Días de verano

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Giré despacio sobre mis talones, intentando averiguar desde dónde sonaba esa canción, aquella que no había escuchado desde años atrás, y la misma que repetía mi pasado sucesivamente.

Clavé mi mirada en el aparato que la reproducía. La música procedía del teléfono móvil de Clara, la hija mayor de la casa en la que yo trabajaba.

Por un momento, dejé de fregar y  cerré los ojos para sentir cómo la letra de esa melodía atrevesaba mi corazón.

Apreté con fuerza los puños, para que la rabia poco a poco fuese creciendo, y luego, la melancolía, invadiese mi mente.

Esos días de verano, en los que yo ignoraba al chico que me levantaba en cada caída. Aquellos años, en los que sostenía la mano de mi futuro marido, mientras veía pasar al que tanto me quería.
Sin embargo, ahora es la soledad la que se ha quedado conmigo, después de divorciarme, y quedarme viuda, soy consciente del daño que te hice en la juventud que compartimos.

Pues si pienso en ti, siento que esta vida no es justa; que aun sabiendo que me amabas,  jugué, despreocupada, con tu corazón, y puede ser que por eso, ya ni nos saludemos.

Lo peor es que podíamos haber contado las lágrimas de San Lorenzo, y fundir nuestras almas bajo el calor del sol. Pero, el tiempo ha volado y los años se han sumado a nuestras arrugas, y, bueno, amigo mío, ya no quedan días de verano.

RelatosWhere stories live. Discover now