Capítulo 1 - Después del funeral

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Lugar: Shedet, pequeña ciudad situada a orillas del lago Mer-uer, a 3 iter (30 km aprox.) al oeste del río Iteru (Nilo).

Fecha: 1650 a.C. (150 años tras la invasión alienígena de la Tierra).  

                                  

«Cinco días antes del ataque a Shedet»

Una vez finalizado el ritual funerario tradicional, los sacerdotes que lo habían oficiado encabezaron una lenta procesión de vuelta al interior de la ciudad, seguidos del resto de asistentes, repartidos en varios grupos.

A los primeros, que guardaban riguroso silencio mientras se abrían camino —no sin dificultad— por la arena del desierto, les seguían los conocidos y familiares menos allegados del fallecido que habían querido estar presentes.

Al contrario que los sacerdotes, estos no reprimían su necesidad de intercambiar comentarios y cuchicheos de toda clase, ya fuera acerca de la excesiva sencillez de la ceremonia, la opinión que les merecía el difunto y el trato más o menos estrecho que habían mantenido con él, o incluso hasta sobre el demacrado y desconsolado semblante de Nesyamón, hija única del muerto.

A escasa distancia, pero algo más separados del resto, cerraban la marcha los miembros del círculo familiar más íntimo. Una interminable retahíla de lamentos desgarradores y sollozos partían de este último grupo de la comitiva fúnebre.

Najt no lloraba. El muchacho se limitaba a arrastrar los pies mientras pisaba, casi sin percatarse, las huellas que iban dejando sus padres en la arena, con la mirada fija en el suelo, sin verlo. Ni siquiera era consciente de los diferentes sonidos que flotaban a su alrededor, ya se tratara de susurros, plegarias, lamentos o gritos de dolor.

No, su atención descansaba en Pentaur. El joven no terminaba de aceptar que su abuelo se hubiera ido para siempre. Sabía, desde luego, que así era, y que poco importaba lo que él quisiera o pensara al respecto. Pero en aquellos momentos solo era capaz de sentir que todo le daba igual, y que si sus padres no estuvieran ahí, con él, quizá ya habría dado media vuelta para alejarse de Shedet y no regresar jamás. Por terrible que fuera el precio a pagar.

El retorno a la casa familiar no supuso cambio alguno en el ánimo de sus miembros, salvo quizá el leve consuelo de saber que habían cumplido con las tradiciones milenarias de su gente.

Los padres de Najt se dedicaron durante el resto de la jornada a atender a todos los que se acercaban para ofrecerles sus condolencias —algunos vecinos les llevaron dátiles, cerveza, cebollas y pan recién horneado—. El joven, en cambio, se recluyó en la habitación que había compartido con Pentaur.

Se echó a llorar en silencio mientras maldecía a la muerte, a la enfermedad, al dolor y a todo aquello que provocaba sufrimiento. Perdida la noción del tiempo, en algún momento su cuerpo debió alcanzar su límite de resistencia, pues se quedó dormido.

Despertó cuando su madre, Nesyamón, se arrodillaba junto a él con un cuenco de cerveza espesa y unos cuantos dátiles, que dejó a su lado en el suelo. Najt levantó los ojos hacia aquel rostro de ojos cansados y las miradas tristes de ambos se cruzaron, pero no dijeron nada. No hacía falta. Ella sonrió y le acarició una mejilla antes de hacer ademán de incorporarse.

—Madre —llamó el joven antes de que su madre se pusiera en pie. Ella esperó—. ¿Cómo...? ¿Cómo puedes soportarlo?

Nesyamón miró a su hijo con emoción contenida, pero, cuando habló, sus palabras sonaron más serenas de lo que el joven había esperado.

—Me aferro al convencimiento de que los seres queridos que aún tengo a mi lado me necesitan.

—Pero yo no siento lo mismo —confesó el muchacho en voz baja y con la vista clavada en un punto indefinido de la pared —. Padre y tú no me necesitáis.

Nesyamón extendió un brazo y le elevó el mentón con suavidad, hasta que los ojos de ambos se encontraron de nuevo.

—Si hay algo que nuestro pueblo ha tenido que aprender, y por las malas, tras la llegada de los «hekau», es precisamente eso, lo mucho que nos necesitamos los unos a los otros. Nadie consigue sobrevivir solo.

Y, tras una pausa, agregó:

—Eso me lo enseñó Pentaur. Tu abuelo.

Última noche en la Tierra (PAUSADA)Where stories live. Discover now