5: Lluvia y sangre

56 8 2
                                    

Lisette

Me quedo esperando a Anthony, sentada en las escaleras de la entrada, mirando como la reja se moja por la lluvia. Necesito que abran esas puertas y volverlo a ver. Sé que me trata mal, pero no es nada comparado con el desprecio de mis papás. Además, él no me ve como un bicho raro. A sus hermanos casi ni me los cruzo, así que no sé cómo son, y su padre parece amigable, pero noto sus intenciones.

¡¡Anthony, regresa!!

―Ay, el amor ―declara el señor Gaudel, así que me giro a mirar que ha salido de la mansión―. No te preocupes, no debe faltarle mucho.

―N... no lo estoy esperando ―miento, nerviosa, y poniéndome tímida―. Me gusta la lluvia.

―He notado como lo miras, no se me escapa nada. ―Hay un silencio profundo antes de que prosiga―. Debes tener hambre.

Trago saliva.

―Ya desayuné ―declaro sobre la comida que me dio la mucama, la cual, en realidad, no me sirve para nada.

―Lisette, debes confiar en mí. Tus padres me encomendaron esta importante tarea. Además, tengo entendido que con uno solo te basta. Luego puedes durar días sin comer, ¿cierto?

―No, no sé de qué habla ―murmuro.

Camina y se sienta mi lado. Apoya su mano en mi hombro, así que me estremezco. Su cara se gira hacia mí, entonces también lo hago. Vislumbro las líneas de su edad en su rostro, luego miro a sus ojos cafés. Su sonrisa es amigable, pero sé que no hay nada bueno en él. Lo percibo, es como si pudiera ver su alma a través de sus ojos, como un sexto sentido. Sé lo que piensa. No hablo de una corazonada, es algo que puedo sentir desde que tengo memoria.

―Lisette, es probable que lo sepas, pero el trabajo de esta familia es sobre cosas muy crueles y despiadadas. Hacemos a las personas miserables, si los demás no cumplen. Tengo a alguien que me debe mucho dinero en el sótano de esta casa. Traspasaré su deuda a un familiar de él, pues ya no me sirve y como no lo puedo mantener con vida, porque eso me traería muchos problemas, pensé en ti. ¿Qué opinas?

Quedo pálida, luego bajo la vista.

―Prefiero no opinar. ―Pongo mi mano en mi panza y cierro los ojos con fuerza―. Me duele mucho.

―Entonces ya sabes que hacer. ―Se levanta, luego me ofrece su mano―. Es hora de comer.

No acepto el gesto, pero igual acompaño al señor Gaudel, avanzando por los pasillos de la casa y, momentos después, llegamos al sótano. Una vez que cruzo la puerta de este, visualizo al hombre atado. La sombra de mi forma cambiando se asoma mientras la salida del lugar se va cerrando. Hay un grito y salta la sangre. La puerta se termina de atrancar, la muerte está teñida del líquido carmesí entre mis colmillos.

Anthony

Conduzco por la carretera de regreso. Veo los árboles pasar, pues tengo que cruzar otra vez por el bosque para volver. Miro como el parabrisas se mueve, está lloviendo de forma torrencial. Debería preocuparme por la velocidad que utilizo en mi vehículo, pero solo puedo pensar en el hombre con el que me crucé esta mañana.

"No eres tú. Pero sí hueles a lo que estoy buscando".

Era alguien muy extraño, pero por alguna razón, siento que se refería a Lisette. Es igual de raro que ella, mencionando olores. No puede ser coincidencia. No sé de qué me sorprendo, Norville siempre ha sido un lugar de locos.

Llego a la casa, toco bocina y la reja se abre. Visualizo a Lisette, esperándome en las escaleras. Qué insistente. Saco el paraguas, aunque ya esté empapado, por la culpa del tal Asthur, y le atiné, ella viene corriendo a abrazarme, así que la cubro con este, entonces no se moja. Debo ser todo un caballero, o quizás empiezo a tener empatía. Probablemente, le tenga lástima.

―Estás húmedo ―dice.

―Sí. ―Refunfuño―. Vamos adentro.

―Un poco más. ―Me apretuja.

Noto que su vestido es distinto. Lo de esta mañana, quizás era el camisón, pero esta vez viste menos tapada y se ve arreglada. Es probable que una de las empleadas la ayudase.

―¿Qué te pasa? ―consulto, aburrido―. Me estás rompiendo los huesos.

No es literal, pero se nota mucho más fuerte, para el frágil cuerpo que vislumbré desde que ha llegado. Se siente como una mujer distinta.

―Lo siento, te extrañé.

―Nos conocemos hace poco, no te encariñes tanto ―me quejo.

Se ríe, apoya su nariz en mi camisa.

―Siempre hueles tan bien.

―Huelo a barro. ―Refunfuño otra vez, luego decido cambiar de tema―. Hablando de olores, ¿conoces a un tal Asthur Wedengraf?

―Solo conozco a mamá y papá ¡Oh! Y también a un párroco, pero ese no me suena que era su nombre. ―Se muerde el labio, entonces alza la vista hacia mis ojos―. Y ahora te conozco a ti.

―Sin ofender, pero eres muy rara.

Quizás deliré y ese Asthur no tiene que ver con Lisette. No obstante, sabía mi apellido. No me da para nada buenas vibras.

Odio este pueblucho de mierda. 

 

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Pureza EngañosaWhere stories live. Discover now