6: ¡Feliz cumpleaños!

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Lisette

¡Hoy es mi cumpleaños! Nací exactamente a las seis de la tarde, como el número del demonio, pero ignoraremos eso y seré feliz. El día sigue siendo muy lindo cuando las mucamas me regalan un pastelito. No me animo a decirles que no me lo puedo comer, pero su amabilidad me trae una alegría enorme. Corro a mostrarle a Anthony, pero cuando llego hasta la puerta de su cuarto, visualizo como una pelirroja sale de allí. No le recrimino nada, pero frunzo el ceño, y algo gruñe en mí.

El monstruo que llevo dentro.

Ignoro el asunto demoniaco y vuelvo a sonreír. Doy golpecitos en la puerta de Anthony. Un aroma arrasador entra hasta mí, así que se me hace agua a la boca. Qué delicia.

―¿Qué quieres? ―expresa, molesto.

Está sin camisa.

―Yo... yo... ―No puedo evitar sonrojarme―. Es mi cumpleaños, mira lo que me dieron.

Enarca una ceja, luego me arrebata el pastelillo y lo muerde.

―Está horrible. ―Me lo tira en la cara.

Refunfuño, no tengo que opinar nada, tampoco quejarme. Después de todo, en realidad, no me lo puedo comer, no está en mi dieta. Lo vomitaría.

―Qué grosero. ―Hago puchero.

―¿Algo más?

―¿Quién era la pelirroja?

―Una de mis amantes ―dice sin titubear, aunque no le entendí ni un poquito.

―¿Amante? ¿Se aman? ―consulto, confundida―. ¿Y por qué tienes muchas? Yo debería ser la única.

Soy la princesa de este palacio, y el monstruo también.

―¿En dónde viviste toda tu vida? ¿En una burbuja? ―se queja―. En primera, no nos hemos casado todavía y, en segunda, ni siquiera debería serte infiel, podría ser una relación abierta, todos ganamos.

―¿Infiel? ¿Relación abierta? ―Me cansé, debo preguntar, prefiero parecer ignorante en vez de estúpida―. ¿Qué es eso?

Necesito saber.

―En la vida real... ―Bufa, pues no le gusta explicar―. Las personas a veces tienen múltiples parejas y cuando no se llega a un común acuerdo, terminan siendo infieles, o sea, no les dices que andas con otros.

―No me gusta la vida real ―me quejo.

―Y a mí no me gustaría estar casado, así que nos encontramos en las mismas.

―¿Por qué no? Es un sueño ―expreso, ilusionada, y junto mis manos, recordando los libros de princesas que he leído.

―Ve y búscate a otro. Mi sueño es viajar e irme muy lejos.

Lo miro, fijamente.

―¿Y no me invitas? ―Hago puchero.

―Es un sueño, no va a ocurrir y menos contigo.

―Qué pesimista.

―Soy realista. ―Quiere cerrarme la puerta, pero se lo evito―. ¿Y ahora qué quieres?

―Es mi cumpleaños, pasemos el día juntos.

Abre la puerta por completo y me ilusiono. Camina hasta un mueble, empiezo a confundirme cuando saca un montón de perfumes de allí, entonces los apoya en una mesa con rueditas, luego la acerca hasta mí. No entiendo, ¿qué es lo que pretende? Anthony es más raro que yo.

―Llévate mi maldito aroma y déjame en paz, búscate el que te gustó ―me aclara, ofreciéndome las fragancias.

Si supieras que es la esencia que despiden tus poros...

―Yo... ―Mis mejillas arden―. No son estos, es el de tu piel.

Se ríe.

―O sea, te gusto sudado ―expresa en un tono burlón―. Qué atrevida.

Otra vez ha hecho una expresión que no comprendo.

―Tu sudoración... ―Muevo la cabeza para reaccionar y volver al tema por el que vine hasta aquí―. Pasemos el día juntos.

―No puedo, hay trabajo y, aunque me alcanzaría el tiempo, no lo haría.

Esta vez sí logra cerrarme la puerta en la cara, y tampoco se lo evito. No tengo idea de qué esperaba, pero es el único que me trasmite confianza. Sin contar su delicioso olor. Además, debo recordar que no me puedo comer a mi familia, así que nunca sabré el sabor de su carne.

Malditos pensamientos del diablo.

De todas formas, el día transcurre bonito, la paso muy bien con Clotty y Stella, las mucamas que me regalaron el pastelito. Ellas no son mi familia, pero son más amigables que esta. Debo recordar que tampoco son comida, pues son muy buena gente y a las buenas personas no se las almuerza.

La merienda llega, casi en el horario en que nací. El suegro me sorprende con una torta y obligando a sus hijos a participar de los acontecimientos.

¡¡Ya soy mayor de edad!!

Me mantengo sentada en frente de la larga mesa mientras todos cantan, viendo la torta redonda y blanca, con el número dieciocho en medio. El señor Gaudel la apoya y el reloj se mueve, son las seis de la tarde.

Todos los presentes se agachan cuando las luces y ventanas explotan de repente. Un viento arrasador acaba de entrar como si estuviéramos en una enorme ventisca y la vela se quema más rápido de lo esperado, pero el fuego sigue fluyendo, quemando el pastel, el cual se derrite. Un color escarlata fuerte sale a la superficie, como si tuviera sangre dentro.

El rojo se derrama, así que retrocedo mi silla para no manchar mi vestido. Alzo la vista cuando el dulce se termina de quemar, entonces veo unas palabras escritas en el color carmesí del líquido.

"Culpa, mortem, Uxío".

            "Culpa, mortem, Uxío"

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Pureza EngañosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora