Capítulo 10

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NICK

La observé alejarse sin entender absolutamente nada y entonces me fijé en el mensaje que había debajo de la foto:

"Esto pasa cuando te vas de la ciudad. ¿De verdad te pensabas que Dan iba a esperarte para siempre?"

¿Quién cojones era Dan? ¿Y quién era la imbécil de Kay, que le mandaba un mensaje como aquel?

Sin importarme lo más mínimo abrí la carpeta de fotografías de su móvil. Allí había un montón de fotos con una chica morena, que si no me equivocaba era la misma de la foto, y después de unas cuantas con amigos y en lo que parecía su instituto vi la foto que estaba buscando.

El tío ese, Dan, le cogía el rostro con las manos a Noah y la besaba mientras ella no podía aguantarse la risa, seguramente al saber que le estaban haciendo la fotografía... Le habían puesto los cuernos...

Bloqueé el teléfono y me lo metí en el bolsillo. No tenía ni la menor idea de por qué sentía ganas de tirar aquel aparato a las profundidades del océano ni por qué me cabreó tanto aquella fotografía de Noah besando a ese cabrón, pero lo que sí entendía eran las ganas terribles de partirle la cara al primero que me tocara los cojones esa noche.

Me dirigí hacia la mesa en la que habían colocado un papelito con mi nombre, con Noah a un lado y Anna al otro. Frente a mí se sentaba mi padre y, a su lado, su mujer; también había dos matrimonios más cuyos nombres no podía recordar, pero a los que sabía que debía mostrarles la versión del encantador y perfecto hijo de William Leister.

No habían pasado ni dos segundos desde que me había sentado cuando Anna apareció a mi lado. Sentí su perfume nada más sentarse y me incliné sobre la mesa para beberme el vino rojo sangre que habían servido en casi todas las copas.

—¿Y tu hermanita? —me preguntó despectivamente.

—Llorando porque le han puesto los cuernos —le contesté secamente sin pensar.

A mi lado, Anna soltó una carcajada y me irritó bastante.

—No me extraña, es una cría —comentó con una nota de desprecio en la voz.

La observé unos instantes analizando su contestación. Era mucha in- quina para haberla conocido dos segundos, aunque no le hizo mucha gracia haber visto cómo me pegaba un puñetazo la noche anterior.

—Háblame de otra cosa porque bastante tengo ya con aguantarla en mi casa —le dije volviendo a colocar mi copa sobre la mesa.

Sin siquiera darme cuenta comencé a buscar a Noah por la sala. La mayoría de los invitados ya habían tomado asiento cuando la divisé junto a la barra que había en la otra punta de la misma. Se quedó esperando hasta que un camarero se acercó a ella.

Me puse de pie en cuanto vi de quién se trataba. Caminé hacia allí con paso firme, decidido a evitar por todos los medios que Mario conociera a mi nueva hermanastra, pero en cuanto la alcancé escuché lo último que le estaba diciendo.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora