Capítulo 4. Todo está roto

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4: Todo está roto

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Kayla

Quería ir a buscarlo ya. Nada nos impedía cazarlo como a una rata y despellejarlo. Para esa altura, la fuerza que la sangre de su familia le había dado se debería haber desvanecido, como la mía. Pero con los poderes de Alek, y cuando yo recuperara los míos después de alimentarme, lo destruiríamos con tanta facilidad...

No me di cuenta de que me había puesto de pie hasta que Aleksi me puso las manos en los hombros.

—No tenemos apuro —me recordó, pero yo lo observé, entre confundida y sorprendida.

—¿Cómo que no tenemos apuro? —solté—. ¡Ese hijo de puta es la razón por la que mi madre está muerta! Es el culpable de que Jane ahora sea un vampiro. ¡De que mi abuela siga en coma! ¡De que su bebé no nacido quizás no nazca!

No quise gritarle a él, pero me di cuenta tarde, cuando ya había dejado salir todo en su cara. Cerré la boca con tanta pena y culpa... Pero Alek no se inmutó. En sus ojos brillaba la misma furia asesina que yo dejé salir en mis palabras. Sabía que mis gritos no eran para él, al fin de cuentas.

—Te prometo que lo cazaremos y lo torturaremos largo y tendido —me dijo, poniendo una mano en mi mejilla. Yo arrugué la frente. Apreté el rostro contra su mano y subí las mías por sus brazos. Quería pedirle perdón por descargar mi arrebato de ira con él. Abrí la boca para hacerlo, pero él siguió hablando—: Pero Everald es lo que más me preocupa. No puedo dejar que se acerque a ti de nuevo.

Parpadeé.

—¿Qué? ¿De nuevo? —pregunté. Reprimí un escalofrío. El resto de la sala permaneció en silencio. Incluso Ticia—. ¿Se acercó a mí?

—En la playa, cuando quedaste inconsciente sobre Jane —me respondió Aleksi—. Estaba ahí, a metros de ustedes, cuando yo llegué.

Jane se enderezó, mientras yo me quedaba helada.

—¡Yo... yo no me di cuenta de nada!

—Y no te lo dije —le contestó él—, porque no quería asustarte. Ya estabas pasando por mucho y... lo importante es que cuando yo llegué, él huyó. Está claro de que estuvo siguiéndonos, espiándonos.

Abrí y cerré la boca varias veces. Tenía los pelos de punta. Saber que mi bisabuelo estaba vivo era una cosa, pero saber que había estado a metros de mí, mientras yo estaba indefensa, era otra. Me daba pavor.

—Creí... que la perseguía... a Ticia —balbuceé.

—Sí, pero Ticia me advirtió que él estaba cerca y que podría sentir curiosidad por ti. Su olor estaba en la mansión, tan opacado por el resto de nuestros olores y de los Edevane que al principio no lo sentí.

—¿Q-qué...? —Miré a Ticia, por encima del hombro de mi pareja—. ¿Qué... hacía él ahí?

Ella se acercó a nosotros, con la vergüenza tatuada en el rostro, pero con el miedo todavía refulgiendo detrás de sus pupilas.

Hodeskalle [Libro 3]Where stories live. Discover now