Capítulo 1 Aquel lugar donde nací

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Sopla el viento huracanado a tan sólo dos metros de mí, y entonces recuerdo el lugar donde nací, Caravaca de la Cruz, allá por el tres de mayo de 1555, mi padre el califa Said-Mustafa, me dio por nombre Abida. Naci como esclava recluida en el Real Alcázar, donde el califa Abu-Zeit se quedó viviendo allá por el 1232, cuando conoció de manos de un prisionero sacerdote llamado Gines Pérez Chirinos, y entonces algo ocurrió que el califa se convirtió al cristianismo, adoptando una cruz que trajeron milagrosamente unos ángeles, la cual le comentó que había pertenecido a la cruz donde crucificaron a Jesucristo, una reliquia que guardamos a buen recaudo por poseer poderes extraordinarios. El Castillo está situado en lo alto de un cerro, donde se puede divisar la inmensidad de estas tierras llenas de un espectáculo de paisaje rodeado de prados inmensos, de árboles frutales, y vegetación abundante. El Alcázar Real que una vez fue propiedad de mis antepasados, hoy pertenece a los santiaguistas, antes pasaron por manos templarías, y hoy por hoy vivo entre ellos, pues me acogieron por ser descendiente directa del califa Abu-Zeit. Mi familia ha vivido durante generaciones entre estas murallas, mi madre es santiaguista y mi padre almohade, y yo ando entre dos culturas y educación diferentes, por eso me consienten vivir entre ellos, puesto que la Orden de Santiago lo primero que hicieron es expulsar a todos los musulmanes que pudieron de la península ibérica, pero mi conversión desde hace décadas, a echo que prácticamente ni sepan algunos de mi verdadera identidad, sólo lo saben los maestres principales, los cuales por cuestiones políticas y económicas, nos mantienen a mi madre y a mi aquí, mi abuela fue la primera en entrar en esta orden de una forma sufridora, tuvo que renunciar a su religión, a su cultura, a sus costumbres, a su rango de princesa, a todo, lo consintieron bajo los Trece, por preservar su gran dote y propiedades que poseía mi abuela, y por tener contentos a mis tatarabuelos que entonces gozaban de ciertos privilegios entre los cristianos, de lo contrario jamás un santiaguista hubiera consentido el matrimonio entre un árabe y uno de ellos, mi madre ya llevando sangre cristiana, gozo de mayor privilegio, para ellos era una más, mi madre se caso con un almozárabe, de nuevo destaco mas los intereses económicos que los ideales; puesto que mi padre pertenecía a un califato de Murcia, descendientes de reyes y príncipes muy poderosos en África, por mantener la paz, y un estatus social y económico consintieron que mi madre se casará con el, porque decían los santiaguistas que al tener sangre mezclada era mejor que se fuese con mi padre, aunque todos no pensaban igual, puesto que mi abuelo es cristiano, y mi bisabuelo, y el padre de este, querían preservar la tradición de ver como su hija casaba con uno de ellos, pero indudablemente mi madre eligió ser libre, y escogió el amor, eligió a mi padre. Era una pareja singular, todos se les quedaban mirándolos con rareza, él de piel oscura, muy oscura, y ella blanca como la naca, pero a otros no parecía importarles esto, puesto que mi padre tenía más posesiones que todos ellos juntos, y por ello consintieron que él desposará a mi madre. La única condición más estricta que le pusieron al aceptar este matrimonio, fue que si tuvieran descendientes los educarían bajo las órdenes de los santiaguistas, es decir, en el catolicismo. Mi madre me ha educado como una occidental, con sus usos y costumbres, y su religión de culto a la cruz de Caravaca, y al fallecimiento de ella, mi padre entonces quiso que conociera también su cultura, y me educo como almohade, lo hizo a escondidas, después lo echaron del Alcazar al poco de morir mi madre, dijeron que no tenía sentido que un árabe continuara entre la orden, yo si podía continuar a los cuidados de las monjas en el convento. Mi padre no consintió que ellas sustituyeran a mi madre y

me sacaran del Alcazar Real para llevarme a un convento y que me criaran unas monjas, prefirió llevarme con él, pusieron bastantes pegas al principio, incluso durante un breve periodo de tiempo estuve recluida con las religiosas en el convento, pero después dejaron que mi padre me criara. Nos fuimos a vivir a un castillo que poseía cercano a la ciudad, enclavado en plena sierra caravaqueña, no era tan grande y majestuoso como el Real Alcazar, pero si grande y espacioso, tenía unos aposentos enormes para mi sola, no tenía que compartirlo con ninguna dama de compañía, algo que siempre me resulto algo agónico, que tuvieran que vestirme, o peinarme, o simplemente lavarme, llego un punto que me molestaba bastante, porque ya era mayorcita para hacerme todo eso yo sola, y continuamente las tenía encima, lo único que me divertía era su conversación, ¡de sí este se ha fijado en mí, y me ha sonreído hoy por los pasillos!....En época templaría mi familia desapareció de esta ciudad, tuvieron que huir, fueron perseguidos durante años por esta orden maldita, pero no fueron demasiado lejos, pues se quedaron viviendo en casas ruinosas, y sobrevivieron como pudieron escondidos, con grandes fortunas enterradas para que nadie pudiera hacer uso de sus riquezas, y de una forma casi milagrosa consiguieron que el castillo subsistiese en manos de mi familia, a pesar de haber sido arrebatado en diversas ocasiones, lucharon con armas, y finalmente las desavenencias familiares, en las cuales mi tío y mi padre se debatían la propiedad del castillo, ¡pese a ser tan grande que podíamos haber vivido todos en sana paz!, no lograron un entendimiento, lo que no habían destruido los cristianos lo hicieron ellos mismos.  

LA CONVERSIÓN DE ABIDAWhere stories live. Discover now