V (Editado)

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A los nueve años supo que no era normal. Aquel día su madre le quería obligar a usar un vestido rosa pastel, con volantes y pomposo. El problema no era el vestido, aquello no le importaba. Habían sido invitadas al cumpleaños de Rafael, el hijo del novio de su madre y aquel niño solamente respiraba para hacerle la vida imposible.

– ¡Mamá, por favor!

– Vamos, Lisa –dijo Helena con exasperación–. ¡Este es un hermoso vestido!

– ¡No me importa el vestido, solo no quiero ir!

– No actúes como una bebé, ya estas muy grande para esto –Lisa se sentó sobre la cama, con los brazos cruzados haciendo un berrinche. Posó su mirada en un cuadro de flores blancas que había colgado en la pared, y se quedo así sin prestarle atención a su madre. Helena se acercó a ella, le tomó por lo brazos y la arrastro fuera de la cama.

– ¡No, mamá! ¡No quiero, por favor! –la niña lloraba con desesperación–. ¡Suéltame!

Ella cerró los ojos con fuerza mientras empezaba a llorar. Sus gritos junto a los de su madre llenaban la habitación, iba en un vaivén de aquí para allá mientras su madre le tomaba de los brazos y ella intentaba zafarse. Entonces de un momento a otro su madre la soltó, abrir a los ojos con rapidez al escuchar como su madre caía al piso mientras sangraba por la frente. Lisa se arrodilló a su lado, preocupada, intentando que su madre entrara en razón.

— ¡Tía! ¡Tía Miriam! –salió al pasillo en busca de su tía.

— ¿Qué sucedes? —dijo entrando a la habitación, observó a Helena tirada en el piso—. ¿Qué ha pasado, Lisa? —preguntó preocupada.

— No lo sé —dijo gimoteando—, no sé qué ha pasado.

Su tía levantó a su madre, la llevó con mucho esfuerzo a su auto. Luego volvió por su bolso y abrigos para ambas, se movía con mucha rapidez y evitaba posar sus ojos en sobre los de Lisa, como si ella supiera lo que había pasado, pero temía que sus sospechas fueran ciertas. Se notaba a leguas que estaba molesta.

— Quédate tranquila, Lisa, volveré pronto —dijo ella cortante—. Helena está bien, solo ha sido un pequeño corto, la llevaré a la clínica le darán algunos puntos y luego estaremos aquí a más tardar en una hora.

— ¿Está segura? —preguntó entre lágrimas.

— Si, muy segura.

Tras esa conversación volvió a su habitación. Se sentó en la silla del escritorio, llevó ambas manos al rostro. Sentía, no sabía porque, que era culpable por lo que le había pasado a su madre. Dentro de si comenzó a moverse algo, algo que no la dejaba tranquila y que daba vueltas y vueltas, que corría por sus venas y llegaba a su corazón, oprimiéndolo, ahogándolo dentro de la oscuridad y el dolor. Levantó la vista al cuadro de flores blanco, pero ya no estaba allí. Se levantó asustada, su pie chocó con algo. Cuando bajó la mirada hacia el suelo, su pie izquierdo estaba sobre un cuadro con flores blancas y una esquina manchada de sangre.

Nadie le dijo que había pasado. Nadie mencionó nada sobre ese extraño momento. A su madre le dieron dos puntos en parte izquierda de su frente, solo fue un pequeño corte producido por el golpe. Sabía que era causante de esa pequeña herida, pero nunca se atrevieron a decirle que había pasado, nunca se mencionó el tema. Las cosas no se habían quedado ahí, cuando estaba muy feliz, muy triste o muy enojada las cosas comenzaban a temblar a su alrededor, no pasaba con mucha frecuencia, pero las pocas veces que sucedieron fueron suficiente para que tuviera miedo de si misma.

Pero aquello no había sido lo peor.

Aquella noche de octubre, esas paredes lilas la envolvían. Pero en aquel momento aquel era un lindo color, y el sofá azul no representaba nada mas que un sofá. Una Lisa de trece años estaba sentada junto a su madre jugando "Scrabble", su tía se encontraba de viaje. Aquel día había sido uno bueno, uno de esos días que pocas veces disfrutaban. De repente la tranquilidad se rompió cuando tocaron la puerta bruscamente.

Pottens I: El Secreto de los Clanes (Pausada)Where stories live. Discover now