Capítulo 42

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NICK

Cuando la dejé en el colegio no pensé que me embargarían todos aquellos sentimientos tan oscuros, pero lo hicieron. No podía quitarme de la cabeza que a la chica a la que quería con locura la habían maltratado hasta casi matarla; era algo que no podía ignorar y, por ese motivo, me fui directamente hasta las oficinas de mi padre. Quería saber qué opinaba él de todo esto, pero sobre todo quería averiguar qué podía hacer legalmente después de descubrir que la mujer que amaba había sido golpeada y maltratada durante años.

Cuando llegué a las oficinas de Leister Enterprises no tuve más que dirigirme directamente a la última planta. Janine, la secretaria de mi padre, ya me conocía de toda la vida: ella había sido la encargada de comprarme re- galos de cumpleaños y de llevarme a las fiestas de mis amigos. Ella había ido a los partidos de fútbol cuando mi padre estaba ocupado trabajando y también era la que se encargaba de regañarme cuando llegaban avisos de mala conducta del colegio. Janine había sido una especie de madre, solo que nunca me llegó al corazón, ninguna mujer lo hizo hasta que apareció Noah; pero le tenía cariño por todos aquellos años.

—Nicholas, ¿qué haces aquí? —me preguntó con una sonrisa amigable. Janine era muy delgada y tendría ya más de sesenta años. Mi padre la mantenía porque no había mujer más trabajadora y leal que ella y también porque no era fácil soportar a mi padre en horas de trabajo... que me lo dijeran a mí, que hacía las prácticas en su bufete.

—Hola, Janine, tengo que hablar con mi padre. ¿Está reunido? —le pregunté intentando contener las ganas de entrar sin llamar.

—No, pasa, solo está revisando el caso de esta tarde —me comentó y entonces me fui directo hasta su despacho. Entré sin llamar y los ojos azules oscuros de mi padre miraron por encima de sus gafas de leer para posarlos en mí.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó con seriedad. Nunca me saludaba, eso era una costumbre que había adquirido y de la que le costaba desprenderse.

—Vengo a hablarte de Noah... y de Raffaella, para ser exactos —respondí quedándome de pie delante de su carísima mesa y esperando que fuese sincero conmigo por una vez en su vida—. ¿Estabas al tanto de lo que le hizo el cabrón de su padre?

Mi padre me miró unos segundos y después dejó lo que estuviese leyendo sobre la mesa. Se levantó, fue hasta su bar y se sirvió una copa de coñac.

—¿Cómo te has enterado? —inquirió un momento después.

Entonces ya lo sabía, algo que tampoco me sorprendió demasiado. Algo así no se puede ocultar durante mucho tiempo.

—Noah se aterra si la metes en una habitación a oscuras; el otro día casi le dio un ataque de pánico, y cuando se calmó me lo contó —le expliqué y me puse tenso al recordar lo que esos cabrones le habían hecho, pero nada comparado con lo de su padre—. Papá, ¿sabes lo que le hizo ese cabrón? Noah estuvo a punto de morir... se clavó un cristal en el estómago, joder, lo más probable es que no pueda tener hijos.

—Lo sé —admitió sentándose a la mesa y mirándome apenado.

Culpa mía © (1)Where stories live. Discover now