2. La empollona parte 1

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La mirada de mi amo me recorrió el cuerpo entero. En esta fantasía suya me tocó disfrazarme de alumna, con su mini falda rosa de cuadros y un top ajustado minúsculo que solo me cubría las tetas. Mi largo pelo estaba sujeto en dos coletas que nacían desde lo alto de la cabeza, haciendo que el cabello cayese en cascada hasta la cintura. Obviamente no llevaba ropa interior, pues no quería "privarse de las vistas" como decía él, así que me aseguraba de no llevar nunca ni bragas ni sujetador en su presencia. Hay que saber mantener contento al amo.
- ¿Necesita algo, señorita? - preguntó cuando me acerqué a él.
- Si, señor -respondí-. No comprendo muy bien que es lo que quiere decir aquí - me incliné ligeramente hacia adelante para que pudiese tener una vista perfecta de mis pechos. Mis ojos volaron inevitablemente hasta su polla, para ver si estaba empalmada o no, así fue.
- Se lo explicaré, señorita, pero debe de hacer todo lo que yo le diga.
- Si, señor -repetí.

Su mano rápidamente salió disparada hacia mi cuello cogiéndome de él y acercó mi cara a la suya. Cuando ya lo logró me besó con impaciencia introduciéndome la lengua hasta las amígdalas. Una vez se sació me puso de rodillas y se levantó de la silla, me agarró de ambas coletas y me guió hasta la cama que había en la habitación de al lado como si de un perro se tratase. En este paseíllo mis tetas colgaban balanceándose con mis torpes gateos y el coño comenzó a humedecérseme. Se paró en medio de la habitación y me hizo ponerme de rodillas delante de él, con mi cabeza a la altura de su pelvis.
- Paso uno -dijo- levántese el top y déjeme ver sus tetas -así lo hice-. Juegue con ellas - comencé a pellizcarme los pezones y a manosearlos juntando los pechos y separándolos. Mientras tanto el comenzó a masturbarse prácticamente en mi cara-. Bien hecho, ahora acérquese y tráguese mi polla.
Me incliné hacia adelante y me metí todo su miembro erecto en mi boca, lo sentí en la base de la garganta, comencé a trazar pequeños círculos con la lengua, pero mi dueño era muy impaciente así que no perdió el tiempo, me volvió a agarrar de las coletas y comenzó a follarme la boca, entrando y saliendo bruscamente de ella. Cerré los ojos e intenté contener las arcadas, pero un hilo de baba se me escapó de los labios y fue a parar a mis tetas.
- Eres una buena chica -dijo entre gemidos-. Una empollona, que siempre quiere ser la mejor en todo y tener contento al profesor. ¿No es así, guarra? -asentí-. Dilo -ordenó.
Saque su polla de mi boca
- Sí, señor, soy una puta empollona que solo quiere que su profesor esté orgulloso de ella.
- Así me gusta, que seas una zorra sincera. Ahora haz que tu profesor esté orgulloso y súbete a la cama.
Me puse rápidamente en pie y fui hasta la cama quitándome la minifalda por el camino. Me senté en ella y abrí las piernas completamente mostrándole lo mojado que estaba ya mi coño. Pasó una mano acariciándolo.
- Veo que te gusta, ¿eh, guarra? ¿Quieres que tu profesor juegue un rato contigo?
- Si, por favor, señor - gemí acariciándome los pezones.
- Buena chica.
Su polla no tardó ni un segundo en entrar en mi coño, que con lo húmedo que estaba se deslizó fácilmente. Un gemido involuntario salió de mis labios, lo que provocó que una preciosa sonrisa torcida saliese de los suyos, quería esos labios en mi coño. Comenzó a follarme duramente, con fuertes embestidas que me hicieron jadear y gritar. Él se corrió primero con un gemido, y acto seguido sin haberme dejado acabar me dio la vuelta dejándome boca abajo y con el culo en pompa.
- ¿Quieres más, perra?
- Si, por favor, señor - imploré, pues tenía unas ganas de correrme terribles.
Me dio un azote fuerte en el culo que solo logró excitarme más y me volvió a meter la polla, pero esta vez en el culo, las embestidas fueron las misma, esta vez agarrando mi pelo con una mano y tirando de el como quien monta a caballo. Ambos gemíamos, yo con la cara hacia el techo y él azotándome el culo con cada movimiento con la mano libre. Al final, volvió a correrse él primero pero supe que no me iba a dejar acabar tan fácilmente, aún deseaba tener su boca y su lengua en mi coño y sabía que me lo tendría que ganar siendo la más guarra de todas las putas.
Sacó la polla de mi culo y paró para tomar aire. Me di la vuelta para mirarle a la cara y le mostré mi vagina.
- Señor, ponga su lengua en mi coño, por favor - le supliqué. Para incitarlo me abrí los pliegues con las manos y pasé las yemas de los dedos por mi clitoris.
- ¿Estás suplicando, guarra? - pregunto con una mirada pícara-. Porque tendrás que hacerlo mejor si quieres correrte.
- Por favor, señor, páseme la lengua por mi sucio coño - jadeé involuntariamente porque sentía que iba a explotar solo con las caricias en mi clítoris -. Usted se ha corrido dos veces y yo aún ninguna, se lo ruego. Haré lo que quiera.
- Entonces, ¿si paso la lengua, como tu has dicho, por tu "sucio coño" harás todo lo que yo quiera?
- Si, señor - gemí.
- Está bien.
Se agachó y pasó, literalmente, la lengua desde el agujero de mi vagina hasta el clítoris solo una vez. No pude resistirlo y me corrí entre gritos y jadeos. Cuando acabé me di cuenta de que no le había pedido permiso para correrme, y supe que por ello me castigaría.
- Estabas tan caliente que solo has necesitado un lametazo para correrte, puta, pero veo que lo has hecho sin mi permiso, y ya sabes que eso tiene sus consecuencias...
- Lo se -suspiré excitada.
Me encantan sus castigos.

Continuará....

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