BUDAPEST CON AMOR

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Por fin había llegado el día en el que emprenderíamos el tan ansiado viaje de fin de curso. Era algo que llevábamos tanto tiempo esperando, que cuando sucedió, ni siquiera lo creíamos.

Sin embargo, un pequeño inconveniente se interponía en mi camino: Volar

Desde que tenía conciencia había odiado los aviones, me causaban una sensación de inseguridad y peligro que no podía controlar, y yo, odiaba no poder controlar la situación.

Me pasé todo el viaje en autobús hasta el aeropuerto intentando concienciarme, pero, no resultaba muy útil cuando sentía que alguien me observaba a cada paso que daba.

Tras realizar una parada para comer, volvimos al autobús, y cuando me dirigía a mi asiento junto a mi mejor amiga, una mano tomó mi brazo.

- ¿A qué tienes miedo? – me dijo Mateo mientras me miraba a los ojos.

- Hola a ti también Mateo, ¿decías?

- Por favor, llevas todo el camino con los cascos puestos, has hablado poco o nada con Alicia y no paras de meterte y salirte de Google maps, mirando no sé qué ruta.

Me quedé pensando y tras tomar aire para tener paciencia le respondí.

- Ya veo que te has fijado, ¿tanto te interesa?

Reflexionó su respuesta, y tras unos instantes, volvió a esbozar esa estúpida sonrisa que ya me ponía de los nervios.

- No, sólo era curiosidad – dijo soltándome.

Llegué a mi asiento por fin, y me dispuse a dormir, no quería que siguiera vigilando mis movimientos cual acosador.

Tras una hora más de viaje llegamos al aeropuerto, y después de pasar los controles y facturar nos dispusimos a embarcar, con la mala suerte, de que me había tocado en la fila con Mateo, menos mal que tenía a Alina a mi lado, no podría soportar tres horas de vuelo con Mateo.

Una vez guardado todo el equipaje, nos sentamos en nuestros asientos, cuando llegué a mi fila, Mateo ya se encontraba en el asiento del medio, al parecer, le había pedido a Alina que le cambiara el sitio, que así se encontraba más seguro.

Mi corazón palpitaba más y más rápido conforme el piloto buscaba pista para despegar, y obviamente, mirar por la ventana, no me servía para nada de nuevo, así que unas cuantas lágrimas comenzaron a escapar involuntariamente de mis ojos.

- ¿Estás llorando? – dijo Mateo mirándome de nuevo.

- Si, vale, odio volar, siempre lo he odiado y nunca dejaré de hacerlo, siento si eso también te molesta.

Mi ánimo no estaba para lidiar con idiotas en ese momento y mucho menos con Mateo.

- Ey, vale tranquila, sólo quiero ayudarte, ¿me dejas?

Asentí brevemente mientras mis lágrimas no paraban de caer por mis ojos a la vez que intentaba limpiarlas, me daba vergüenza que alguien me viera así.

- Vale, quiero que primero, cierres los ojos, respires profundamente, y recuerdes algo que te de tranquilidad, que te permita estar en paz.

Le hice caso y dejé de mirar por la ventana, comencé a pensar en el verano, en la playa, en las olas del mar llegando y yéndose de nuevo.

Cuando me quise dar cuenta, el avión ya estaba estabilizado y podíamos quitarnos los cinturones.

- Así que, a los aviones ¿eh?

Siempre nos quedará FebreroWhere stories live. Discover now