4: Un bosque maldito

74 11 10
                                    

Anthony

Está lloviendo. Alzo la mano y veo las gotas caer en mi palma. Mi cuerpo se tensa cuando de repente lo que creí que era agua, ahora es sangre. Llueve sangre. Mi ropa, el suelo y las hojas de las plantas se manchan. A lo lejos veo a mis hermanos tirados en la hierba.

Están muertos.

Abro los ojos, tomo una bocanada de aire al inclinarme, oigo un trueno y giro mi vista a la ventana. Una pesadilla, pero se sentía tan real. Debo estar delirando. Asimilé el sonido de la lluvia verdadera, lo que provocó que apareciera en mi sueño.

Como sea, todavía es temprano, pero puedo apresurar pasos y buscar el cargamento que me pidió mi padre. Atiendo mis necesidades básicas, una vez que termino en el baño, me visto, luego salgo de mi habitación. Me quedo quieto, encontrándome con Lisette delante de mí.

Cierto, nuestras habitaciones están enfrentadas.

―¿No es muy temprano para que andes deambulando? ―cuestiono.

Se sobresalta, pero contraataca.

―¿Y tú?

―No te incumbe. ―Me giro para irme.

Debería ser amable, pero no me sale. Su sola presencia, ya me genera molestia. Nadie me preguntó si me quería casar, nada más me encajaron a la estúpida. Además, en otras circunstancias, tampoco le prestaría atención, o sea, solo la veo y ya sé que no es mi tipo de mujer. Le falta toda la chispa, encanto o carácter que me atrae en una. Sin estar contando cómo viste, deja todo a la imaginación, pues en ese camisón no se le ve nada.

Me detengo y me giro a mirarla.

―¿Puedes dejar de seguirme? ―pido, extrañamente, de manera amable.

―Uh, eh... ―Se pone nerviosa y tímida. Se agarra ambas manos, moviendo sus dedos―. ¿A dónde vas?

―Trabajo ―me limito a decir.

―Tu trabajo de persona peligrosa, ¿cierto?

Muevo los ojos. Punto tres, por el que no debería casarme con esta chica, es tan inocente que no tengo tiempo de pararme a atender sus lloriqueos, pues me la veo venir, va a llorar cuando visualice sangre.

―Deberías considerar volver a tu casa ―sugiero.

Mira al suelo, poniéndose triste.

―No puedo, ahora ustedes son mi familia.

Vale, sé que no es su culpa. La entregaron como un saco de papas, pero tampoco es la mía. Ni mucho menos mi responsabilidad. Debería tener empatía, sin embargo, solo la tengo por mí.

―Como sea, me voy, así que deja de seguirme.

Se estremece, entonces alza su mirada.

―Se supone que eres la persona con la que más debería tener interacción, para conocernos. ―Sus mejillas están rojas―. ¿Cuándo vuelves?

―Ni idea, y no busques más información, no sé si entiendes, pero yo no quiero interactuar contigo. Aunque estamos en las mismas, y a ambos nos juntaron de forma obligatoria, y sin elección, eso no nos hace compinches, ¿comprendes? Debería estar muy lejos de Norville, no aquí.

Sinceramente, detesto este sitio.

―¿No te gusta el pueblo? ―consulta, curiosa.

Pureza EngañosaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum