La Sombra del Magnate #2
Las inmensas y ardientes llamas de un sentimiento infernal llevaron hasta las cenizas un puro corazón. Reduciendo la luz de sus ojos hasta un mínimo rayo.
Un oscuro corazón probó el sabor de la tristeza y el dolor una vez...
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¿Realmente es el amor el culpable de todo el dolor?
Hace un tiempo solía creer que el amor, sí esa corta y pequeña palabra, cuyas letras gritan fuertemente algo que no todo el mundo logra escuchar o identificar, era un tema o sentimiento sobrevalorado y, adivinen, sigo creyendo lo mismo. Todos buscamos esa palabra que nos ayude a describir lo que sentimos hacia ese alguien amado, pero que te hace pensar que esa palabra es ¿Amor?
Como en todas las historias de amor, valga la redundancia, las cosas comienzan como una rosa, a esta la vemos hermosa, brillante y despampanante, luego poco a poco la flor se va descomponiendo y el tallo va perdiendo resistencia, hasta que al final solo queda algo oscuro y frágil, quien con tan solo ponérsele un dedo puede deshacerse. Todos nos enamoramos en algún punto de nuestra vida, ya sea del chico que trae el periódico a nuestra casa en las mañanas, del chico que vimos en el metro o autobús, o simple y sencillamente de aquel que tenemos al lado en nuestra clase de matemáticas y un día casual decidimos mirar a los lados ya que la clase estaba demasiado aburrida.
Pero, así como nos enamoramos, también sufrimos, también le contamos los dolores y penas del corazón a la almohada o al frío viento de la madrugada, así como también tenemos ese momento en el que culpamos al amor de ciertas cosas que nos suceden. Y ahí, justo ahí, es que nos preguntamos ¿Realmente es el amor el culpable de todo el dolor? ¿Él es el culpable de este desastre en mi corazón? ¿pues, sabes que pienso yo?
El amor, sí esa corta y pequeña palabra no es la culpable de lo que nos sucede por entregar el corazón, como tampoco nosotros somos los culpables de enamorarnos y ponernos en bandeja de plata. Una vez alguien me dijo que cuando amamos, hay un gran porciento de salir heridos, de que nos dejen una herida casi mortal que de nosotros dependerá curar , dejar cicatrizar o seguir lastimándonos y enterrarnos el puñal en lo más profundo.
