Capítulo 28: Beso.

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Sargas salió disparado de la habitación sin mirarme, cerrando la puerta de un portazo detrás de él

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Sargas salió disparado de la habitación sin mirarme, cerrando la puerta de un portazo detrás de él. En otras circunstancias tal vez me habría alegrado de que me dejara sola, era una oportunidad de escapar de aquel destino, pero no entonces, no tan rodeada de guardias como me encontraba.

Me quedé un momento sentada, en parte para retrasar lo que se venía, y por otro lado porque sentía la urgente necesidad de analizar lo que acababa de ocurrir, de darle un significado, de evaluar con cabeza fría mis opciones.

Lo que le dije al tenerlo de rodillas fue justo lo que sentía, las palabras salieron de mi boca tal cual atravesaban mi cabella, sin maquillaje, sin suavizarlas. No me arrepentía de lo que había dicho, solo quería la oportunidad de evaluar el “qué habría pasado si…”.

Ser la esposa de Sargas. Debería ser una situación de poder convertirse en la acompañante del heredero, ¿pero no lo era también ser la mujer de La Mano? Ambas situaciones suponían una supuesta mejora para mi estatus de Vendida, pero luego de la conversación con Lyra me quedaba claro que ninguna esposa tenía voz, sin importar si esa era la esposa del rey. ¿No era ella su actual prometida, y prefería volver a ser una Vendida a tener que casarse con él? Las reinas en Aragog eran adornos de la Corona, no líderes. Pensar que casarme con el heredero haría una diferencia en el reino era absurdo, así que ese era un tema zanjado.

Luego estaba el otro: Lesath, las leyes y el Alto sacerdote de la iglesia de Ara. Sargas era un necio, ciego y muy estúpido si de verdad creía que él cambiaría todo lo que es sagrado y legal en Aragog, consiguiendo la aprobación de los grandes, solo porque se encaprichó con casarse con una Vendida que él mismo llevó a juicio porque no se quiso acostar con él. Primero se armaría una guerra a que esa fuera siquiera una posibilidad.

Y por último, estaba lo más importante: él. Doblegarme a sus deseos era algo a lo que me rehusaba en rotundo. Él no cambiaría por mí, viviríamos una relación en donde mis deseos, al andar en discordancia con su voluntad, serían reprimidos o castigados a su antojo; una relación en donde incluso me haría pensar que sus castigos eran merecidos y se efectuaban en pro de mi propio bien. Cuando me tuviera, su sed bajaría, su ego sufriría un severo incremento y yo pasaría a ser el objeto que no ama, que no le importa lastimar, pero que a toda costa no quiere perder. Una relación así solo puede terminar en una cosa: mi muerte.

Lo único que me hacía considerarlo era que la otra opción que me quedaba era mucho peor: ser la esposa de La Mano. Era algo que me aterraba, mi alma permanecía escondida para no tener que afrontar esa realidad, pro debía hacerlo. Ser más que fuerte: reconocer que era devastadoramente débil, y aun así avanzar. Vivar para verlo muerto. Eso haría.

Cuando al fin salí de la habitación, lo hice más por evitar un revuelo y que entraran a arrastrarme entre diez, y descubrí fuera de la puerta al mismo grupo de guardias de antes, con una pequeña variación: un caballero.

No iba con armadura ni traje para la ocasión, portaba un pantalón holgado negro lleno de bolsillos, un cinto ataviado con su espada, un chaleco de cuero marrón y una camisa negra con mangas largas ceñidas a sus brazos y pecho, tan llena de pequeñas correas que deduje que debían ser bolsillos secretos para sus dagas.

Vendida [YA EN LIBRERÍAS] [Sinergia I]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin