No lo podía creer, era ella. Me sorprendí tanto que de los nervios colgué y aventé el teléfono encima de la cama de Nath.—¡Emi! ¿Qué haces? —preguntó Nath, sorprendido.
—¿Qué? —reaccioné.
—¿Porqué le colgaste? —preguntó Yael mientras iba por el teléfono.
—Lo siento chicos, me ganaron los nervios.
—¡No seas tonto es tu oportunidad de hablar con ella!
—Lo siento es que me puse nervioso chicos.
—Está bien, Emi. Vuelve a marcarle pero primero cálmate —dijo Yael, tocándome el hombro.
—Ay Emi, si quieres le marco yo y le digo que la extrañas y que la quieres —dijo Nath aventándose a la cama por el teléfono.
—¡No Nath, espera! —exclamé tirándome detrás de él y arrebatándole el teléfono.
Nath volvió a quitarme el teléfono y fué del otro lado de la cama para que no se lo quite de nuevo y empezó a marcar el número.
—¡Nath, dame eso por favor, no vayas decirle! —me había preocupado ya que Nath en serio le iba a llamar.
—¡Nath, no es momento de juegos, dale el teléfono a Emi y que él le marque! —le dijo Yael.
—¡Ay, se pasan chicos! No aguantan nada —respondió Nath riendo dándome el teléfono.
—¿Estás listo? —preguntó Yael con una sonrisa.
—Yo creo que sí —respondí respirando profundo.
—Entonces déjame le marco y te la paso —dijo Nath, tomando el teléfono de nuevo.
Asentí con la cabeza, marcó el número de nuevo y me lo puso al oido.
El teléfono sonó y la llamada entró nuevamente.
—¿Bueno? —preguntó Sofy por el teléfono—. ¿Quién habla?
—¡Hola Sofy! —respondí, escuchar su voz de nuevo me llenó de felicidad, sentía cosquillas en el estómago, estaba muy emocionado y algo nervioso—. ¿Cómo estás?
—¿Quién habla?
—Soy yo, Emi —respondí.
—¿Emi? ¿Eres tú, en serio? ¡Aaah! ¡Es un enorme gusto escucharte! —respondió, emocionada—. Estoy bien ¿Y tú?
—Igual, Sofy. Estoy bien —le respondí mordiéndome las uñas de los nervios.
Los chicos me miraban emocionados.
Yo no podía creer que esté hablando con ella, estaba muy emocionado. Fuí hasta la cama y me acosté para seguir hablando.
—Me da gusto saber de tí.
—Igual a mi Emi, estoy muy feliz de escucharte —respondió.
—Sofy… Désde aquella tarde he estado pensando en tí —le dije, me temblaba la voz—. Te… te extraño.
—Aww, igual yo. Quería pasar más tiempo contigo, en verdad lamento mucho haberte dejado, recuerdo verte muy triste por lo que hablamos, pero no tenía opción mis vacaciones ya habían terminado —respondió—. Igual me sentí muy triste al quitarme de ahí.
—Emi, en un momento regresamos. Vamos por palomitas a la cocina —dijo Nath yendo hacía la puerta con Yael, te dejamos para que hables con ella.
—Está bien chicos, gracias —respondí, tapando la bocina del teléfono.
Los chicos salieron del cuarto y seguí pláticando con Sofy.
—Me había acostumbrado a salir contigo en esos días, los recuerdo y me causan felicidad así como ahora al escucharte de nuevo, y si, me sentí muy triste, pero ya pasó. Sabía que tenías que irte pues las vacaciones no duran mucho.
—Lo siento, no quería lastimarte. Igual yo Emi, te extraño —dijo suspirando—. Oye… ¿Tú me llamaste hace unos días?
—Si, intenté llamarte pero me contestó un señor.
—Era mi papá, salí al cine con unas amigas y cuando regresé me dijo que me había llamado alguien preguntando por mi.
—¿Amigas? —pregunté, confundido.
—Sí, unas amigas de la escuela ¿Porqué?
—No, por nada —respondí, riendo—. Desde hace días que igual intenté contactarte por el videojuego que jugamos pero no te habías conectado igual.
—Es que mi consola de videojuegos está fallando y no he podido entrar, pero ya la están reparando.
—Oh, entiendo.
—Emí me dió mucho gusto hablar contigo aunque sea un rato pero ya me tengo que ir —dijo Sofy con voz temblorosa.
—¿Estás llorando? —le pregunté al escuchar su voz.
—Es que te extraño, me la pasé muy bien en esos días y quisiera verte de nuevo —respondió—. Me gustaría seguir hablando pero me están llamando para ir a cenar, y si no voy me castigarán por estar mucho tiempo en el teléfono.
—Esta bien, mejor ve. Me dió gusto hablar contigo otra vez.
Colgué el teléfono, iba a ponerlo en el buró y recordé que la llamaba era para avisarle que iría a visitarla pronto y olvidé decirle. Le marqué varias veces pero ya no me contestó. Mejor dejé el teléfono en su lugar.
Me emocioné mucho por hablar con ella de nuevo, aunque por teléfono. Después de lo que pasó entre nosotros en las vacaciones, no me había animado a llamarle. Al menos ahora sé que ha estado pensando en mí así como yo en ella.
Los chicos regresaron al cuarto con la palomitas.
—¿Ya terminaste de hablar con Sofy? —preguntó Nath al entrar—. ¿Tan rápido?
—Sí, es que la hablaron por sus papás y tuvo que dejar el teléfono.
—¿Qué pasó Emi? ¡Cuéntanos! —exclamó Yael, entusiasmado asentando el bote de palomitas en un lado.
—Sí , dinos —agregó Nath aventándose en la cama.
—Chicos tenían razón, ella aún piensa en mí —suspiré—. Es tan linda, sólo con escuchar esa linda voz me hace sentir cosas bonitas, no sé ni cómo explicárselos.
—Yo creo que eso es amor, Emi —dijo Nath, emocionado—. Espera… ¡No, no caigas en eso! —soltó una carcajada—. Sólo espera a que la veas y estarás peor.
—¡Es cierto! —exclamé. La verdad era extraño pero podría ser, esa emoción que siento al verla o a escucharla es muy diferente a cualquier otra emoción, muy distinta a la felicidad que sientes cuando te regalan algo en Navidad o cuando ganas algo. Tal vez Nath tenga razón, creo qué me estoy enamorando de Sofy, no sé si así se siente el amor pero esto que siento por ella es algo inexplicable.
—¡Qué bueno Emi! —exclamó Yael—. Ya ves, sabíamos que igual le gustaste a Sofy, desde que la conocimos.
—Sí amigos, hablamos de nosotros y dijo que me extraña —suspiré tirándome en la cama a un lado de Nath mirando al techo y sonriéndo.
—¡Ay, Emi! Si quieres te podemos dejar sólo para que sigas pensando en ella, y no sé… hagas algunas cosas más tú sólo —dijo Nath con una mirada de complicidad, a modo de juego refiriéndose a algo en especial.
—¡Te pasas Nath!... tú y tus ocurrencias. ¡Yo aún no hago esas cosas! —exclamé, riendo de la pena.
—Ay, nada más decía —respondió riéndose.
—¡Ay , Nath! —dijo Yael, sonrojado y riéndose.
Estaba tan feliz que tomé las almohadas y me puse a jugar con los chicos.
—¡Ah! ¡Emi! —exclamó Nath al golpearlo accidentalmente con una almohada—. ¡Me duele el brazo!
—Lo siento Nath… pero no te hice nada ¿Cómo te va a doler mucho un almohadazo?
—Es que me duele porqué… —Nath se quedó pensativo por un instante—. En que me golpeé hace rato —respondió.
—Bueno, está bien.
Dejamos el tema, pusimos la película y nos sentamos a verla.