Capítulo 58

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En cuanto Eva tomó a Amelia y posó la tetina de la mamadera en sus labios el llanto se calmó. La mujer no dejó de ver en ningún momento, no dejó de sonreírle aunque creo que no se dio cuenta de que lo hacía. Incluso la niña no le quitó la mirada y se aferró con fuerzas a la blusa de su tía. Luego, sus parpados comenzaron a moverse más lentamente a medida que pasaban los minutos hasta que finalmente soltó su alimento y se quedó completamente dormida.

Unos minutos después se aceró una enfermera y nos avisó, a todas las personas que estábamos de visitas, que podíamos ingresar. Tomé el pesado bolso y seguí a Eva junto Amelia. Tiziano, en cambio, decidió quedarse en la sala. Lo observé extrañado, pero el tiempo era oro, averiguaría luego a qué se debía tremenda reacción.

A penas cruzamos la puerta los ojos de Ignacio se posaron en la criatura en brazos de su hermana. Su cara era absolutamente ilegible. Pestañeó con rapidez cuando Eva dijo algo, y la miró una milésima de segundo antes de volver a ver a Amelia.

—¿Puedo cargarla? —fue su saludo. Eva no tardó en tendérsela y se sentó su lado mientras yo tomaba asiento en la cama de junto. —¿Está bien? ¿Por qué está en el hospital?

—Tranquilízate, está bien —dijo la mujer sin poder contener una sonrisa. —Sólo queríamos que la conozcas. ¿Acaso no es hermosa?

—Bellísima —respondió completamente embelesado. Llevó unos de sus dedos a la pequeña mano de la niña que de inmediato se cerró en torno a él. —¿Puedo despertarla?

—Recién acaba de dormirse Ignacio, dejémosla descansar —pidió Eva con amabilidad.

Ignacio la miró unos segundos y asintió con tristeza. Luego notó mi presencia y sonrió.

—¿Se parece a Gigi no?

—Mucho —dije acercándome a su lado y sentándome en su cama. En los brazos de Ignacio, Amelia se veía aún más pequeña de lo que realmente era. Y se veía bien. Ignacio realmente parecía un padre en ese momento. —Cuando llora tiene el mismo carácter irritable de tu hermana.

—Oh, vamos. ¿En serio estás peleando con la niña? —rio empujándome con su hombro.

—Nano no sabía qué hacer cuando comenzó a llorar, deberías haber visto su cara —comentó Eva con timidez. Se podía notar a leguas que ella aún se incomodaba por nuestra cercanía. —Él ni siquiera sabe preparar una mamadera.

—Existe Google Eva, no tardaré en aprender.

—Incluso Tiziano es más útil —continuó ella y hasta se atrevió a mostrarme su lengua.

—¿Aprender? —consultó Ignacio mirándonos primero a uno y luego a otro. —¿Ella irá con nosotros?

Abrí la boca para responder pero la cerré cuando noté que no podía elegir con claridad las palabras correctas. 

Ignacio miró a su hermana y esperó. Eva le explicó la charla que habíamos tenido anteriormente, también agregó lo que había dicho Tiziano y recalcó mil veces que no sería algo fácil, mucho más en lo que se refería a lo económico. Sin embargo Ignacio sólo había oído la parte de "trataremos de hacerlo lo mejor que podamos" y "la decisión finalmente será tuya".

—Quiero —afirmó sin vueltas. —Quiero adoptarla. Y sé que podré hacerlo.

—Ella es muy pequeña Ignacio...

—Lo sé. Pero te tengo a ti —respondió con tranquilidad mirándome fijamente—y a los muchachos. Y de verdad espero que tú te puedas mudar lo antes posible —continuó mirando a Eva. —Realmente necesito que me acompañes en esto. Entiendo que no puedas hacerlo, que te sientas incompetente en este momento, pero te necesito Eva. Amelia nos necesita.

—Lo sé —bajó la mirada pensativa y asintió levemente. Pero no dijo nada más.

—Mañana me darán de alta y podremos regresar ¿Crees que ella ya pueda ir con nosotros?

—Los abuelos de Lizzie tienen todo listo para ceder la custodia, no sería un problema —respondió la mujer largando un suspiro de cansancio. Seguramente muchas cosas estaban pasando por su cabeza en ese momento, la principal era qué haría ella el día de mañana ¿Iría con nosotros o no?

—¿Puedes quedarte con ella esta noche Nano y...?

—No. Dejaremos que los abuelos pasen este último día con ella y mañana la iremos a buscar —dijo Eva apretando la mano de su hermano para bajar sus ansias. —¿De acuerdo?

—Claro... —me miró a mí y apoyó su cabeza en mi hombro. —Lamento todo esto.

—¿De qué hablas?

—De nada, no importa.

Amelia finalmente despertó unos minutos después para pedir su dosis de leche, lloró unos momentos, tomó la mamadera y volvió a dormirse. También necesitó un cambio de pañales y, en ese momento, me convertí en la entretención de la tarde: yo no la cambié pero sí casi me descompongo cuando Eva se encargó de ello. No sabía si sería capaz de hacer eso en algún momento, en serio, era realmente desagradable.

Finalmente Eva se llevó a la niña y yo me quedé con Ignacio unos minutos más. Me senté en la silla a su lado y lo observé por mucho rato, él ya sabía exactamente qué era lo que yo quería, sin embargo yo sabía que él no quería decirlo.

—Nos quedan 10 minutos Nacho, antes de que me saquen de aquí. Así que dilo.

—¿Qué?

—¿Qué lamentas? —consulté sin vueltas. Me miró mezquinamente y volvió a mirar la pared frente a él. —Vamos, dímelo.

—Soy muy consciente que en la condición que me encuentro no podré tomar la tarea completa de cuidar a Amelia. Sé que todo el peso recaerá en ti, y sé que estoy siendo egoísta, lo lamento. Pero necesito que esa niña esté bien y sé que el lugar es conmigo, con nosotros.

Suspiré y dejé caer mi cabeza en la cama. De inmediato la mano de Ignacio fue a mi cabello y comenzó a acariciarlo.

—No cambiaré sus pañales. No sé cómo, pero eso lo harás tú —dije tranquilamente y él dejó escapar una carcajada. —También deberás ayudarme a bañarla.

—Lo haré. Pero Nano —mantuvo el silencio unos segundos —deberás mudarte conmigo ¿Sabes? Porque será muy difícil si no estás ahí.

—Lo sé.

—También lo sé —dijo la voz ronca de Tiziano obligándome a alejarme de la caricia de Ignacio para poder sentarme correctamente en la silla. —¿Cómo estás amigo?

—Mucho mejor, gracias —respondió Ignacio incómodo. Era evidente que Tiziano ya sabía todo, él era inteligente y nosotros demasiado transparentes. —Gracias por venir.

—Ni que lo digas, ya te dije que este loco enamorado moría por venir.

—Ahora no Tiziano, en serio —pedí con pesadez. Él rió con fuerzas y me miró con perspicacia.

—Sí, como sea —suspiró caminando hasta la cama. —Les tengo un ofrecimiento —lo miramos en silencio. —No necesito una casa tan grande y, en este momento ustedes sí. Me mudaré al nuevo departamento de Nacho y tú vendrás a vivir con Nano ¿Qué dicen?

—No podremos pagarlo —dijimos al mismo tiempo.

—Puedo ayudar con eso —dijo con tranquilidad. —Quiero ayudarlos con eso.

—Tú no tienes tanto dinero Tiziano, deja de fanfarronear —apunté de mala gana.

—Tú no lo sabes —se encogió de hombros. —Haremos lo siguiente. Yo pagaré el alquiler que estoy pagando ahora, el alquiler donde ustedes vivirán. Tú Ignacio seguirás pagando el tuyo. Cuando consigas un trabajo Nano, pagarás la mitad como habíamos acordado, mientras tanto no te pediré nada.

—¿Qué ganarías tú?

—Nada. Pero no necesito un lugar tan grande y ustedes sí. Cuando las cosas estén mejor volveremos hablar de esto, por el momento no veo que tengan algo mejor.

—Estaremos bien en mi nuevo alquiler —dijo Ignacio con seguridad.

—¿Los tres? ¿En serio? —quiso saber irónico. —No permitiré que esa niña esté incómoda por culpa del orgullo de sus padres, así que... no tienen opción más que aceptar.

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