Capítulo 35

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Julieta por primera vez se levantó con ganas de ir al colegio, erradicando de su memoria el episodio con Leonel, quien no le arruinaría los días con sus amenazas de malo de película barata

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Julieta por primera vez se levantó con ganas de ir al colegio, erradicando de su memoria el episodio con Leonel, quien no le arruinaría los días con sus amenazas de malo de película barata. Cepilló sus dientes, completó a la vez su rutina de buscar el uniforme desordenado en la habitación y bajó a desayunar haciendo ruidos tan sordos en los escalones que su madre la chistó desde su cuarto, pues era justo un día que podía dormir hasta tarde. Abajo quien le preparaba el desayuno era su papá.

—¿Qué es ese buen humor? —preguntó Ignacio desconcertado mientras le dejaba la taza de té con leche en la mesa.

—Hoy empieza una nueva etapa, papi. Ya no voy a llorar más por Sergio —declaró con tono orgulloso, mientras se erguía en señal de fortaleza. Sí, el inicio de las clases, también significarían el inicio de un cambio a su favor.

—¡Pero esas sí que son buenas noticias, Julieta! —exclamó jubiloso.

El papá la observó positivamente, sonriendo, y la instó a que se apresurara para no llegar tarde. Se despidió dándole un beso en la frente, esos besos cariñosos que solía recibir raramente, y que a Julieta le gustaba, era como una protección mística contra embrujos malignos. Qué mal no le venían, por suerte.

El viento helado en la calle pareció revivir el interior de su espíritu. Más allá de los problemas que le causaran olvidarse o tratar de menguar el dolor de su novio, había otras cosas buenas y malas de las cuales ocuparse ahora en su vida. Por un lado, había perdido una amiga, pero esperaba una reconciliación en cuanto comprobara que Caro recapacitara, Leonel le daba miedo, pero no sabía en realidad si podría llegar a ser tan terrible como aparentaba con sus amenazas, aunque, estaba segura de que él tenía algo que ver con la muerte de Sergio.

Por otro lado, rescataba haberse ganado un nuevo amigo con Fernando.

Y también estaba Ariel. Ariel que la salvaba en el interior del alma, de las cosas malas que le pasaban . Extrañamente, hacía que todo lo malo que estaba ocurriendo, no pareciese así. Suspiró y miró al cielo. «¿Es que me lo mandaste vos, para que no me sienta tan sola?».

El portón del colegio estaba abarrotado de autos con chicos y chicas que se despedían al entrar. Julieta saludó a Fernando que charlaba con unas compañeras, y se dirigió al aula pasando por la mirada rigurosa de Conrado, que los evaluaba a todos mientras accedían al establecimiento, en busca de quién sabe, drogas, armas letales o bombas atómicas que terminaran con un perfecto día escolar.

El día era exactamente lo más normal del mundo, como si las vacaciones de invierno no hubiesen existido en el medio. Excepto por una cosa, cuando Juli llegó a su aula, unas chicas de primero salieron bastante alborotadas y risueñas alejándose de la puerta, mientras Julieta las observó extrañada, simplemente porque no era algo habitual, salvo en los recreos cuando Fernando andaba conquistando nuevos corazones. Había un clima raro en el ambiente. Pero no era por el frío o el calor, o la humedad del día.

© Tardes de Olvido [En Librerías]Where stories live. Discover now