Capítulo 12

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La cárcel.

Era un lugar muy familiar para Rocky, pero no uno que disfrutase. Odiaba tener que estar encerrado en un lugar tan estrecho, era algo que le recordaba a su infancia, además de que no soportaba la actitud de los oficiales allí.

Y especialmente, en este caso, los sermones de cierto alemán.

—¿Estás escuchándome, Rocky? —Cuestionó un molesto Chase al darse cuenta de que el can gris parecía perdido en sus pensamientos.

—Oye, no he dormido toda la noche, tú si. ¿Crees que me interesa una mierda escucharte? —Repuso sin más.

Chase frunció el ceño. La tensión entre ambos era casi palpable, algo en el ambiente se sentía como si fuesen a atacarse en cualquier momento a pesar de la reja entre ambos.

La noche anterior tras ser arrestado fue arrojado en una celda individual, al menos hasta que pudieran analizar si era apto para compartirla; Pasó toda la noche muriendo de aburrimiento, mientras Chase descansaba lo poco que su horario le permitía. Había sido difícil conciliar el sueño tras tanto ocurrido en una sola noche.

Volviendo a la mañana actual, el oficial había pasado los últimos diez minutos hablándole sobre las posibilidades de condena que tenía, cosa a la que el de raza mixta no prestó ni la más mínima atención.

Fue entonces cuando de repente una luz se encendió en la cabeza del moreno: Había recordado su Pup tag. Se disponía a preguntarle al de raza mixta sobre el tema, cuando una tercera presencia llamó la atención de ambos.

—¡Oficial Harker! —Saludó una linda y alegre retriever, Canela, como se la habían presentado antes a Rocky—. Señor Barnes —saludó también al peligris.

El recién mencionado sintió un escalofrío recorrer su espalda al ser nombrado por su apellido. Sus orejas bajaron rápidamente y su piel se erizó como primer reflejo, casi como si el simple hecho de escucharlo fuese una amenaza.

—Canela, buenos días —El moreno sonrió—. ¿Sucede algo?

—¿Además del caos que causaste por atrapar a un criminal tan buscado en tu primer día? No lo creo, Superman. Pero él, —Respondió ella, señalando a Rocky con la cabeza—. tiene visitas.

Chase asintió— Bien, lo llevaremos en unos minutos. Gracias, Canela.

Y dicho aquello la retriever siguió con su camino, tarareando alguna melodía que Chase no pudo distinguir. Iluminaba el ambiente, tanto que era extraño para el alemán, y extremadamente irritante para su hermano.

—Ya escuchaste —Abrió la celda para sacar al otro—. No quiero ninguno de tus trucos, ¿Me oyes? —dijo amenazante, haciendo hincapié en el taser que portaba en el cinturón.

—Cómo digas —bufó.

El oficial se llevó a Rocky, escuchando un montón de comentarios por parte de otros prisioneros; estaba claro que a ninguno le agradaba la llegada de un perro. Ni siquiera a los otros policías.

La visita era como cualquier otra: Tendría un pequeño cubículo, un teléfono, y un cristal impidiéndole el contacto hacia afuera.

—Bien, estaré afuera vigilando —Dijo una vez el peligris tomó asiento.

Rocky únicamente suspiró con cansancio. Quería ver a Tracker, pues debía hablar con él, tenía que hacer lo posible para decirle sobre lo de Zuma. Chase estaba afuera esperando la llegada del mismo Chihuahua; sin embargo, sorpresa de ambos fue encontrarse con que no era el mexicano quien había venido.

Una cockapoo de ojos rosados fue la que entró por el pasillo, dejando a Chase anonadado.

El pulso del alemán se aceleró y sintió una fuerte presión en el pecho mientras toda su seguridad y confianza se evaporaban por completo, poniéndose tan nervioso que inclusive olvidó que trabajaba ahí por un momento. Como si de una película de tratase, juraría que hasta se le había detenido el tiempo.

Lo que el tiempo se llevó  ──  ;   Paw Patrol.Where stories live. Discover now