c i n c o

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A n d r e a

Nada más pronunciar mi pregunta, oímos un portazo del piso de arriba y unos pasos apresurados que bajaban las escaleras. Vimos aparecer ante nosotras a un Kael despeinado y en pijama. Estaba furioso hasta que me vio y avanzó hacia mí.

—Buenos días, chicas .

—¿Se puede saber por qué andabas tan enfadado que casi me rompes una puerta?—preguntó la camarera con la que llevaba hablando cerca de media hora.

—Para empezar, el bar es mío. Simplemente te buscaba —añadió mirándome a los ojos.

—Muy bonito todo —protestó la chica poniendo los ojos en blanco. Me miró pícara y añadió—pero aquí sobra alguien, ¿no?

Antes de que se fuera, le pedí al oído que fuese a llamar a Usur. No quería por nada del mundo quedarme en ese bar para siempre. Y usur era mi puerta para huir.

La camarera se fue y nos quedamos Kael y yo a solas. En ese momento me acordé de que había pasado la noche con él. Pero no recordaba haber hecho nada más a parte de beber y hablar. Así que estaba todo controlado. Por el momento.

—Te lo pasaste bien anoche, ¿no?—preguntó sentándose en una mesa que usaban para jugar al póquer.

Todavía cansada por la resaca, me senté a su lado.

—Bastante bien—sonreí— Aunque ahora noto las secuelas de tanta juerga...

—Ni que tuvieses quince años —respondió burlón en una risa. Si él supiera...

Le pegué flojo en el hombro, riéndome. Mis artes para disimular iban claramente en aumento.

—Cambiando de tema, me encanta tu cuarto.

—Pues tengo muchos más en este bar.

—¡Ni que fuese esto una pensión...! —le imité mofándome, a lo que él también se rió.—¿Hay alguien que no se quede a dormir aquí?

—Solo los que pagan se quedan.

—Pues yo no es que tenga realmente dine...

—Tú eres una excepción—me interrumpió.

Bajó repentinamente la mirada, avergonzado. Era la primera vez que lo veía inseguro de sí mismo. Me ofrecí a pagar, pero lo rechazó con todas sus fuerzas. Sus ojos azules me transmitían cada vez más confianza.

U s u r

—Usur.

—Mmm...

—Despierta.

Oí el ruido de una cremallera al cerrarse y el asa de una maleta abrirse.

—Mmm...

Hacía tanto que no dormía más de 6 horas, que el bienestar me impedía abrir los ojos. Mi hermana, tal y como la recordaba, tenía prisa por irse.

—Te quiero mucho y todo eso pero mi avión sale en media hora.

—Ya voy, pesada.

El usurpadorWhere stories live. Discover now