8. La perra de otro

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- Sí, lo tendré para el lunes - dijo al teléfono.
Sentado en el sofá era la viva imagen del típico ejecutivo que se ve en las series de televisión: sin la americana,  la pulcra camisa blanca planchada, la corbata algo abierta tras una dura jornada... Con el detalle de que me encontraba de rodillas entre sus piernas haciéndole una mamada mientras que él mantenía la conversación con su socio. Dudo de que aparezca esto en una serie de televisión-. Le he dejado a mi secretaria los impresos que utilizaremos en la reunión de mañana... Sí... Sí, aquí está, chupándome la polla - se rió.
Alcé la cabeza velozmente sorprendida. No me puedo creer que esté hablando con su socio de mis habilidades. Me miró de forma traviesa.
- Sí, me está fulminando con la mirada - continuó-. Pero ha parado de chupar ¿te he dicho que pares? - me preguntó con dureza-. Baja a los huevos. Lo hace muy bien, tiene buena técnica sólo que le está dando algo de corte al hablar de ella.
Calló un momento y se echó a reír.
- Es una buena idea, no se me había ocurrido... ¿Cuánto dices que tarda la tuya, un minuto?... ¿Apostamos? ... Venga, si gana la mía mañana me invitas a una copa después de la reunión... De acuerdo.
Súbitamente me separó de sus huevos y me puso a horcajadas en su rodilla.
- Vamos a ver cuál de vosotras dos se corre antes restregándose como perras en celo en la rodilla de su dueño - me dijo -. Obviamente me quedaría muy desilusionado si no ganases, ya que significaría que no eres tan guarra como yo pensaba. ¿Eso es lo que quieres, desilusionar a tu amo?
- No, señor - respondí rápidamente.
Puso el teléfono en manos libres.
- Repítelo -ordenó.
- No le decepcionaré, señor
Oí una risa al otro lado del teléfono.
Notaba la vena competitiva florecer. Iba a demostrarles tanto a mi amo como al otro y a su perra que nadie me gana a guarra.
- He de decirte que a la mía ha sido ponerla en posición y empezar a mojarse - dijo mi amo al teléfono-. Estoy notando lo caliente que está con la rodilla. Creo que voy a ganar - me guiñó el ojo. Joder que sexy es.
- No vayas tan rápido, amigo, la mía lleva dos días sin correrse, no tardará demasiado - rió la voz del teléfono-. Venga putas, a la de tres comenzáis a restregar vuestros coños. Una... Dos... ¡TRES!
Comencé a sacudirme rápidamente contra el muslo de mi amo, movía el coño de arriba a abajo y en círculos frotando el clítoris contra la carne. Notaba lo mojada que estaba y lo húmedo que estaba dejando el muslo. También oía los chapoteos de la otra y sus gimoteos. Pero dichos gemidos cada vez iban en aumento y más rápidos. Me estaba ganando la zorra esta.  Aumenté mis acometidas hasta que finalmente oí un grito final y se corrió. Mierda. Había perdido. Había decepcionado a mi amo. Volví a oír la risa del otro amo.
- Te lo dije, amigo, la mía iba a tardar muy poco en correrse. Me debes una copa. Dios, me ha dejado la rodilla chorreando, ahora me vendría bien la lengua de tu perra para limpiar lo que ha ensuciado la mía.
Mi amo me miró burlonamente.
- ¿Te gustaría? - me preguntó.
La verdad es que no, sentía tanta impotencia en este momento que más que limpiar me gustaría arrancarle los pelos. Además de que me no me había corrido al final, y algo me decía que no lo iba a hacer en un tiempo.
- Si, amo, siento haberle decepcionado.
- Si quieres quedamos mañana para cenar para que se vean y las cruzamos - dijo la voz-. ¿Qué te parece, puta?
- Bien, señor - respondí mansamente. Sentía la mano de mi dueño pasando por mi pelo, el cual estaba comenzando a agarrar. Sus ojos reflejaban tranquilidad, pero yo sabía que en el fondo era más competitivo que yo y que esta derrota le había tocado mucho los huevos.
- Entonces después de la reunión vamos para mi casa. Hasta mañana, compañero.
Colgó. Dejó el móvil a un lado. Me miró.
- Lo siento, amo.
- ¿El qué sientes? - dijo con voz tranquila, me apartó suavemente un mechón de pelo que me caía en la cara. Peligro.
- No haber sido lo suficientemente guarra.
Me acarició la mejilla. Hasta que la abofeteó. Lo sabía.
- Comprendes que te castigue, ¿verdad?
- Si, amo, castígueme.
- Esta noche no, ya veremos mañana.
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Al día siguiente por la tarde yo ya estaba lista para ir a casa del otro amo. Anoche finalmente no me corrí, bañé a mi hombre y nos fuimos juntos a dormir. Esta mañana me mandó un mensaje con lo que quería que me pusiera. Un corsé rojo y negro ajustado con un liguero, medias y tacón alto. Me miré en el espejo, me había dejado el pelo suelto que me llegaba por la cintura y el corsé me elevaba y juntaba las tetas como un sujetador de media copa. No llevaba bragas, y se veía el bosque que formaba mi vello púbico. A mi amo no le gustaba que me depilase el coño, así que crecía a su libre albedrío. A todo esto se le unían los labios rojos. Parecía un putón.

20 razonesWhere stories live. Discover now