4. El Consejo

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Por un segundo Támesis creyó estar ciego pero cuando sus ojos se adaptaron notó que simplemente había vuelto a Cronalis

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Por un segundo Támesis creyó estar ciego pero cuando sus ojos se adaptaron notó que simplemente había vuelto a Cronalis. La mano de Minutena lo soltó sin ceremonias, luego se alejó dedicándole una sonrisa y se perdió entre las sombras. Támesis se encogió cuando notó dónde estaba.

El Consejo Atemporal quedaba en el centro del plano Cronalis, era un lugar por lo general poco frecuentado, allí solo iban los atemporales por tres razones: querían renunciar a Cronalis e irse a otro plano, deseaban ser transferidos de departamento laboral... o estaban en grandes problemas.

Támesis sentía que una luz lo iluminaba, pero no lograba determinar el origen. Sabía que el consejo tenía una estancia en forma circular simulando un reloj humano —si bien los atemporales veían con desdén la necesidad humana de controlar el tiempo, admitían que sus relojes eran muy bonitos y como símbolo de Cronalis eran adecuados—, que había doce sillas de representantes alrededor, donde estarían las doce horas del reloj. Por ende, él estaba en toda la mitad, de donde se supone que se sostienen las manecillas.

Poco a poco se fue haciendo más clara la estancia y Támesis pudo ver a los miembros del consejo. Doce seres, veinticuatro ojos mirándolo... bueno, veintitrés, porque uno de los representantes usaba un parche en uno de sus ojos por simple sentido de la moda. Nadie lo miraba con rencor, pero sí con distintos grados de decepción. Támesis vio a Minutena en el extremo sur, esperando con paciencia la audiencia.

—Ehhh... hola —empezó Támesis, sin saber cómo dirigirse a ellos.

Todos en Cronalis conocían al consejo aunque muy pocos lo hacían por medios oficiales de audiencias. Su madre le decía con frecuencia que el consejo era benevolente y justo, que si alguna vez se veía obligado a estar en su presencia, estuviera tranquilo y fuera cortés sin llegar a la adoración. Támesis pensó que si su madre le dijo todo eso era porque dentro de sí sabía que algún día tarde o temprano llegaría a estar ahí.

La idea le generó una punzada de dolor.

—Támesis Season —dijo una de las voces a su espalda. Támesis se volteó para encarar la voz con humildad—. Has hecho el curso dieciocho veces y diecisiete has reprobado el módulo práctico.

—Eso implica que aprobó el último —replicó una voz masculina a su izquierda. Támesis asintió—. Aprobar es aprobar.

—Pero ha ocurrido algo... —Continuó la primera voz.

—Sé que cometí un pequeño error —dijo entonces en tono de excusa.

Nadie del consejo rió como Minutena lo había hecho cuando dijo algo similar, pero sí escuchó suspiros.

La sala del consejo era lo bastante pequeña como para que quien estuviera en audiencia se sintiera cálido y bien recibido, los miembros del consejo lo bastante cerca para ser accesibles, pero también era lo suficientemente grande para que Támesis no olvidase que él estaba en problemas, que estaba en desventaja.

El tropiezo de Cronos: Los latidos del pasadoWhere stories live. Discover now