Capitulo 9.
En una hora tenía una oficina linda, con escritorio, silla, teléfono y estante. Habían dejado el mueble, por suerte. Y, gracias a Henry, tenía un par de plantas que daban un aire cálido. Comenzaba a sentirme más cómoda, más a gusto. Pero, en cuanto me sentí en mi nueva silla giratoria, y comencé a dar vueltas, pensé en Theodoro. Segunda vuelta, Andrew. Tercera vuelta, William. ¿Quién era anónimo?
Theodoro se había ido sin decir adiós. Sentía más odio que tristeza, pero más confusión que odio. ¿Acaso él podía ser anónimo desde la distancia? ¿Quizá, comenzó éste juego, y por eso no me dijo que se iría? Creía que debía descartarlo. Theo tenía su propia vida en Inglaterra, y ni siquiera la conocía. Él podía tener alguien que le gustara, allá. Alguien que viera a menudo, y no como a mí, que sólo me vio una vez. Está bien, él me había gustado. Pero también fue sólo un vistazo, no era nada para tener el corazón roto. Sólo me enojaba que no se hubiese despedido, al menos por educación. Y también que me haya dicho eso, que alteró mi corazón. Así haya sido sólo un vistazo, deseaba verlo más.
Estaba detestando mis contradicciones.
Se hicieron las cinco y salí, Pamela recogía sus cosas. La esperé y salimos juntas.
—Ah, pequeña, mañana voy a ir al médico. Estoy teniendo unas alergias terribles, creo que es el polen. Así que vas a tener que cubrirme, los datos de los clientes que llamé están en mi computadora.
—Vale, espero que te vaya bien.
Llegamos a planta baja, y Pamela miró a Sophya.
—Esa de allí es mi némesis —gruñó por lo bajo.
—¿Por qué? —medio reí.
—Me odia porque soy la recepcionista de la planta alta mientras ella de la baja —dijo con presunción—. No nos hablamos, aunque fingimos que sí —en ese momento, Sophya salía de su puesto, y saludó con la mano a Pamela. Pam también agitó la mano—. Sólo lo hace para aparentar, a Tere no le gusta que haya rivalidad en la empresa. Pero mutuamente sabemos quién odia a quién por qué.
—¿Es decir que me odiará también porque soy tu asistente? —bromeé. Aunque de verdad pensaba que me odiaba, y tal vez Andrew era la razón.
Pamela rió.
—Estás en mi bando, así que tal vez sí —rió Pam, llegando a la orilla de la calle a tomar un taxi—. ¡Nos vemos, preciosa! ¡Feliz tarde!
—Nos vemos —agité la mano, y me quedé a caminar un poco antes de tomar mi taxi, lo necesitaba.
Cuando llegué a casa me senté a ver películas en pijama mientras me comía un par de donas, no iba estaba muy agotada para hacer de cenar y, lo único que estaba ansiando, era la respuesta de anónimo.
Buenas noches, príncipe. ¿Lo eres? Tal vez no. Los Príncipes no son cobardes.
No voy a seguir tu juego.
Si esta es tu manera de conquistar, perdiste.
Esa había sido mi carta, escrita a puño y letra. Si tan cobarde era, no iba a enviar más cartas después de eso. Si se armaba de valor, me daría la cara. ¿Qué quería yo? Miraba el reloj cada minuto, ¿a qué hora aparecería? ¿O no lo haría?
A las diez en punto de la noche, el timbre sonó.
Salí corriendo a abrir la puerta, y no había rastro de nadie. ¡Qué nervios!
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El Príncipe que yo quiera [Completa ✔]
ChickLitSandra Sheffer soñaba con ser una princesa, pero cuando creció, y terminó siendo una secretaria con vida monótona, se dió cuenta que la vida real no era como en los cuentos de hadas. Sin embargo, pronto se hace evidente que los príncipes existen, y...