29|Malvaviscos.

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—Sabroso, así como me gustan

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—Sabroso, así como me gustan.

Me obligo a voltear apartando la mirada de la cafetera concentrándome en Mick que le echa un vistazo al trasero del hombre que se ha alejado de la caja registradora. Tenerlo en la repostería es un alivio, el trabajo es más divertido y nos ponemos al día con lo que nos sucede en la escuela, que por cierto, hoy ha sido el último día. Al fin puedo tomar un respiro en estas vacaciones decembrinas.

La semana transcurrió en exámenes, obtuve buenas notas por lo que ya no hay nada de qué preocuparse. Con respecto al concurso de escritura, se suspendió, no obstante, en enero se volvería a retomar.

—Espero que te refieras a los panecillos, Mick. —Le doy un codazo amistoso.

—Sí, a los panecillos esponjosos —canturrea con malicia —hablando de panecillos, ¿cómo está el sabroso Volker? ¿Te lo sigues comiendo enterito?

Una señora que espera su orden en la barra nos mira frunciendo el ceño como si fuéramos de otro planeta. Le regalo una sonrisa de labios sellados, me concentro en el café que dejé a medias. Entrego el pedido con unas donas glaseadas rellenas de chocolate.

—Se supone que hoy debe venir a buscarme, es el día en que me haré el tatuaje y estoy algo asustada —me rasco tras la nuca.

—Espero que no llores, va a doler, pero remplaza esa sensación imaginando que tú y el pastelito están...

Lo escudriño para que no termine la frase. No somos los únicos atendiendo los pedidos y me he percatado que nuestros compañeros están pendientes del chisme.

Mick alza los brazos a modo de defensa.

—No voy a invitarte a mi fiesta —bromeo. En realidad, no será una fiesta grande —sin embargo, tomaré en cuenta tu consejo.

Le guiño el ojo.

—No te atrevas, Ritter, amo el pastel y estoy ansioso por tener un pedazo mientras perreamos hasta el suelo. Todos quedarán asombrados al ver como muevo esto —señala su retaguardia bien dotada —es mi arma mortal.

—Lo que tú digas señor trasero esponjoso —me gano un beso de su parte que arroja en el aire, finjo atraparlo llevándolo a mi mejilla —ya ponte a trabajar que falta poco para que nuestro turno termine.

—¿Tienes planes para estas vacaciones? —curiosea.

Cojo un trapo para pasarlo sobre la barra que se ha llenado de migajas por los comensales que prefieren quedarse a comer. El lugar huele exquisito, es una combinación dulce con café.

—Todavía quedan cosas en la granja, así que viajaré unos días, mi tío nos ha permitido quedarnos hasta dejar la casa desmantelada —plasmo una mueca sin mirarlo.

—¿Y hay espacio para uno más?

—No habrá problema en que te unas, necesitamos más manos —le sonrío a lo que él pega varios saltitos de alegría —de hecho, puedo planteárselos a los chicos, volveríamos antes del 24.

Los cuervos también se enamoran  (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora