(PARTE 107)

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313 + Una vez, cuando estaba en [el taller] de aquel pintor [135] que pintaba esa imagen, vi. que no era tan bella como es Jesús. Me afligí mucho por eso, sin embargo lo oculté profundamente en mi corazón. Cuando salimos del taller del pintor, la Madre Superiora [136] se quedó en la ciudad para solucionar diferentes asuntos, yo volví sola a casa. En seguida fui a la capilla y lloré muchísimo. ¿Quién te pintará tan bello como Tú eres? Como respuesta oí estas palabras: No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta imagen, sino en Mi gracia.

314 + En cierta ocasión, cuando por la tarde fui a la huerta, el Ángel Custodio me dijo: Ruega por los agonizantes. Comencé en seguida el rosario por los agonizantes junto con las jovencitas que ayudaban en la huerta. Terminando el rosario rezamos varias invocaciones por los agonizantes. Terminadas las plegarias, las alumnas se pusieron a hablar alegremente. (135) A pesar del ruido que hacían oí en el alma estas palabras: Ruega por mí. Como no lograba entender bien estas palabras, me alejé unos pasos de las alumnas, pensando en ¿quién podría ser aquel que me hacia rezar? De repente oí estas palabras: Soy Sor [137].... Esa hermana estaba en Varsovia, mientras yo estaba entonces en Vilna. Ruega por mí hasta que te diga cesar. Estoy agonizando. En seguida empecé a orar con fervor por ella al Corazón agonizante de Jesús y, sin descansar, rogué así desde las tres hasta las cinco de la tarde. A las cinco oí esta palabra: Gracias. Entendí que ya había muerto. No obstante, al día siguiente, durante la Santa Misa rogué con fervor por su alma. Por la tarde llegó una tarjeta que decía que la hermana .... había fallecido a tal hora. Me di cuenta de que era la misma hora en la que me dijo ruega por mi.

315 Oh Madre de Dios, Tu alma estuvo sumergida en el mar de amargura, mira a Tu niña y enséñale a sufrir y a amar en el sufrimiento. Fortalece mi alma, para que el dolor no la quebrante. Madre de la gracia, enséñame a vivir en Dios.

316 Una vez me visitó la Virgen Santísima. Estaba triste con los ojos clavados en el suelo; me dio a entender que tenía algo que decirme, pero por otra parte me daba a conocer como si no quisiera decírmelo. Al darme cuenta de ello, empecé a pedir a la Virgen que me lo dijera y que volviera la mirada hacia mí. En un momento María me miró sonriendo cordialmente y dijo: Vas a padecer ciertos sufrimientos a causa de una enfermedad y de los médicos, además padecerás muchos sufrimientos por esta imagen, pero no tengas miedo de nada. Al día siguiente me puse enferma y sufrí mucho, tal y como me lo había dicho la Virgen, pero mi alma está preparada para los sufrimientos. El sufrimiento es el compañero permanente de mi vida.

317 Oh Dios mío, mi única esperanza, en Ti he puesto toda mi confianza y sé que no me desilusionaré.

318 (136) A veces, después de la Santa Comunión, siento la presencia de Dios de modo particular, sensible. Siento que Dios está en mi corazón. Y el hecho de sentir a Dios en el alma, no me impide en absoluto cumplir mis tareas; aún cuando realizo los más importantes asuntos que requieren atención, no pierdo la presencia de Dios en el alma y quedo estrechamente unida a Él. Con Él voy al trabajo, con Él voy al recreo, con Él sufro, con Él gozo, vivo en Él y Él en mi. No estoy nunca sola, ya que Él es mi compañero permanente. Siento su presencia en cada momento. Nuestra familiaridad es estrecha a causa de la unión de la sangre y de la vida.

DIARIO DE LA DIVINA MISERICORDIA EN MI ALMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora