Capítulo 24: Monstruo

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Mi juicio se consagró de inmediato con la finalidad de darme una sentencia cuanto antes y de que la noticia corriera la menos posible

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Mi juicio se consagró de inmediato con la finalidad de darme una sentencia cuanto antes y de que la noticia corriera la menos posible. Pese a ello, toda la corte y gran parte de la nobleza del castillo se volcó en el salón real. La mitad de los asientos estaban a rebosar y la audiencia muy junta para poder comentar cada detalle.

El estrado tenía dos niveles, uno bajo que contenía el atril del acusado en la esquina izquierda, el atril del testigo al otro extremo y un círculo dibujado en el medio marcando el lugar exacto donde debía posicionarse el narrador; el nivel más alto estaba varios escalones hacia arriba, donde se disponían los cinco tronos de la familia real.

Primero se me presentó de rodillas ante el rey vestida con harapos en señal de humillación, y se me obligó a pronunciar las siguiente plegaria «Salve rey, salve Ara, Altar que todo lo ve y su mano aquí en la tierra, y permítame presentarme ante su presencia aunque no soy digna» tal cual lo estipulaba la ley sobre el manejo de los juicios. Negarme habría significado sentencia inmediata, la peor de todas. En respuesta, su majestad hizo la seña sagrada con su mano derecha, marcando en el aire cada uno de los puntos que conformaban la constelación de Ara.

El rey se encontraba sentado en su trono rodeado de orbes de fuego blanco, colocados en un círculo perfecto en el suelo, con un traje blanco de hombreras azul rey, cinturón y capa satinada del mismo color. Antares a su izquierda y Sargas a su derecha vestían atuendos idénticos, el heredero con los detalles en oro y el menor en plata. Shaula, a la izquierda de Antares, iba envuelta en sedas blancas con los brazaletes de oro de la serpiente alada de Baham, el adorno del mismo material a mitad de su frente con un colgante de zafiro y un listón azul a modo de cinturón en combinación con su padre. Lyra, junto a su futuro esposo, hacía gala de un vestido con el color menos reluciente de todos, más como un color crema, decorado con pedrería y grabados a juego con los detalles de su prometido y una diadema de cisne sobre su larga cabellera dorada.

Shaula tenía la vista fija en sus manos, Lyra erguida con el mentón en alto, pero ninguna me miraba ni de soslayo. No quería ni imaginar lo que pensaban en ese momento. Era yo la que estaba en juicio, mas ellas estaban obligadas a ser parte de mi condena.

Jamás había tenido grilletes en las muñecas hasta entonces. Luego del espectáculo en el salón de entrenamiento se dictaminó que yo era una prisionera de alto riesgo, y en base a ello las restricciones se multiplicaron. Me condujeron al atril de los acusados con un guardia a cada lado, cada uno sosteniendo un extremo de las cadenas atadas a mis tobillos. Había escuchado rumores de que Ares Circinus quedó absuelto de todo cargo y perdonado por su insurrección por la influencia de su padre como Mano del rey, pero no lo creí hasta verlo sentarse en el público como un hombre libre.

Por otro lado, Lord Zeta se posicionó en la primera fila confinada a las doce voces de la Ley, entre ellos también reconocí a Lord Crux, uno de los responsables de mi arresto. El Alto Sacerdote Pólux III tenía un espacio confinado para él y para todos los miembros importantes de la gran Iglesia de Ara, todos arriba en una especie de balcón a media pared, más cerca del alto techo casi como si fueran una monarquía en sí misma. Y así era, las leyes de Aragog fueron fundadas en consenso entre la Corona y la Iglesia hacía ya miles de años. El linaje Scorp jamás había sido derrocado, ni la Iglesia mancillada. Aragog no conocía otra Corona, otras leyes, ni religión distinta. Aragog era el reino más rígido y estable tal vez en el mundo, lo que nos aislaba por completo de las civilizaciones evolutivas y democráticas que se rumoraba había más allá de los mares que rodeaban el reino.

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