujeres intentaban huir con sus hijos en brazos, pero eso les daba igual a los vikingos, si tenían que matarlas lo harían.

Sehun cortó el abdomen de un aldeano con su gran espada y observó la sangre salpicar por todos lados. Se apartó justo en el momento en el que una flecha iba en su dirección. Si no hubiera sido por sus reflejos, aquella flecha estaría clavada en su frente.

Más flechas atacaron a sus luchadores. Algunas acertaban de lleno en partes vitales por lo que Sehun tuvo que pensar en algo rápido. Corrió a refugiarse lejos de la zona de batalla, y miró a todas partes. Alguien, escondido desde alguna parte, era el encargado de disparar las flechas. Un pequeño reflejo rubio se asomó entre plantas y árboles en una zona más elevada que Sehun pudo ver por el rabillo de su ojo izquierdo.

Sehun decidió darse un pequeño rodeo escondiéndose entre los matorrales para llegar a donde ese arquero se escondía. Por suerte, aunque su cuerpo era grande, al ser silencioso la persona no le descubrió y él se pudo acercar por su espalda para pillarle desprevenido.

Sehun se lanzó a por aquel desconocido y lo tumbó en el suelo. Primero sujetó sus piernas con las suyas, luego agarró su arco y se lo arrancó de las manos para partirlo con algo de facilidad ya que era un tanto austero y fabricado de forma sencilla con madera de cualquier tipo de árbol de la zona. Cómo el chico no paraba de moverse debajo de él, tuvo que agarrarle las manos por detrás de su espalda y pegarle al suelo con fuerza.

—Estate quieto, maldita sea. —gruñó apretando los dientes.

El chico era más pequeño que él, su cuerpo no estaba tan tonificado y no parecía tener mucha experiencia en combates cuerpo a cuerpo, lo que explicaba que él atacara a la lejanía con su arco. Pero lo que sí tenía era energía y velocidad, tanto que para Sehun era cómo mantener a una lagartija entre sus manos, escurridiza y rápida.

Para que no se escapara y dejara de moverse, Sehun le obligó a girarse en el suelo y colocó su espada en el cuerpo del chico que se quedó quieto al sentir el frío metal contra su yugular.

—Oh, ya no eres tan enérgico, ¿verdad?

Sehun se fijó atentamente en el chico. Su pelo, rubio, estaba revuelto y se pegaba a su frente debido al sudor, sus labios entreabiertos y resecos por donde soltaba jadeos, sus ojos brillantes y de un azul intenso no le quitaban la mirada de encima. El chico soltó una pequeña risa de golpe que descolocó a Sehun.

—¿De qué te ríes? —le preguntó con gruñidos.

—De que no solo estoy sintiendo tu espada en mi cuello. —le comentó el chico con un tono de humor, algo raro dado en la situación en la que se encontraba.

Sehun sabía a qué se refería y su agarre pareció flojear durante unos instantes. El chico intentó aprovecharse de esto para intentar escapar pero fue imposible moverse ya que tenía el gran cuerpo del vikingo sobre él. Se quedaron mirando en silencio el uno al otro, desafiándose con la mirada aunque el chico tuviera una sonrisa burlona en su rostro.

Las matas de plantas al lado de ellos se movieron. Sehun miró en esa dirección y pudo ver como, por el rabillo del ojo, el chico bajo él se ponía nervioso. A los segundos, apareció una mujer joven entre aquellas plantas.

—¿Jongdae? —preguntó la chica, mirando en su dirección con preocupación.

Sehun no se lo pensó dos veces antes de agarrar un cuchillo que colgaba de un cinturón de su pantalón y lanzarlo para que se clavara en la cabeza de la chica que cayó inerte al suelo. El chico bajo él soltó un grito desgarrador que fue como música para Sehun.

—¡Era mi prometida!

—¿Crees que me importa? —la espada se clavó más en el cuello de Jongdae, haciendo un fino corte en su piel.— Te vas a venir conmigo.

—¡Ni hablar!

—Te estoy diciendo que no vas a morir aquí.

—Prefiero morir.

Sehun chasqueó la lengua y guardó su espada para levantarse de encima del cuerpo del chico y agarrar sus brazos con fuerza, obligándole a ponerse de pie. Jongdae miró el cuerpo inerte de su casi futura esposa, la cual llevaba siendo su mejor amiga desde que él tiene uso de razón. No la amaba de la forma en la que todos creían, pero la quería tanto que se prometió con ella para evitar que se casara con un viejo decrépito en una boda pactada por sus padres.

Pero ahora la envidiaba. Todo el mundo sabía que era mejor estar muerto antes de que ser un rehén de los vikingos. Los rumores que había sobre ellos hacían temblar hasta al más valiente de los hombres.

Vikings { SECHEN }Where stories live. Discover now