Prologo

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Motus, 1977

Nos escondíamos entre arcos y luces, entre las sombras de columnas que se erguían para dar sostén a la edificación que nos atrapaba. Allí en medio de la oscuridad reinante, el hombre se acerca al borde de la baranda y mira hacia la ciudad. Respira profundamente intentando procesar lo que le ha dicho.

A los lejos se veían las luces de una ciudad ajena a ellos, llena de gente con doble vidas. Tratando de encajar dentro de los parámetros de la normalidad.

Ella no recordaba con exactitud todos los acontecimientos que la habían llevado hasta ese punto, de hecho, no había mucho que recordar. Todos sus recuerdos parecían haberse evaporado de su memoria, se fueron viajando dentro de la retorcida realidad que ahora le envolvía, producto de sí misma. Una jugada sucia de la habilidad que la maldecía.

El hombre gritó de rabia, arrugó el papel entre sus manos y lo arrojó hacia el vacío. Empezó a proferir palabras en su contra, sus gritos retumbaban en sus oídos. ¿Y qué podía ella decir? ¿Había alguna palabra que pudiera salvarle de todo aquello? No, la realidad era que no, se había metido dentro del infierno y no había manera de salir de aquel agujero que amenazaba con tragarsela.

— ¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntaba una y otra vez— ¿Qué vamos a hacer, maldita sea, Barbara?

— ¿Por qué me preguntas eso? ¿Qué ha... —un sollozo escapó de sus labios—. La pregunta es que haré yo, a ti no te pasara nada, en tu maldito clan te recibieran con los brazos abiertos, cual rey. El gran Barton, el gran espía, el que engaño a la prima del líder de los Ashford, la utilizó y ahora le pregunta que vamos a hacer, ¿cómo si todo esto te afectara?

— ¡Me preocupo por ti, Barbara! —dijo, posando su mirada en sus ojos—. Lo que tú no has entendido es que lo nuestro no puede ser, lo que paso entre nosotros estuvo bien en ese momento, pero tanto tú como yo sabemos que esto no funcionaria.

— Pero... —limpió una lagrima que resbaló por su mejilla–, todo es fácil para ti ahora, ¿no? Estuve cegada contigo, me senté en tu regazo cual estupida, reposé en el tranquilamente a sabiendas de lo que ustedes hacen, de lo que ustedes siempre nos hacen. Me volví una traidora, traicioné mi familia, traicioné mi clan, me obligaste...

– ¡No! —dijo él con furia— ¡No te atrevas a decir que te obligue! Te equivocas, yo nunca te obligue a nada, todo lo que salió de esa boca tuya fue voluntario.

— Hay muchas formas de persuadir, prometiendo villas y castillos también se hace. Te confié nuestros secretos, el gran enigma detrás de nosotros porque confíe plenamente en ti —el hombre de la cicatriz bajo la oreja izquierda la miro con enojo—. No me mires de esa forma, todo esto es culpa tuya.

— Mide tus palabras Barbara, debiste de suponer desde el principio que decirme lo que tu primo pensaba hacer en su clan era un suicidio.

— Que bueno es lavarse las manos.

— ¿Qué es lo que quieres que haga? —preguntó exasperado.

— ¡Si me hubiese hecho tu esposa contarte todo aquello no hubiese sido traición!

— No hay tiempo para discutir, tienes que irte —él bajó la vista al suelo, incómodo ante la presencia de lágrimas—. Tienes media hora para estar fuera de la ciudad y encontrarte con Batista, el te llevara a Pottens, te conseguirá un permiso falso y te dará trabajo en su negocio, no te faltara nada, tendrás un lugar donde vivir, comida, sustento, comodidad. ¿Qué más se puede pedir? —levantó la cabeza cuando escuchó un sollozo salir de la boca de la mujer.

— ¡No criar una hija sola, que mi pequeña tenga un padre cuando nazca, apoyo! ¡Apoyo, estúpido, apoyo! —se acercó a él, golpeando su pecho con ira mientras continuaba sollozando—. Yo no le confié mi secreto a los Barton, se los conté al hombre que me ofreció amor y compañía, un hombre que hoy ya no está, pero descuida. Crees que me haces un favor dejándome con vida y probablemente enviarme a Pottens es quizás la peor opción que escogiste. 

Pottens I: El Secreto de los Clanes (Pausada)Where stories live. Discover now