14|Conozco esa mirada.

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Ojalá actuar fuer pan comido.

Libero un suspiro desganado cuando compruebo por segunda vez la dirección que Aníbal me mandó por WhatsApp. Es justo el edificio departamental con el número 121 de la calle Ollenhauer. La fachada es de proporciones compactadas de seis pisos, albergando un estacionamiento por abajo de ellos. Sus paredes están pintadas de color blanco y gris oscuro para cada balcón que sobresale.

No ha sido divertido tomar el metro hasta el otro extremo de la ciudad donde murió Tarzán. Es viernes y lo único que me apetecía, era quedarme toda la hora en el club de lectura para luego regresar al dormitorio y descansar. Pero, no puedo dejar atrás otras responsabilidades de las que ya me he comprometido, como hacer un intento de actuar, por ejemplo.

Estoy aquí para estudiar con el pelirrojo. Repaso de arriba abajo la fachada y mis alrededores. Son pocos los autos que transitan por la calle, no hay otro ser humano afuera de sus hogares gozando del clima fresco y el cielo grisáceo que amenaza nuevamente con traer un diluvio en cualquier momento. Mis piernas titiritan al acercarse justo al porche donde subo el primer peldaño para presionar el número de su apartamento que aparece en el tablero junto a una bocina. Me acomodo el bolso sobre el hombro.

Retrocedo esperando que alguien me dé acceso al lugar.

—¿Hola? ¿Quién es?

Su voz sale de la bocina como si quisiera seducirme, blanqueo los ojos al instante y presiono el botón para contestar.

—Tu peor pesadilla —finjo sonar seria, aunque tengo ganas de reírme.

—Que miedo, mejor no te dejo pasar.

—¿En serio me quedaré aquí a fuera? Qué lindo de tu parte y yo que tengo ganas de...

La puerta me interrumpe con un sonido dándome a entender que ya está abierta. No espero más, la empujo para acceder al pasillo y la cierro tras mi espalda. Hay una escalera con barandales de acero y el piso es de loseta color gris que voy subiendo hasta llegar al último piso, me detengo flexionando las rodillas manteniendo las manos sobre ellas para recuperar el aliento. ¡Joder! En serio detesto las escaleras.

Son mis enemigas.

Prosigo mi camino hasta la puerta número doce de color gris oscuro como la fachada exterior. Golpeo la puerta avisándole que ya he llegado, unos pasos se escuchan del otro lado y antes de que pueda arrepentirme, esta se abre dejando ver una figura atlética que me sonríe con cierta emoción. Trato de no atragantarme con mi saliva al tenerlo frente a mis narices. Mis ojitos curiosos no pueden desperdiciar el momento de repasarlo.

Aníbal no lleva puesta camiseta, solo un pants que le marca la cintura en forma de v, por lo que sus tatuajes están a la intemperie, su cuerpo es de infarto que logra robarme el aliento sin que esa sea su intención. Diviso varias gotas que se deslizan desde su cabellera hasta recorrer su torso, abdominales hasta perderse por... ¡Este hombre parece salido de una película porno! Y me han dado ganas de probar cada centímetro de su piel que desprende aroma a jabón y champú de chocolate.

Los cuervos también se enamoran  (GRATIS)Where stories live. Discover now